
El último viernes el presidente Alberto Fernández prorrogó hasta el 26 de abril la cuarentena total, que obliga al aislamiento social. Sin embargo, liberó algunas actividades económicas –pocas–, que este lunes volvieron a funcionar de manera limitada: talleres de autos, gomerías y bancos.
El mandatario llamó a esta segunda etapa del aislamiento una “cuarentena administrativa”, que incorporó a la nómina de autorizaciones a trabajadores de esos tres oficios. “Hay algunas actividades que vamos a permitir –dijo en cadena nacional aquella noche del 10 de abril–. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y muchos municipios nos han pedido que estén habilitados los talleres para reparar los autos, patrulleros y ambulancias que son utilizados por aquellos exceptuados para cumplir tareas. Lo mismo vamos a permitir con las gomerías: la producción de neumáticos y la apertura de los negocios”. Luego, se refirió a los bancos, que deberán operar con un protocolo de distanciamiento social y atención en sucursales a través de un sistema de turnos preacordados.
Las entidades bancarias establecieron un régimen de turnos: asignaron dos consultas cada media hora. El método –esta vez– fue prolijo y efectivo. Las sucursales estaban prácticamente vacías y las colas que se desplegaban en las veredas pertenecían a la espera para el uso del cajero automático, los depósitos o la extracción de efectivo. Las cajas están habilitadas solo para jubilados el día que corresponda la finalización de su DNI: no se pueden retirar divisas extranjeras. Se pueden realizar consultas por documentación, chequeras, préstamos personales, retiro de tarjetas y acceder a cajas de seguridad.

La jornada amaneció plomiza. Eduardo abrió su taller mecánico sobre Gorriti, en Palermo, a las siete de la mañana, como si fuese un día normal. Tenía trabajos tomados desde antes de la cuarentena: un Corsa con la caja de velocidad trabada y una Sharan con problemas en el tren delantero. Son vehículos de clientes asiduos. Sus dueños se comunicaron con él para saber si el lunes iba a abrir. Les dijo que sí. Pero desconocía si efectivamente iban a presentarse. Sencillamente porque no disponen del permiso de circulación y, en caso de llevar el auto a su taller, se exponen a sanciones.
En el decreto, no hay mención de ninguna actividad específica. Aclara, asimismo, que cada distrito podrá concebir un protocolo de implementación, donde asentar las excepciones del cumplimiento del aislamiento y la prohibición de circulación al personal afectado a actividades especiales o a quienes habitan áreas geográficas delimitadas. La exención incorpora a los fabricantes de neumáticos, gomerías y talleres mecánicos con el objetivo de que ofrezcan respuesta a las necesidades de la población ya exceptuada. El “listado de permisos para la circulación” –donde los trabajadores acceden a los certificados– así lo acredita. El punto 4 de la decisión administrativa 490/2020 reza: “Talleres para mantenimiento y reparación de automotores, motocicletas y bicicletas: exclusivamente para transporte público, vehículos de las fuerzas de seguridad y fuerzas armadas, vehículos afectados a las prestaciones de salud o al personal con autorización para circular, conforme la normativa vigente”.
Eduardo abrió su local porque “necesito reactivar mi economía”. “Estoy consumiendo mis ahorros. Si no genero ingresos, estoy al horno. Podés tener un resguardo económico un determinado tiempo, pero ya no sabemos cuánto va a durar esto”, expresó. Su incertidumbre es igual a la de muchos. Ahora, en su condición de trabajador “esencial”, no distingue un panorama alentador. “Ni siquiera cuando esto termine y las personas encuentren fallas en sus autos por el poco uso, esto se va a volver a mover. Va a seguir todo parado porque las personas no van a tener plata y no va a haber repuestos disponibles. Va a ser difícil la reactivación”, estimó.

Según la aplicación GranData, una herramienta que mide el impacto del aislamiento en el movimiento de las personas, la circulación en la Ciudad de Buenos Aires se redujo un 73,08 por ciento. De ese flujo habla Eduardo cuando apela a la lógica para graficar su drama: “Si no andan los autos, los autos no se rompen, y si no se rompen no vamos a poder arreglar nada”.
En el taller mecánico Boya Inyección, sobre la calle Humboldt del barrio de Villa Crespo, hay cuatro autos. El de Esteban, su dueño, y el de otros tres clientes. Permanecen desde el jueves 19 de marzo, el día en que se anunció el comienzo de la cuarentena. Hoy, Esteban se comunicó con los dueños de los vehículos para informarles que están reparados. Aquellos que tienen permisos de circulación podrán retirarlo. A los otros, el taller les sirve como estacionamiento gratuito hasta el fin de la cuarentena.
El taller que administra se fundó en 1965. Heredó el oficio de su padre, con quien comenzó a trabajar cuando tenía veinte años. “Hace 24 años que estoy acá adentro y nunca viví una situación similar. Esto nos mata a todos, nos destruye. Para alguien que alquila, que tiene varios empleados y que tiene que seguir pagando los servicios, es un drama”, narró. A su vez, contó que conoce talleres que no levantaron sus persianas por la precariedad económica y por prevención sanitaria. “Ayer hablé con algunos colegas que no van a abrir porque son gente mayor y no quiere exponerse al virus”, enunció.

