Juntos por el Cambio, en modo autodestrucción: festejan Massa y Milei

La interna de la coalición opositora se puso muy áspera con la pulseada entre Larreta y Bullrich, la intervención de Macri y los vaivenes de la UCR. Milei saca ventaja y el Gobierno gana tiempo

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El video que circuló en las redes sociales

Hasta los kirchneristas se dieron cuenta. Había que golpear sobre las contradicciones. El video anda dando vueltas por las redes. El jueves pasó rápido las 50.000 visualizaciones solo en Twitter, pero también se replicó fuerte en Instagram y en la incontrolable aplicación china TikTok, la preferida de los más jóvenes.

Una mujer de cierto parecido con María Eugenia Vidal canta ante el micrófono el hit global de Shakira, que grabó con Bizarrap para vengarse artísticamente de su ex marido, el futbolista Gerard Piqué. La melodía es la misma; los pasos de baile son idénticos y hasta hay un clon del productor argentino, con su gorra y sus gestos de espalda frente a una computadora y a una consola de audio. Lo único que sorprende es la letra hilarante de la canción.

“Sorry, baby, hace rato, que yo me fui con este gato”, arranca la falsa Shakira, mientras el video muestra la cara de Mauricio Macri. “Una leona como yo no está pa’ novatos; una leona como yo no está pa’ tibios como tu…”, cierra la estrofa, mostrando ahora a Horacio Rodríguez Larreta, donde en la versión original está la dedicatoria a Piqué. Una parodia, en definitiva, de la efervescente interna del PRO dentro de Juntos por el Cambio.

Más allá de la anécdota del video, una provocación digital bastante ocurrente que parece editada por militantes kirchneristas, lo que evidencia es el grado de confrontación interna que va adquiriendo la disputa interna de la coalición opositora. En el equipo de campaña de Rodríguez Larreta están convencidos de que la grabación es una operación armada por activistas de su adversaria, Patricia Bullrich, o de las huestes del libertario Javier Milei. O, en todo caso, que es una obra conjunta de ambos contendientes. Si el combustible principal de la política es el dinero, no cabe duda de que el segundo es la paranoia.

Lo cierto es que la canción de la falsa Shakira transita por algunos de los laberintos que arrastran a Juntos por el Cambio hacia el abismo de la autodestrucción. La feroz pulseada entre Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich por la candidatura presidencial; el intento de desgaste que Macri viene perpetrando sobre el jefe de gobierno porteño. La inesperada parábola de Vidal, de amiga y compañera de ruta de Horacio a aliada estratégica de Mauricio.

Y la confusión simultánea de los principales dirigentes de la UCR, que orbitan entre unos y otros referentes del PRO mientras miran las encuestas y calculan las posibilidades de sus propias postulaciones. El miércoles próximo confirma su lanzamiento presidencial el gobernador Gerardo Morales, más cercano a Rodríguez Larreta, y Facundo Manes sorprendió a muchos de sus seguidores al aparecer en la foto de los radicales que acompañan con sonrisas a Patricia Bullrich en los festejos de la Vendimia mendocina. “Esa sí no la vimos venir”, sonríe un correligionario que lo ha visto todo desde las épocas lejanas de Raúl Alfonsín.

Si hace un mes el lanzamiento de Rodríguez Larreta parecía ordenar la interna con el jefe de gobierno de la Ciudad adelante, y a sus adversarios atrás. En los últimos días, es Bullrich la que se impone en la mayoría de conversaciones e intrigas de los almuerzos y eventos empresarios. Los integrantes del equipo de Patricia ingresan con una sonrisa de oreja a oreja a cada encuentro en los discretos salones del poder. “Ganamos en primera vuelta”, exagera por estas horas el economista Luciano Laspina. Todos los bullrichistas aseguran tener encuestas que sostienen tanto optimismo. Por la experiencia de los golpes, los encuestadores son mucho más cautos.

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La mayoría de los consultores electorales que miden a Larreta y a Bullrich le dan una pequeña ventaja al jefe de gobierno porteño, a quien, de todos modos, registran detenido en los sondeos mientras la ex ministra de Seguridad parece haber entrado en una etapa de crecimiento sostenido. “Son días buenos para ella, pero esto va a ser un sube y baja permanente, y Horacio tiene templanza como para esperar de nuevo la ola a favor”, explica un larretista sin que se le mueva un músculo de la cara. Y, sin perder el optimismo, recuerda la interna con victoria ajustada contra Gabriela Michetti en 2015.

Es interesante el caso de uno de los encuestadores más respetados del país, que suele hacer mediciones tanto para el oficialismo como para la oposición. Su sondeo general a nivel nacional, en el que combina consultas telefónicas y digitales, le da apenas un punto a favor de Rodríguez Larreta, un empate técnico. Pero acaba de terminar una encuesta exclusivamente con casos presenciales, y allí la ventaja del porteño se extendería a ocho puntos. Y tanto Horacio como Patricia vencen con claridad a Macri cuando los miden mano a mano. El ex presidente no remonta todavía lo suficiente de su alta imagen negativa.

