Ajuste de cuentas con el mito revolucionario

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¿Cómo llega la hija de un marxista revolucionario, amigo del Che y de Fidel Castro, precoz mito viviente desde su arresto en Bolivia en 1967, más tarde asesor del presidente socialista Francois Mitterrand, a convertirse en biógrafa -¡y admiradora!- de Juan Carlos de Borbón?

Laurence Debray (42), hija del filósofo francés Régis Debray y de la antropóloga venezolana Elizabeth Burgos, tuvo una infancia excepcional pero hubiera preferido una como la de todo el mundo, como la de todos los demás niños: "Yo sólo quería contar con un padre, una madre y una situación clara", es su conmovedor lamento.

Se trata de un fenómeno repetido: las hijas de las feministas de los 60 y 70, para sorpresa y desazón de sus madres, piden ya de pequeñitas zapatos de taco y faldas con volados, y no faltan los retoños de marxistas puros y duros que quieren ir a catecismo y tomar la comunión…

Laurence Debray con su padre
Laurence Debray con su padre

Esa fue justamente la primera gran rebelión de Laurence Debray Burgos. Criada en un hogar en el que no se consumía Coca-cola ni popcorn ni ningún otro producto "yanki", y donde sólo se veneraba a íconos revolucionarios, a los diez años, en 1986, ella impuso su voluntad de tener padrinos y se bautizó en la Iglesia de Saint-Merri en París. Su padre no asistió a la ceremonia.

La editorial Anagrama acaba de lanzar al mercado Hija de revolucionarios, el libro que Laurence dedica a sus padres: una biografía de esta pareja peculiar pero también una indagación a través de la cual esta hija nacida cuando sus padres ya habían entrado en la historia, trata de comprender qué lugar ocupó en sus vidas. El libro es además una dura requisitoria hacia un compromiso con causas que hoy resultan difíciles de justificar.

Recordemos que, con apenas 27 años, Régis Debray ya había publicado su libro más famoso, Revolución en la Revolución, fruto de sus largas charlas con Fidel Castro que, hábil para seducir a la progresía cultural del mundo entero, detectó muy rápido a la joven pareja, que por entonces intentaba revolucionar Venezuela, y los invitó a residir en Cuba. El flechazo con Fidel fue inmediato, especialmente de él. Laurence rescata siempre un mayor espíritu crítico en su madre.

Elizabeth Burgos y Régis Debray
Elizabeth Burgos y Régis Debray

El libro de su padre, explica ella, postula la tesis de que "una guerrilla dirigida por un pequeño grupo de activistas conseguiría reunir progresivamente a la población en torno a la causa revolucionaria ", explica la hija. La famosa teoría del foco que anticipaba el experimento del Che Guevara en Bolivia.

Y, de hecho, en febrero del 67, Régis Debray viajó a Bolivia, con su pasaporte francés -increíblemente, pues ya estaba en la mira de todos los servicios tras la publicación del libro- para reunirse con la pequeña guerrilla del Che. Esa reiterada costumbre de enviar alegremente a la gente al muere… Los jefes guerrilleros argentinos fueron emblemáticos en eso.

El 24 de abril del 67 los diarios bolivianos dieron por muerto a Régis Debray en un enfrentamiento. No era cierto; estaba arrestado e incomunicado. Irónicamente, para salvar la vida del guerrillero marxista, la familia apeló al Papa y al presidente "conservador", Charles De Gaulle, que intervinieron en su favor.

Régis Debray, prisionero en Bolivia
Régis Debray, prisionero en Bolivia

Aquí se nota la compasión de la hija cuando descubre toda esta parte de la historia -de la que sus padres, quizás por protección, nunca le hablaron y que ella misma debió investigar de adulta- frente al padecimiento de quien pasó cuatro años preso en Bolivia en condiciones de aislamiento bastante duras

Liberado tras 44 meses de prisión, en diciembre de 1970, Debray pasa una breve temporada en Chile, donde se permite criticar la moderación de Allende. "Era el profeta del pensamiento castrista", dice Laurence que, aunque no heredó la vocación política del padre sí su inteligencia y mordacidad.