Su presagio no es promisorio. “No va a ser fácil salir de ésta –avisó–. Cuando se ponga en marcha todo, la gente no va a tener una moneda para pagar sus gastos. Abrí para mis clientes y nada más. Estoy a pérdida, pero no puedo dejar de atenderlos. Yo sé que no me van a empezar a caer autos”. Avizora que la normalización de la dinámica cotidiana será antes de la regulación de las economías familiares. “Va a venir gente que me va a pedir financiar los trabajos y, si son clientes habituales, voy a tener que aceptarlo”, interpretó.
Esteban recibió a Infobae con guantes negros y barbijos. Su atención por cuestiones sanitarias viene alentada desde su casa. Contó que su señora le está preparando un dispenser con una mezcla de agua y alcohol para esterilizar los vehículos que ingresen al taller. “Yo no sé dónde está el virus. Por eso, cuando los reciba voy a tener que desinfectarlos antes de ponerme a trabajar”, advirtió.
Miguel también tiene guantes y barbijo. Trabaja en Escapes Tito, sobre la Avenida Juan B. Justo, casi esquina Warnes, en pleno polo automotor de la Ciudad de Buenos Aires. Durante la mañana del lunes, atendió tres vehículos: un empleado de un laboratorio, un personal de la salud y un hombre que tiene a su hija enferma. Recibió llamados de clientes que le confesaron que no tienen el permiso para circular. Les explicó que no puede recibirlos si no presentan la declaración jurada que los habilite. “Lo de esta mañana habrá sido una excepción. Sé que no voy a recibir una gran cantidad de clientes. Pensé que iba a encontrar más movimiento”.

El lunes en la mítica avenida Warnes del barrio de Villa Crespo tiene cara de domingo. Los comercios de repuestos, que alguien imaginaba abiertos, permanecen con las persianas bajas. El punto 5 de las últimas excepciones incorporadas al decreto los atañe: “Venta de repuestos, partes y piezas para automotores, motocicletas y bicicletas. Únicamente bajo la modalidad de entrega puerta a puerta. En ningún caso podrán realizar atención al público”. Su tarea, aún tímida y escasa, es proveer de insumos a los talleres mecánicos. Tienen un problema: disponen solo de su stock en depósito. Con las importaciones detenidas, su radio de acción se reduce considerablemente.
Alejandro también reabrió su local en el polo automotor porteño. Es venezolano, oriundo de Caracas, y tiene 30 años: llegó al país en 2017 con su pareja Ruth (27 años de edad, de profesión enfermera). Estuvieron dos meses para conseguir la habilitación. La obtuvieron en los primeros días de marzo. El viernes 20 comenzó la cuarentena total. Desde entonces, en su taller duermen cuatro autos y una moto. “Salvo la Fiorino que es de un cliente que trabaja en la obra pública, el resto no lo va a retirar hasta que no tenga el permiso”, informó.

“Nadie estaba preparado para esto. Pero no tenemos otra opción”, aceptó. Su inversión y su capital hoy quedaron muy comprometidos: “Nos quedamos sin fondos. No sé cómo vamos a hacer para pagar el alquiler y los gastos de la habilitación”. Por el momento, para atravesar las urgencias diarias, debieron recurrir a uno de los trabajos más demandados: el delivery. Lo hacen en Hurlingham, por donde viven.
No todos los talleres mecánicos volvieron a la actividad. No todas las grandes cadenas de venta de neumáticos abrieron. Javier trabaja en Neumáticos Cuello, ubicado en la esquina de Uriarte y Cabrera en pleno barrio de Palermo, desde hace veinte años. Con barbijo y guantes, con un alcohol en gel recién abierto en una posición privilegiada, recibió a Infobae. Habían abierto a las ocho de la mañana. Para el mediodía ya habían atendido a un motociclista que hace delivery, a un taxista, a un chofer de camión de verdulería, a una bodega y un corralón cercano. “Imagino que trabajo no nos va a faltar –comprendió–, pero sí notamos en la calle mucho menos movimiento del que pensábamos. Lo bueno es que volvimos. Necesitábamos volver a trabajar”, concluyó.
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