
El consumo excesivo de sal se ha convertido en un desafío de salud pública a nivel mundial. Aunque es un ingrediente básico en las cocinas y necesario para funciones vitales, la mayoría de la población supera la cantidad diaria recomendada, muchas veces sin saberlo.
Tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la Clínica Mayo y expertos de GQ coinciden en advertir sobre los riesgos de este exceso y señalan acciones concretas para revertir la tendencia.
Cuánto sodio consumimos y cuáles son las recomendaciones
La OMS advierte que la ingesta media global de sodio es de 4.310 mg diarios (equivalente a 10,8 gramos de sal), más del doble de lo sugerido: menos de 2.000 mg al día de sodio para adultos (menos de 5 gramos de sal, o aproximadamente una cucharadita pequeña). Por su parte, la Clínica Mayo y expertos en Estados Unidos recomiendan un límite de 2.300 mg para mayores de 14 años.
Este consumo elevado está lejos de ser inocuo: la OMS estima que cada año 1,89 millones de muertes pueden vincularse a la ingesta excesiva de sodio, fundamentalmente por su relación directa con hipertensión, infartos, enfermedades renales, cáncer gástrico, obesidad y otros problemas graves.
El sodio es necesario para el funcionamiento de los nervios y músculos y para mantener el equilibrio de líquidos en el organismo. Según la Clínica Mayo, el cuerpo regula este mineral principalmente a través de los riñones, pero cuando recibe más del que puede eliminar, se acumula, retiene agua y aumenta el volumen sanguíneo. El resultado es una mayor presión arterial y una carga extra para el corazón y los riñones.

Amanda Meadows, dietista del Houston Methodist, destaca que la deficiencia de sodio en personas sanas es muy poco frecuente, en cambio, el exceso —mucho más habitual— eleva la tensión arterial y provoca alteraciones metabólicas. La consecuencia más directa y estudiada es la hipertensión, principal factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares.
Alimentos ultra procesados: la fuente silenciosa
Un importante porcentaje del sodio no proviene sólo de la sal de mesa. Según la OMS y la Clínica Mayo, la mayor parte consumida diariamente llega a través de alimentos procesados y preparados: pan, embutidos, quesos, pizzas, sopas, comida rápida y también en salsas comerciales como soja o aderezos. Incluso productos que no saben salados pueden tener altas cantidades de sodio oculto.

Expertos de GQ, junto a instituciones como Heart West y Houston Methodist, resaltan que los riesgos del sodio son acumulativos pero también pueden manifestarse en poco tiempo. Entre los signos de alerta figuran la sed excesiva, hinchazón de manos o pies, dolores de cabeza, aumento de la presión arterial, fatiga, necesidad frecuente de orinar y cambios en el ritmo cardíaco.
Estos síntomas pueden pasar desapercibidos o parecer leves, pero actúan como un primer llamado de atención. Si el consumo sigue alto, el peligro de enfermedades cardiovasculares, insuficiencia renal y formación de cálculos se incrementa notablemente.
Prevención: estrategias efectivas para reducir el sodio
Reducir la ingesta de sodio es, según la OMS, una de las medidas más costoeficaces en salud pública. A nivel personal, las recomendaciones de la Clínica Mayo, la OMS y GQ son:
- Cocinar en casa para controlar exactamente la cantidad de sal que se añade a los platos.
- Elegir alimentos frescos: frutas, verduras y carnes sin procesar.
- Revisar las etiquetas nutricionales para identificar y evitar productos con alto contenido de sodio (menos de 120 mg/100 g es aconsejable).
- Usar especias, hierbas y cítricos para aportar sabor sin agregar sal.
- Limitar el uso de salsas y condimentos industriales, así como quitar el salero de la mesa.
- Reducir gradualmente la sal en las recetas para facilitar la adaptación del gusto.
- Mantener una hidratación adecuada, ya que ayuda a eliminar el exceso de sal de forma natural.

Especial precaución merece el uso de sustitutos de sal con potasio ya que, si bien pueden ser útiles para la población sana, resultan peligrosos para quienes tienen problemas renales o toman cierto tipo de medicamentos.
Adoptar hábitos conscientes y controlar el consumo de sal trae resultados tangibles: permite un mejor control de la presión arterial, favorece la salud del corazón y los riñones, y contribuye a disminuir la incidencia de enfermedades graves. El equilibrio del sodio en el cuerpo depende de muchas decisiones cotidianas: seleccionar productos frescos, limitar los ultraprocesados, leer las etiquetas, cocinar en casa y buscar alternativas naturales para sazonar.
El control consciente de la ingesta de sal es una de las maneras más efectivas y sencillas de proteger el bienestar hoy y en el futuro.
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