En la soledad más aterradora y sin el último adiós: ¿cómo se elabora un duelo en plena pandemia de COVID-19?

Cómo influye psicológicamente la imposibilidad de sostener la mano de un ser querido en sus últimas horas, la prohibición de llevar a cabo velatorios, la restricción de los asistentes a las inhumaciones y el impedimento posterior para que familiares y amigos puedan acompañarse físicamente. Infobae dialogó con dos especialistas

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Un solitario y desolador entierro de una víctima de COVID-19 en Río de Janeiro, Brasil - Foto: REUTERS/Pilar Olivares
Un solitario y desolador entierro de una víctima de COVID-19 en Río de Janeiro, Brasil - Foto: REUTERS/Pilar Olivares

Desde épocas primitivas, los rituales funerarios tuvieron una función trascendental, tanto a nivel individual como colectivo. Observar el cuerpo de una persona muerta nos pone frente a frente con la finitud y, sobre todo, nos hace tomar conciencia que ya no volverá. Sólo vivirá en nuestros recuerdos y en todas aquellas situaciones que hayamos compartido con esa persona.

A pesar de que hay quienes no participan de velatorios, ni de entierros -porque aseguran que prefieren recordar a su ser querido como era en vida- los rituales funerarios siguen siendo fundamentales para iniciar el duelo. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 cambió todo, incluso la posibilidad de despedirse de un padre, de un hijo o de un amigo. La prohibición de llevar a cabo velatorios y la restricción de las personas que pueden estar presentes en las inhumaciones nos ponen frente a un panorama aterrador, desolador y jamás imaginado.

Sin velatorio previo, el coche fúnebre debe entrar a un sector designado en el cementerio y solamente una persona -con barbijo y guantes- puede acompañar al féretro, respetando una distancia preventiva. Dentro del ataúd, ya no hay mortajas, maquillaje, fotos, cartas, flores o un símbolo religioso puesto por sus familiares. El cadáver se coloca en una bolsa roja rociada con lavandina, si la persona falleció por COVID-19, o negra, si el deceso se produjo por otra causa. Eso es todo.

Hoy, son muy pocos los recursos que parecen quedar a salvo para poder despedir a un ser querido, sin haber tenido la posibilidad de darle el último adiós. Así, sólo quedan los rituales individuales y muy personales, como rezar según las creencias de cada persona, revisar fotos, recordar las experiencias compartidas, encender una vela en su memoria o escribir una carta de despedida, donde se escriba todo lo que pudo haber quedado pendiente y, como asimismo, expresar lo importante que fue su presencia.

Infobae entrevistó a Abel Fainstein, psiquiatra y psicoanalista; ex presidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y de la Federación Psicoanalítica de América Latina (FEPAL) - Premio Konex Diploma al Mérito; y a la psicoanalista APA Any Krieger, quienes analizaron la gravedad de la situación y el impacto que podría tener a nivel psicológico.

Foto de archivo. Trabajadores funerarios llevan un ataúd con el cuerpo de una persona que murió por la enfermedad del coronavirus (COVID-19), en un cementerio en Lima, Perú. 9 de mayo de 2020. REUTERS/Sebastián Castañeda. NO DISPONIBLE PARA REVENTA NI ARCHIVO.
Foto de archivo. Trabajadores funerarios llevan un ataúd con el cuerpo de una persona que murió por la enfermedad del coronavirus (COVID-19), en un cementerio en Lima, Perú. 9 de mayo de 2020. REUTERS/Sebastián Castañeda. NO DISPONIBLE PARA REVENTA NI ARCHIVO.

