Jorge Luis Borges, un antiperonista incorregible

Dos textos del gran escritor argentino pusieron en palabras su tajante opinión política, pero apenas componen una parte de la antinomia que surca la producción literaria de los últimos 80 años, todavía vigente

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Un famoso dicho de Borges con respecto al peronismo es “Los peronistas no son ni buenos, ni malos; son incorregibles”. Dado el conocido y perseverante antiperonismo del escritor argentino, creemos que este bien merece ser considerado como “un antiperonista incorregible”. Dicho esto, y para evitar malentendidos, aclaremos de entrada que en estas líneas no nos proponemos ni criticar ni defender a Borges. Nuestro propósito es otro. Nos interesa pasar del plano de los enunciados generales al comentario concreto de textos específicos en los cuales el autor expone su antiperonismo.

En cuanto a los textos de Borges, si bien no son los únicos, por cuestiones de espacio nos limitaremos a dos que son de referencia ineludible. El primero de ellos es “La fiesta del monstruo”, un cuento escrito en colaboración con Adolfo Bioy Casares, bajo el seudónimo de H. Bustos Domecq. Si bien la narración fue producida en 1947, solo fue publicada años después, pudiéndose suponer que dicha demora se debió a que el cuentista, teniendo en cuenta el conocido episodio de la pérdida de su cargo en una biblioteca municipal, razonablemente se mostrase cauteloso. Por otro lado, hay que destacar que por cierto Borges no fue el único autor liberal que produjo un relato referido al peronismo. Como ha destacado Rodolfo Borello, en un libro precisamente dedicado al peronismo en la narrativa argentina: “De los narradores que describieron esta época, los liberales componen el sector más importante. No sólo por su cantidad sino y fundamentalmente por la variedad de sus enfoques”.

Básicamente, el texto es un relato efectuado por un narrador a una mujer, llamada Nelly, sobre las distintas peripecias vividas en su trayecto hacia la Plaza de Mayo, donde finalmente escucharía las palabras del “Monstruo”, al que alude el título del cuento. Si bien ese “Monstruo” no es mencionado con nombre y apellido, está implícito que se trata de Perón. El cuento tiene un matiz caricaturesco, donde el narrador se expresa de una forma singular. Para tener una idea de ello, recordemos el inicio del texto: “Te prevengo, Nelly, que fue una jornada cívica en forma. Yo, en mi condición de pie plano, y de propenso a que se me ataje el resuello por el pescuezo corto y la panza hipopótama tuve un serio oponente en la fatiga, máxime calculando que la noche antes yo pensaba acostarme con las gallinas, cosa de no quedar como un costra en la perfomance del feriado”.

Borges y Bioy
Borges y Bioy

Este es el tono que predomina en todo el relato, aun en el pasaje que podría considerarse más dramático de este, en que el narrador y sus compañeros matan a un judío en su trayecto hacia la Plaza: “El pelo era colorado; los libros, bajo el brazo y de estudio. (…) Tonelada, que siempre es el mismo, (…) le dijo al rusovita que mostrara un cachito más de respeto a la opinión ajena, señor, y saludara a la figura del Monstruo. El otro contestó con el despropósito que él tenía su opinión. (…) El primer cascotazo lo acertó de puro tarro, Tabacman, y le desparramó las encías, y la sangre era un chorro negro. Yo me calenté con la sangre y le arrimé otro viaje con un cascote que le aplasté la oreja y ya perdí la cuenta de los impactos, porque el bombardeo era masivo. (…) Cuando sonaron las campanas de Montserrat se cayó, porque estaba muerto”. Este tipo de escena de crueldad y muerte realizada por partidarios de Perón, que recuerda al episodio del unitario en El matadero de Esteban Echeverría, se repetirá por cierto en las obras de otros autores antiperonistas.

El segundo de los textos de Borges, “L’illusion comique” es particularmente interesante por el contexto dentro del cual se produce. El artículo apareció en el número 237 de la revista Sur, de noviembre-diciembre de 1955, es decir, poco después del golpe de Estado de septiembre de ese año que derrocó al gobierno de Perón. Posiblemente a la mayoría de los lectores no les resulte especialmente significativo tal número, pero sin embargo debemos señalar que sí lo fue, ya que marca dentro de la historia intelectual argentina uno de los más ríspidos cuestionamientos al peronismo realizado por una revista cultural. Durante los años del gobierno peronista, la revista Sur, creada por Victoria Ocampo, había mantenido una actitud cautelosa. Como ha comentado Flavia Fiorucci en un libro dedicado a la relación entre los intelectuales y el primer peronismo: “Durante los años en que Perón gobernó, el mensaje opositor fue desplazado en Sur a una posición marginal, al comentario sobre un libro, una exposición o un concierto. Esto significa que, si bien es posible reconstruir un discurso crítico sobre el gobierno, la revista no asumió la voz de la oposición intelectual en el período”.

