
El Dr. Robert Lustig, endocrinólogo y referente en metabolismo, advirtió sobre el impacto de la adicción alimentaria en el daño cerebral y el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas. En una entrevista con el podcast The Diary Of A CEO, el especialista sostuvo que la epidemia de consumo de alimentos ultraprocesados y azúcar constituye un factor ambiental clave en el aumento de demencia y Alzheimer.
“El 73% de los productos en el supermercado estadounidense son veneno, porque el azúcar está oculto en todos los alimentos”, afirmó Lustig, señalando la magnitud de un problema que, en su visión, trasciende la genética y representa una amenaza global.
Lustig explicó que solo el 5% del riesgo de padecer Alzheimer es atribuible a causas genéticas, mientras que el 95% restante responde a factores ambientales, entre ellos la contaminación, la presencia de microplásticos y, centralmente, la alimentación rica en ultraprocesados y azúcares añadidos.
“La industria alimentaria utiliza 262 nombres diferentes para el azúcar, porque saben que, al añadirlo, la gente compra más”, señaló Lustig durante la conversación con The Diary Of A CEO. El endocrinólogo advirtió que este consumo masivo estimula la dopamina cerebral, generando un ciclo de placer y adicción similar al de sustancias como la cocaína o el alcohol.

Mecanismos neurobiológicos y desarrollo de daño cerebral
El mecanismo neurobiológico de la adicción alimentaria, según Lustig, reside en la sobreestimulación crónica de la dopamina, neurotransmisor esencial en el aprendizaje y la recompensa. En condiciones normales, la dopamina permite aprender de las experiencias y motiva a repetir conductas placenteras.
Cuando la liberación se vuelve constante debido al consumo de azúcar y ultraprocesados, los receptores cerebrales se desensibilizan, situación que conduce a la búsqueda de dosis cada vez mayores. “La tolerancia es el inicio de la adicción. Más dopamina, más tolerancia; más tolerancia, más adicción”, explicó el médico en The Diary Of A CEO. Lustig detalló que este fenómeno termina por dañar neuronas y puede desencadenar enfermedades neurodegenerativas.
En cuanto al consumo de edulcorantes artificiales, el endocrinólogo citó estudios recientes que vinculan el uso de aspartame y sucralosa con un mayor riesgo de demencia, a raíz de la producción de especies reactivas de oxígeno (ROS) que dañan las células cerebrales. “El consumo de edulcorantes no nutritivos se correlaciona con la demencia, y sabemos por qué: especies reactivas de oxígeno”, puntualizó Lustig.
Explicó, además, que estos compuestos, al igual que el exceso de azúcar, perjudican la función mitocondrial y desencadenan una crisis energética en las neuronas, lo que favorece la formación de placas y la inflamación cerebral, pasos previos a la muerte neuronal observada en la demencia.

Influencia del entorno y prevención
El contexto ambiental, de acuerdo con Lustig, resulta determinante. Factores como la contaminación del aire, los microplásticos y la exposición continua a ultraprocesados contribuyen a la disfunción mitocondrial y al estrés oxidativo en el cerebro.
Si bien existen variables genéticas, como la presencia del gen APOE4, la mayoría de los casos de Alzheimer podrían prevenirse mediante cambios en el estilo de vida, principalmente a través de una dieta adecuada.
Estrategias para reducir la exposición y barreras sociales
Lustig propuso diversas estrategias para limitar el contacto con alimentos adictivos. Sostuvo que cualquier producto con etiqueta suele contener ingredientes ultraprocesados o azúcares ocultos. “Si un alimento tiene azúcar entre los tres primeros ingredientes, es un postre”, advirtió. También recomendó evitar acudir al supermercado con hambre y priorizar los alimentos frescos.
Desaconsejó el consumo de jugos y batidos, porque la fibra presente en la fruta entera es esencial para regular la absorción de azúcares y proteger la salud metabólica. El médico reconoció que cambiar estos hábitos resulta complejo debido a la omnipresencia del azúcar y la presión de la industria alimentaria. “Si sigues comiendo lo mismo, no esperes resultados diferentes”, sentenció.
Por otro lado, subrayó que el ejercicio físico, aunque beneficioso para la salud cerebral y para la prevención de la demencia, no compensa los efectos del consumo excesivo de azúcar y ultraprocesados en el metabolismo y el peso corporal. “El ejercicio tiene sus propios beneficios metabólicos, pero si crees que te hará perder peso, estás equivocado”, afirmó.

Impacto social y experiencias de cambio
El alcance social de estas advertencias se refleja en testimonios de personas que mejoraron su salud al adoptar las recomendaciones de Lustig. En The Diary Of A CEO, se compartieron historias de individuos que consiguieron revertir la prediabetes, perder peso y mejorar su calidad de vida al eliminar el azúcar y los ultraprocesados.
Uno de los comentarios destacados relató: “Descubrí a Robert hace tres años después de que mi médico me dijo que era prediabético. Tres años después, mis niveles sanguíneos son completamente normales y todos me dicen lo bien que me veo”. Otro testimonio narró la remisión de un cáncer avanzado tras la adopción de una dieta cetogénica y el ayuno intermitente siguiendo las pautas propuestas.
A pesar de estos avances individuales, Lustig insistió en que el problema persiste y requiere soluciones de carácter estructural. El especialista enfatizó que la lucha contra la adicción alimentaria y el daño cerebral relacionado debe ser colectiva y sostenida, ya que constituye una amenaza de salud pública de dimensiones globales.
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