Los rituales del duelo son milenarios y muy importantes, porque ayudan a la elaboración de la pérdida. Hay que diferenciar pérdida de duelo. Una pérdida -en condiciones anteriores a esta pandemia- desencadena un trabajo de duelo, un proceso por el que todos debemos pasar para poder elaborarla. Ver el cuerpo inerte, participar del velatorio, ir al cementerio, rezar según las creencias, etc. Cuando eso está obstaculizado, como sucede ahora o en cualquier otra situación que no permita hacer los rituales del duelo, se obstaculiza el trabajo de elaboración de la pérdida. El duelo se puede hacer, pero se hace realmente mucho más difícil y requiere un trabajo extra”, explica Fainstein.

El duelo puede extenderse más tiempo del necesario, ya que se calcula que lo prudente es de 6 meses a 1 año: eso en situaciones normales. No sólo es importante poder ver el cuerpo de la persona que falleció, también lo es estar acompañado de personas queridas para poder compartir ese dolor. Los rituales tienen un lado individual, pero también tienen algo social: en un velatorio los familiares y amigos conversan, hasta pueden reír. El velatorio es un acontecimiento social y también ayuda”, afirma el profesional consultado.

La cuarentena obligatoria también impide que los familiares puedan encontrar consuelo reunidos en sus casas, después de la inhumación del cuerpo. Incluso, hay personas que deben comenzar su duelo en la soledad más absoluta y cruel: solos y entre cuatro paredes, con el teléfono como único recurso de poder sentirse acompañado, conversando con un familiar. La tecnología es la única aliada en estos casos, porque puede hacer que estemos más presentes. Incluso, en el sepelio a través de una videollamada. Sin embargo, hay muchas personas mayores que no saben cómo utilizar la tecnología y sólo pueden esperar una llamada telefónica, a la vieja usanza.

“No hay presencia física con el otro, pero podemos recurrir a la tecnología. El contacto físico, que es necesario y nos hace bien, está vedado. En este contexto, es muy importante poder estar lo más cerca posible, y la tecnología nos ayuda. Y, si no se la maneja, se habla por teléfono. A las personas mayores hay que llamarlas mucho por teléfono, hay que estar muy cerca de ellas, porque es muy importante para el trabajo del duelo. Se los acompaña así, llamándolos varias veces, porque es fundamental estar cerca pero no físicamente.

(Shutterstock)
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Incluso, las videollamadas en el entierro son un recurso. Cada uno sabe si estar en esa escena le va a hacer bien a la persona que llama. Así como ahora se festejan los cumpleaños por Zoom, en una situación como esta, es un recurso válido para quienes no pueden estar presentes por la pandemia”, asegura Fainstein, quien responde las preguntas de Infobae:

-¿Por qué los rituales funerarios son tan importantes?

-Los rituales hacen bien porque marcan la realidad de la pérdida y el acompañamiento la hace más llevadera. Primero, porque se ve el cuerpo o el ataúd, y eso es importante. En los casos de duelos de personas desaparecidas es muy complejo porque, al no ver el cuerpo, uno no termina de entender que la persona falleció. El criterio de realidad de ver un cuerpo muerto es importante para internalizarlo y ahí poder empezar el duelo. Pero, no ver el cadáver hace todo más difícil, porque todos tenemos la ilusión de que no murió. Claro que lo entendés más cuando vas al entierro.

De todos modos, al principio, uno siempre niega, pero hay datos objetivos de la realidad que ayudan a darse cuenta de que la persona está muerta. Cuando eso no es posible, tenemos este problema. Ver el cuerpo muerto es importante para no negarlo y desencadenar el duelo: darse cuenta de que se perdió a esa persona querida.

En segundo lugar, los rituales hacen bien como en el caso de los velorios, porque son el lazo social y el encuentro con el otro que ayudan a elaborar. Vivimos en comunidad y el lazo social sería semejante a un peso que se lleva entre varios. El caso más ejemplificador de lo que digo es que el ataúd es llevado entre varias personas. Eso es literal: pasar el duelo acompañado es llevar el peso entre varios. La elaboración se facilita.