Sin embargo, una vez derrocado el gobierno peronista, la situación cambió drásticamente. En el citado número de Sur, se hace presente con toda fuerza el antiperonismo, como ha señalado en un artículo Judith Podlubne: “El emblemático número 237 (…) reúne en su mayoría testimonios de autores que condenan los abusos y atropellos que habrían caracterizado la «dictadura» de los últimos doce años, al tiempo que ponderan el restablecimiento de valores, «la restitución de la verdad», que no dudan les deparará el nuevo régimen”. Es decir, bajo el lema “Por la reconstrucción nacional”, ese número de Sur no solo se dedica a censurar los “desmanes” que se habrían cometido durante el gobierno peronista, sino que invitaba a una “reconstrucción” de la nación después de los años de la “tiranía”.

El equipo de la revista Sur comandado por Victoria Ocampo
El equipo de la revista Sur comandado por Victoria Ocampo

Es dentro del contexto de ese ejemplar de Sur que debe encuadrarse el artículo de Borges, que por cierto es uno de los dos principales del número (el otro es “La hora de la verdad”, de Victoria Ocampo). El título del texto del escritor argentino alude a una obra teatral del mismo nombre, escrita por el dramaturgo francés Pierre Corneille, en la que se aborda el tema del teatro dentro del teatro, por lo cual tiene una estructura compleja donde se multiplican las ilusiones y los equívocos. En sintonía con esa perspectiva, Borges trata de mostrar el carácter ilusorio que presentaría el peronismo. Recordemos entonces cómo plantea desde un inicio esa supuesta condición ficticia, que en última instancia lo que haría es ocultar otra realidad: “Durante años de oprobio y bobería, los métodos de la propaganda comercial y de la litérature pour concierges fueron aplicados al gobierno de la república. Hubo así dos historias: una, de índole criminal, hecha de cárceles, torturas, prostituciones, robos, muertes e incendios; otra, de carácter escénico, hecha de necedades y fábulas para consumo de patanes. Abordar el examen de la segunda, quizá no menos detestable que la primera, es el fin de esta página”.

Para Borges, ese carácter imaginario, falso, que rodeó al peronismo ya podría observarse desde un inicio, desde lo que se considera su fecha fundacional: “El día 17 de octubre de 1945 se simuló que un coronel había sido arrestado y secuestrado y que el pueblo de Buenos Aires lo rescataba; nadie se detuvo a explicar quiénes lo habían secuestrado ni cómo se sabía su paradero. Tampoco hubo sanciones legales para los supuestos culpables ni se revelaron o conjeturaron sus nombres”.

En su artículo, Borges también se refiere a otros sucesos históricos más cercanos en el tiempo, por lo cual conviene repasar algunos hechos de la época. El 16 de junio de 1955, en un ataque de fuerzas antiperonistas, aviones de la Marina de Guerra iniciaron un bombardeo sobre Plaza de Mayo, que dejó un saldo de muchos muertos y numerosísimos heridos. A partir de allí, se produjeron diversos acontecimientos. Entre ellos, el que cabe tener en cuenta a los fines de este comentario es la nota de renuncia fechada el día 30 de agosto de 1955, dirigida por Perón al presidente del Partido Justicialista, Alejandro Leloir, donde ofrecía su supuesta renuncia si ello conducía a la pacificación del país. Ello originó una movilización a Plaza de Mayo el día 31 de agosto, durante la cual Perón pronunció uno de sus más recordados y duros discursos (la frase más conocida de este posiblemente sea “Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos”).

Una manifestación en los últimos días del segundo gobierno peronista, 1955
Una manifestación en los últimos días del segundo gobierno peronista, 1955

¿Cómo da cuenta Borges en su artículo de este hecho? De la siguiente manera: “En un decurso de diez años las representaciones arreciaron abundantemente; con el tiempo fue creciendo el desdén por los prosaicos escrúpulos del realismo. En la mañana del 31 de agosto, el coronel, ya dictador, simuló renunciar a la presidencia, pero no elevó la renuncia al Congreso (…) Nadie, ni siquiera el personal de las unidades básicas, ignoraba que el objeto de esa maniobra era obligar al pueblo a rogarle que retirara su renuncia. (…) Antes que anocheciera, el dictador salió a un balcón de la Casa Rosada. Previsiblemente lo aclamaron; se olvidó de renunciar a su renuncia o tal vez no lo hizo porque todos sabían que lo haría y hubiera sido una pesadez insistir. Ordenó, en cambio, a los oyentes una indiscriminada matanza de opositores y nuevamente lo aclamaron”. Si bien podría agregarse algún otro fragmento, entendemos que con los citados basta para tener una clara idea del carácter del artículo.

Antes de finalizar, quisiéramos formular una reflexión sobre un aspecto que nos parece fundamental. El caso del antiperonismo de Borges es precisamente eso: un caso. La literatura argentina, desde hace muchos años, está atravesada por la antinomia peronismo/antiperonismo. Si esta fuera solamente algo perteneciente a un pasado, sin ninguna importancia en nuestro presente, podríamos interpretar los textos y los debates que reflejan tal oposición como coloridas obras y discusiones, de otros períodos. Sin embargo, con ciertas transformaciones y adaptaciones, tal antinomia sigue aún hoy muy vigente, traspasando por supuesto lo literario. Por ello, dar cuenta de las distintas modulaciones que esa oposición adquirió a través del tiempo en diversos autores y obras se torna una tarea insoslayable.

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