Estar inmerso en una semana llena de estrés, con múltiples tareas acumulándose y el cansancio en aumento, puede mejorar con algo tan simple como recibir una oferta de vuelos a un destino soñado. Aunque no sea posible viajar en ese momento, investiga sobre el lugar, piensa en lo que se podría hacer allí y anticipar la experiencia puede generar una sensación de alivio y alegría. Este acto de planificación, sin haber reservado aún un boleto de transporte, ya comienza a impactar positivamente en el estado mental.
Diversos estudios sugieren que planificar un viaje puede tener un efecto casi tan positivo como el propio viaje. Los beneficios emocionales y psicológicos no solo provienen del momento de explorar un nuevo lugar, sino también de la anticipación que impulsa a pensar en el futuro. Incluso antes de salir de casa, quienes planean un viaje experimentan una mejora en su bienestar mental al desconectarse de la rutina y anticipar nuevas experiencias.
Investigaciones sobre el impacto positivo de viajar

Viajar no solo enriquece culturalmente, también tiene un impacto directo en la salud mental. Una encuesta realizada a 485 adultos en los Estados Unidos reveló que aquellos que viajaban con frecuencia mostraban mayores niveles de empatía, energía, atención y concentración. Estos resultados subrayan que salir de la rutina, explorar nuevos lugares y adaptarse a diferentes entornos no solo benefician el cuerpo, sino también la mente.
Otras investigaciones han encontrado que el proceso de adaptación a culturas extranjeras puede ser un estímulo para la creatividad. Cuando las personas se enfrentan a situaciones fuera de lo familiar, su mente se ve obligada a buscar soluciones y a abrirse a nuevas formas de pensar. Así, los viajeros no solo se enriquecen con las experiencias que viven, sino que también entrenan su capacidad de ser más flexibles y creativos al enfrentarse a lo desconocido.
Estudio de la Universidad de Cornell sobre la anticipación de experiencias

Un estudio realizado por la Universidad de Cornell demostró que la anticipación de una experiencia, como un viaje, puede aumentar significativamente los niveles de felicidad de una persona. Este estudio reveló que anticipar una experiencia resulta más placentera que esperar la adquisición de bienes materiales. En otras palabras, soñar con unas vacaciones puede generar más satisfacción que esperar la compra de un nuevo teléfono o una prenda de ropa por ejemplo.
Los resultados de la investigación muestran que las experiencias tienen un valor emocional más profundo que los objetos materiales. Los viajes, en particular, proporcionan recuerdos duraderos, mientras que los bienes pierden su novedad con el tiempo. La anticipación de un viaje involucra expectativas sobre la emoción de explorar nuevos lugares, probar comidas diferentes y vivir aventuras, lo que hace que esa espera sea una fuente constante de alegría.
Perspectiva optimista al planificar viajes

El acto de planificar un viaje no solo organiza la logística de la aventura, también tiene un impacto emocional positivo. Según explica Matthew Killingsworth, investigador de la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania, en uno de sus estudios, la planificación de un viaje fomenta una mentalidad optimista. Esto se debe a que los seres humanos pasan gran parte de su vida mental pensando en el futuro, y cuando se anticipan cosas buenas, como un viaje, esa perspectiva futura se convierte en una fuente de alegría.
Killingsworth señala que tener un viaje en mente ayuda a generar una sensación de bienestar porque ofrece algo emocionante que esperar. En este sentido, saber que se está organizando una escapada permite al individuo enfocar su energía en un futuro positivo, lo que reduce el estrés y mejora el estado de ánimo. Incluso si el viaje aún está lejos, la sola expectativa de lo que vendrá ya proporciona beneficios emocionales.
Disfrute en la anticipación de experiencias temporales

Una de las razones por las que planificar un viaje genera tanto placer es porque los viajes tienen una duración limitada, lo que los hace más especiales. El hecho de que un viaje tenga un comienzo y un final definido permite que las personas lo disfruten más intensamente, incluso antes de que comience. Saber que la experiencia será temporal impulsa a las personas a saborearla y valorarla aún más.
Curiosamente, algunas personas prefieren retrasar sus viajes o buenas experiencias para prolongar el período de anticipación. Esto sugiere que la espera y la planificación no solo son necesarias, sino deseadas, ya que añaden un componente emocional adicional. Así, el viaje comienza mucho antes de partir, en la mente de quien lo planea, al anticipar cada detalle y disfrutar de la idea de vivir algo nuevo y único.
Incertidumbre positiva en la planificación
Al planificar un viaje, existe una mezcla interesante de certeza e incertidumbre que mantiene a las personas mentalmente estimuladas. Mientras que se puede conocer el destino, las fechas y algunas actividades, hay otros aspectos, como los encuentros inesperados o las experiencias novedosas, que permanecen en el misterio. Esta combinación de familiaridad con lo desconocido genera una sensación de emoción emocionante que resulta atractiva para la mente.
El hecho de no tener todos los detalles del viaje completamente definidos deja espacio para la imaginación y la expectativa, lo que mantiene el interés en alto. Esta novedad es clave para que el proceso de planificación sea mentalmente estimulante. Saber lo suficiente para entusiasmarse, pero también dejar margen a la sorpresa, provoca que la mente siga ocupada, creando un equilibrio perfecto entre seguridad y curiosidad.
Visualización del viaje como consumo mental
El viaje comienza mucho antes de que los viajeros pisen su destino. Según estos estudios, cuando las personas empiezan a planificar un viaje, también comienzan a “consumirlo” mentalmente . Al imaginarse disfrutando de una tarde en una plaza europea, recorriendo calles desconocidas o compartiendo momentos especiales con amigos, ya están experimentando una versión anticipada de esos eventos en su mente.
Este proceso de visualización no solo genera placer, sino que además permite al cerebro recrear las emociones que se vivirán en el futuro. Cada vez que alguien piensa en las actividades que realizarán o los lugares que visitará, su mente reproducirá una pequeña porción de esa felicidad futura. De este modo, la planificación se convierte en una especie de viaje mental previo, que mantiene la emoción activa y refuerza el bienestar.
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