En una soledad abrumadora, Michael Tokar observa desde su auto el entierro de su padre en un cementerio de Nueva York (AP Photo/David Goldman)
En una soledad abrumadora, Michael Tokar observa desde su auto el entierro de su padre en un cementerio de Nueva York (AP Photo/David Goldman)

-¿Cuáles pueden ser las consecuencias en la salud de un duelo no elaborado?

-El duelo tiene varias etapas: primero uno niega la muerte. Llegás a tu casa y pensás que vas a encontrar a ese ser querido... ves sus cosas, mirás la mesa donde comían juntos. Pero, pasan los días, y uno se identifica con lo que perdió. Entonces, por decirlo de alguna manera, uno queda moribundo: por eso uno está deprimido, sin ganas, triste. Metafóricamente, uno está como medio muerto y se identifica con la persona que perdió.

A medida que va pasando el tiempo, se van recuperando los aspectos vivos del fallecido y se van dejado de lado esas identificaciones más mortíferas: ya no se identifica con el muerto, sino en las vivencias y recuerdos con esa persona. Se buscan en la memoria las experiencias de vida con el fallecido.

Las consecuencias de esto es que uno puede perpetuarse en la primera etapa de negación, o en la segunda, de quedarse identificado con ese ser querido muerto... y uno quedarse medio muerto. Esto que digo se ve en esos duelos largos que duran más que lo necesario y que la persona no retoma su trabajo, o lo hace deficientemente, o tiene dificultades en su vida amorosa, o en sus estudios. Dentro de su mente, no logran despegarse del muerto.

En 6 u 8 meses, la gente se pone mejor salvo en situaciones muy pesadas, como la muerte de un niño o de una persona joven, que en algunos casos pueden llevar 2 ó 3 años. Esto no significa que la persona está enferma, sino que se le alargó el trabajo del duelo. En algunos casos, pueden desarrollar una depresión, si ya tienen predisposición a esa enfermedad y requieren tratamiento.

El duelo tiene varias etapas: primero uno niega la muerte (foto: Franco Fafasuli)
El duelo tiene varias etapas: primero uno niega la muerte (foto: Franco Fafasuli)

También en diálogo con Infobae, la psicoanalista Any Krieger hizo hincapié en cómo, a lo largo de los años, las personas cambiaron su manera de plantarse frente a la muerte de un ser querido, en paralelo a la mutación de los diferentes rituales para despedirse: “En todas la épocas hubo distintos rituales. Por ejemplo, estaban las lloronas, que eran mujeres grandes que se les pagaba para que lloraran durante todo el velatorio. También, estaba el estricto luto negro. Ahora y tan lejos de eso, vemos a un hombre de Ghana, a quien lo contratan con sus bailarines para sostener el ataúd mientras bailan. Incluso, se convirtió en un meme. Entonces, tenemos que pensar qué lugar se le da a la muerte en este momento. También, desaparecieron esos largos cortejos fúnebres que veíamos por las calles y los velatorios que duraban toda la noche. Esto último se daba porque había una idea de acompañar al muerto y que se necesitaban algunas horas para elaborar la despedida. Los deudos se quedaban toda la noche con el féretro. Entonces, muy de a poco, hubo un retiro de todas esas horas que se creían necesarias para la despedida”.

“Todos tenemos la imagen de la muerte de nuestros abuelos, tal vez de la mano con algunos de nosotros y acompañados por la familia. De eso, pasamos a la imagen siniestra que hoy vemos por la televisión: los abuelos en los geriátricos infectados por COVID-19. Entonces, es impactante la diferencia de la imagen. Me pregunto ¿qué pasó con la humanidad, la cuestión de la muerte y la posibilidad de elaborar el duelo de esa muerte?”, añade la psicoanalista.

-Los rituales fueron cambiando según la época, pero los rituales actuales en la pandemia son casi nulos...

-Ahora se utiliza una videollamada para ver el entierro de un ser querido y se lo publica en las redes sociales, a modo de recordatorio. Hace tiempo que los duelos pasaron de ser presenciales, a estar en dedicatorias de Facebook. Lo de la pandemia es tan siniestro que ni siquiera te permite acompañar a un ser querido. Las imágenes de las fosas comunes en Nueva York son lo más siniestro que vi en los últimos tiempos.

