
Franco Randazo vive en el barrio Lourdes, a una cuadra de la cancha de Newell’s, en el macrocentro de Rosario. El viernes 20 de marzo, cuando se efectivizó el inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio anunciado la noche previa por el presidente Alberto Fernández, dejó de trabajar. No es uno de los “exceptuados” por la norma. Es analista en sistemas y empleado de empresas privadas en calidad de monotributista. En una de sus excursiones al supermercado, concibió una idea.
Volvió a su casa con las bolsas llenas. Agradeció, sin teorizar demasiado, que por suerte él podía comprar comida, aún sin percibir ingresos mensuales durante el cumplimiento de la cuarentena. Abrió el ascensor, apoyó lo que había comprado en el piso, presionó el botón de su piso y mientras subía pensó que sería muy simple ayudar. Ideó un sistema práctico: poner una caja en el palier del edificio donde cada vecino pueda depositar algo para donar.

“Se me mezclaron las ganas de ayudar con la idea de algo fácil. Estamos todos en nuestros departamentos, salimos solo a hacer compras, podemos aportar algo para que llegue a los más necesitados. Muchos la estamos pasando mal, pero hay gente que nos necesita muchísimo más”, relató Franco, en diálogo telefónico con Infobae. Lo habló con su hermana, quien vive en un edificio a la vuelta de su casa. Ella le contó que, en un intercambio de balcón, una vecina, le había sembrado la misma conciencia. Y entre los tres comenzaron a darle cuerpo a la idea.
“Doná en el ascensor” se llama la iniciativa solidaria. Franco, lo primero que hizo, fue comunicarse con el Banco de Alimentos de Rosario. “Ellos estaban recibiendo donaciones de empresas. Cuando les contó la idea, les fascinó. Me respondieron que al tratarse de una iniciativa ciudadana, iba a hacer que muchísima gente se sume”. El 3 de abril lanzaron el programa, luego de un experimento exitoso en su propio edificio. La propuesta se pliega a la campaña #ContagiemosSolidaridad que el Banco de Alimentos de la ciudad santafesina lleva a cabo junto con la Bolsa de Comercio de Rosario y distintas organizaciones sociales, en compañía del Municipio y la Provincia.

“Por cada edificio se necesita un encargado o responsable que nos contacte y un voluntario que cuando termine la cuarentena pueda llevar lo recaudado a alguna de las organizaciones sociales de la ciudad que le será indicada. En el caso de no contar con movilidad entre todos buscaremos la manera de que llegue a destino”, informan desde sus redes sociales a fin de darle un marco organizativo a la iniciativa. Los productos a donar son a libre interpretación, pero el foco se centra en los artículos de primera necesidad, por coyuntura y por demanda histórica: detergente, lavandina, cloro, jabón, papeles de aseo y alimentos no perecederos. Franco recibió la sugerencia de incluir en la lista de donaciones ropa, abrigos, mantas y frazadas, ante la amenaza del invierno.
“Ayer nos entraron muchísimas consultas. Ya superamos más de treinta edificios que se sumaron a la campaña. La mayoría son inquilinos a quienes les parece una idea muy fácil de implementar. Solo se necesita poner una caja en el palier. Nos dimos cuenta que en Rosario hay gente muy solidaria”, contó Franco. Notó, a su vez, que la gente no solamente dona productos que compra en el supermercado, sino comidas elaboradas o artículos que toman de su alacena. A su celular, le llegan las fotos de las cajas llenas de ropa, comida y elementos de limpieza. De a poco, podrá ir descargándolas para articular una donación más eficiente.
La idea ya superó los límites de su radio de acción. Lo que nació en un ascensor atravesó la frontera del consorcio. Se comunicó gente con ganas de ayudar que no tiene ascensor ni un palier común. Personas que viven en casas y quieren involucrarse en la movida solidaria. “Veremos qué forma darle. Tal vez una casa que sea referencia o alguien que pueda recoger las cajas. La idea es donar. ‘Donar en el ascensor’ es una cuestión simbólica”, expresó su creador. Incluso, la vislumbra como una práctica institucionalizada en cada edificio a emprender, presupone, todos los inviernos. Lo que se necesita es poco: una caja y una logística mínima. Lo que sobra son las ganas de ayudar.
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