
Las personas suelen creer y compartir noticias falsas no únicamente porque refuercen sus ideas previas, sino porque apelan a sus emociones y a su relevancia personal. Esta es la principal conclusión de un reciente estudio publicado en Information Systems Frontiers y realizado por expertos del Robinson College of Business de la Universidad Estatal de Georgia, la Universidad Estatal de Kennesaw y la Universidad de Tennessee.
La investigación señala que, en contextos de incertidumbre, el atractivo emocional y la conexión personal pesan más que la veracidad de la información. Este mecanismo alimenta la rápida propagación de la desinformación en redes sociales, con efectos directos para la salud democrática y la calidad del debate público.
El estudio, dirigido por Aaron French, Amrita George, Joshua Madden y Veda C. Storey, parte de una interrogante central: ¿por qué la gente cree y difunde noticias falsas, y en qué difiere este comportamiento del consumo de noticias sensacionalistas?

Mientras investigaciones anteriores se centraban en el sesgo de confirmación como principal motivo, los autores identifican una motivación más profunda en tiempos de ansiedad e inestabilidad como la pandemia de COVID-19. George precisó: “Las personas consumen noticias falsas de forma diferente a las noticias sensacionalistas... porque les resultan útiles, ya sea emocional o informativamente”.
Con el objetivo de explorar este fenómeno, los investigadores desarrollaron el modelo COP (Contenido-Ventana de Overton-Utilidad Percibida), que analiza tres dimensiones esenciales al valorar cualquier noticia: su veracidad, su atractivo emocional y su relevancia personal. Estos elementos determinan si una historia será leída, compartida o recibirá un “me gusta”.
El modelo incorpora la ventana de Overton: el rango de ideas consideradas aceptables en el discurso público en cada momento. Si una noticia falsa se adapta a esta ventana, o logra expandirla, su probabilidad de aceptación social crece significativamente. “Desempeña un papel importante en la respuesta a las noticias falsas. Determina si estas serían aceptables o inaceptables para la gente”, señaló George en un comunicado de prensa.

Para validar este enfoque, el equipo analizó más de 10.000 tuits relacionados con la COVID-19, midiendo cuáles recibieron mayor apoyo (“me gusta”) y cuáles fueron rechazados mediante comentarios negativos. El análisis abarcó emociones y sentimientos predominantes, con énfasis en el tono, la confianza y la relevancia del mensaje.
Así, demostraron que los usuarios son particularmente sensibles a emociones negativas como el miedo, la ira y el disgusto. Incluso en ausencia de veracidad, un tuit con fuerte conexión emocional y relevancia personal tenía mayores probabilidades de recibir apoyo y ser compartido. Otro hallazgo destacado: la tolerancia hacia la información falsa creció cuando esta proporcionó satisfacción emocional, un fenómeno más intenso que el observado en el periodismo sensacionalista clásico.
“Un hallazgo realmente interesante fue que, en lugar de proporcionar información, las noticias falsas brindaron más apoyo emocional en tiempos de incertidumbre”, afirmó George. En ese sentido, los autores advierten sobre la necesidad urgente de comprender los mecanismos que favorecen la propagación de la desinformación, sobre todo frente al auge del contenido generado por inteligencia artificial.

Entre las recomendaciones, sugieren que la proporción de “me gusta” y respuestas podría indicar la presencia de contenido engañoso o provocador. Además, recomiendan que los sistemas de detección de desinformación incorporen el análisis del tono emocional junto a la verificación de datos.
Los resultados refuerzan la importancia de la alfabetización mediática para identificar no solo falsedades, sino también las estrategias de manipulación emocional. Finlandia constituye un ejemplo: ha integrado la alfabetización mediática en las escuelas desde los primeros años, una medida que, según los investigadores, ayudaría a blindar a la sociedad ante la desinformación emocional.
El trabajo pone el foco en el papel central de la ventana de Overton al facilitar la normalización de ideas extremas. Cuando las noticias falsas con alto contenido emocional logran aceptación, contribuyen a expandir los límites de lo que se considera legítimo en el debate público. Este proceso impacta la configuración de la opinión pública y la dinámica social.
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