Cada episodio de la decadencia sin freno que administra el gobierno de Alberto Fernández es tierra fértil para la batalla entre Larreta y Bullrich. Luego de las amenazas de los narcos en Rosario a Pablo Javkin, y a la familia de Lionel Messi, la reacción del jefe de gobierno de la Ciudad fue visitar al intendente rosarino (al que el Presidente dejó solo) y prometer (si llega a la Casa Rosada) la instalación del ministerio de Seguridad en el sitio del desafío de los delincuentes. Un gesto clásico de campaña.

Fiel a su estilo, Bullrich prefirió, en cambio, una respuesta más efectista. Anunció que reforzaría las fronteras con efectivos de las Fuerzas Armadas para desplazar al resto de las fuerzas federales hacia los focos de conflicto. Aunque la ley de Seguridad Interior prohíbe expresamente la participación del Ejército, la sola mención de su ingreso como fuerza complementaria calma un poco la preocupación de amplios sectores sociales por el avance del narcotráfico y la amenaza latente del narco estado.

El deterioro de las condiciones sociales y económicas de la Argentina tienta a todos los candidatos a formular soluciones simples para problemas que son de raíz muy compleja. Es el mecanismo que les ha dado buenos resultados iniciales a los gobiernos populistas, pero que entra en crisis con el tiempo, cuando esas recetas no acaban, sino que empeoran los desafíos de fondo como el narcotráfico, la inseguridad o la inflación.

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No resulta extraño que las encuestas registren, entonces, un avance persistente del populismo libertario de Javier Milei. Ante una sociedad enojada, y frustrada también por décadas de fracasos de los dirigentes tradicionales de todos los signos políticos, el estilo exaltado y las propuestas radicalizadas como la de imponer una dolarización extrema (con las reservas monetarias casi agotadas) o plantear como solución la quema de la sede del Banco Central, ganan espacio en los sectores sociales de alto, de medio y hasta de bajo poder adquisitivo. El anarquismo siempre ha sido el hijo dilecto de la desesperación.

Milei viene siendo entonces un beneficiario gratuito del impulso autodestructivo de algunos dirigentes y muchos activistas de Juntos por el Cambio. El hashtag #NoVasASerPresidente que los libertarios lanzaron a las redes sociales para atacar a Rodríguez Larreta es respaldado, y hasta con entusiasmo, por seguidores de Macri y de Bullrich. Del mismo modo que algunos larretistas del universo digital acompañan tendencias que denigran a Bullrich.

Son cada vez más los dirigentes de la coalición opositora que se preguntan si será posible restaurar la unidad de Juntos por el Cambio cuando las PASO hayan transcurrido y surja un solo candidato o candidata presidencial, un solo candidato a gobernador bonaerense y un solo candidato a jefe de gobierno porteño. La interna durísima que enfrenta a la UCR y al PRO en las provincias de Mendoza y Tucumán es otra amenaza a futuro y la posibilidad concreta de rupturas que lleven hacia una derrota nacional como la de 2019.

La interna autodestructiva de Juntos por el Cambio también le otorga un waiver a Sergio Massa. El ministro de Economía, después de postergar los vencimientos de deudas en pesos para los dos años próximos (y para el próximo gobierno), espera un nuevo gesto de flexibilidad del FMI para poder incumplir las metas de reservas monetarias. La Argentina debía acumular al menos 7.800 millones de dólares a fin de mes en el Banco Central para acceder al siguiente desembolso por U$S 5.800.

El dispendio y la sequía no permitirán contar con ese nivel de reservas y en Washington parece estar cansados de la pasión argentina por vulnerar los compromisos. Demoran el perdón del Fondo porque en los países accionistas están reclamando sí o sí una rebaja del déficit fiscal. La espera lleva casi dos semanas y empieza a encender la desesperación del equipo económico.

Para colmo está la inflación, el demonio estadístico que conecta los despropósitos administrativos del Gobierno con la economía real. Como lo hicieron varias generaciones de argentinos entre 1989 y 1991, los jóvenes (y no tan jóvenes) empiezan a cambiar todo su salario por dólares a comienzos de cada mes, o a depositarlo en plazos fijos de tres o siete días para obtener algunos pesos vía intereses que les ayuden a soportar la pérdida del poder adquisitivo por la inflación anual de tres dígitos. Padres, hijos y también nietos empiezan a hablar todos el mismo lenguaje: el de la memoria inflacionaria.

Todo vuelve en la Argentina. Sobre todo si se trata de tragedias económicas, que se cultivan en esta tierra y que florecen cuando se los riega tan perfectamente con la repetición de los errores.

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