Elaborar un duelo es muy complejo porque, con la persona que despedimos, se va una parte nuestra: hay algo que se lleva de nosotros y que tiene que ver con el lazo que tuvimos. La muerte de un ser querido nos deja un vacío, que se llena de un modo diferente según la persona. Los afectos que van a acompañar la pérdida ni siquiera pueden ser dominados o controlados, sino que irrumpen. Obviamente, los sentimientos son tristeza, depresión y rabia, que afloran según el momento del duelo.

Un entierro masivo de personas que fallecieron debido al coronavirus en el cementerio Parque Taruma, en Manaus, Brasil - Foto: REUTERS/Bruno Kelly
Un entierro masivo de personas que fallecieron debido al coronavirus en el cementerio Parque Taruma, en Manaus, Brasil - Foto: REUTERS/Bruno Kelly

-¿Cómo cree que impactará la pandemia en la manera de hacer los duelos por las muertes de nuestros seres queridos, a los cuales hoy no podemos asistirlos en sus últimas horas, ni despedirlos, ni acompañarnos luego del sepelio con otros familiares o amigos por la cuarentena?

-Hoy no podemos saber qué va a pasar con esos duelos porque van a ser muy particulares, como en el caso de los duelos de las personas desaparecidas: no es lo mismo pero toda la situación que envuelve a la enfermedad es trágica. El duelo que se hace por una persona mayor que fallece por causas naturales o de alguna enfermedad no es el mismo que el de una persona que fallece por COVID-19. El duelo del COVID-19 nos une en una situación trágica porque uno lo compara con las guerras, aunque hoy algunos nos podamos quedar en casa y otros tengan que salir a trabajar.

Es toda una situación antinatural y antihumana. Entonces me pregunto, ¿cómo se hace un duelo antihumano? No lo sé, a mí las imágenes de las fosas comunes en los cementerios de Nueva York me devastaron. Esto va a dejar unas huellas y cicatrices que vamos a tener que elaborar, y llenarlas de condimentos humanos, para neutralizar lo inhumano de lo que estamos viviendo. Además, la causa de la muerte es la proximidad con el otro -la cercanía es algo tan necesario para los seres humanos- o la autoinfección a través de las manos, así que tampoco podemos ni siquiera abrazarnos para sentirnos aliviados. Entonces, lo veo muy cercano a la tragedia.

-¿Cuándo vamos a empezar a ver las consecuencias de estos duelos de tan difícil elaboración?

-Dentro de un año. Pueden aparecer enfermedades psicosomáticas graves, depresión, melancolía, estrés post traumático... El ser humano es un ser social que necesita del prójimo y, en un momento de tanto dolor, ¿cómo hace si no puede compartirlo? Por eso digo que todo esto es inhumano. Las consecuencias las vamos a ver dentro de un año pero, como efecto de esto, los duelos en época de COVID-19 no van a ser normales, ni humanos.

-¿Qué herramientas de ayuda pueden surgir para ayudar en este tipo de duelos?

-Seguramente se van a armar grupos vía Zoom, como lo hacen ya muchas agrupaciones en casos de muertes traumáticas. Se van a armar plataformas de duelantes de coronavirus y ahí se podrá hablar para ayudar al duelo. Se busca al prójimo, con el cual uno puede identificarse y compartir el dolor. La duración del duelo depende de cada uno, no comparto la postura que sostiene que dura aproximadamente un año. Menos en esta época, en la que los duelos van por la vía de lo inhumano.

No todos los duelos son idénticos, cada duelo es distinto, incluso con la muerte de la madre o del padre de una misma persona. Podemos cargar mucho tiempo con la muerte de uno y superar mucho más rápido la pérdida del otro, según la relación que hayamos tenido.

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