Un año más tarde, Régis Debray vuelve a Francia, donde los ardores revolucionarios se irán calmando y se traducirán en un acercamiento a la socialdemocracia, encarnada en François Mitterrand, de quien será funcionario cuando éste conquiste la presidencia, en 1981.

Régis Debray junto a François Mitterrand, de quien fue asesor durante su presidencia
Régis Debray junto a François Mitterrand, de quien fue asesor durante su presidencia

"Su destino me ha conmovido, su voluntad me ha dejado pasmada y su compromiso extremista me ha hecho penar por su sufrimiento y su desfallecimiento. Pero no he logrado asirlos", es la conclusión de Laurence ante la pareja sartreana que conformaban sus padres al momento de su nacimiento (1976). Casas separadas y amor libre, sobre todo para él, que parece decidido a recuperar el tiempo perdido.

"¿Cómo criar un niño cuando se rechaza el contrato familiar…?", se pregunta Laurence. Y, poniéndose en el lugar de su madre -"hermosa e inteligente", la describe, y si no más inteligente que él, seguro más sensata-, la compadece por el incordio de "tener un hijo con un intelectual francés, tan inconstante, frívolo y tacaño".

"Yo sufría con sus desapariciones y evasivas. (…) Mi madre lo redimía hablándome de sus mujeres, de sus peregrinaciones y de sus libros"; es decir, tratándola como la adulta que ella no era.

Con ironía feroz y esa implacabilidad con que sólo los hijos pueden llegar a juzgar a sus padres, Laurence Debray escribe un fresco sobre esa poderosa atracción que ejerció -y que increíblemente sigue ejerciendo- Cuba en tantos intelectuales y activistas; y también sobre la tradición tan francesa de apoyar moralmente ese tipo de causas.

Elizabeth Burgos y Laurence Debray
Elizabeth Burgos y Laurence Debray

"Nunca entendí nada, ni sobre su compromiso político ni sobre su vida disoluta. Eran mis padres, mi entorno más íntimo, pero aún así el más indiscernible", admite.

"¿Cómo es posible que mis padres aprobaran un proyecto político como aquel [Cuba], fundado sobre la represión, la exclusión y el poder absoluto? (…) ¿Pueden justificarse, en nombre de la emancipación y la igualdad, todas las decisiones erráticas?", inquiere.

Y, si la primera vez puede alegarse error de juventud, la reincidencia será imperdonable. Mitad venezolana, Laurence vivirá muy mal el respaldo de su padre a Hugo Chávez.

A fines de los 90, ella pasa una temporada en la patria de su madre, como periodista, y asiste al ascenso de Chávez que pondrá en pie, dice, citando a Juan Claudio Lechín, "un caudillismo mesiánico basado en la delincuencia". "Una dictadura narcopopulista", sentencia.

Gabriel García Márquez, Danielle Mitterrand y Régis Debray
Gabriel García Márquez, Danielle Mitterrand y Régis Debray

Aunque alejado o desinteresado de América Latina, su padre se aliaría todavía "con algunas causas tan grotescas como caballerescas: el subcomandante Marcos o la revolución bolivariana de Hugo Chávez", escribe Laurence. "Y yo lo vivía como una traición -afirma-, como la estupidez de una izquierda cegada por los buenos sentimientos, en detrimento de la cruel realidad".

Insinúa incluso venalidad en ese apoyo: "Un atraco denominado 'Revolución chavista' y defendido por la 'verdadera' izquierda francesa, carente de mitos exóticos y satisfecha con la generosidad contante y sonante de Hugo Chávez".

En un país tropical y lejano, (mi padre) aplaudía una revolución que no deseaba para Francia (Laurence Debray)

Venezuela era el país de los veraneos de infancia, de su familia materna, donde ella tenía amigos, recuerdos… Su juicio es por lo tanto implacable: "En un país tropical y lejano, (mi padre) aplaudía (una revolución que no deseaba para Francia): el caudillismo forma parte del folclore político latinoamericano".

Ella en cambio, cree que "el apego a los principios democráticos no debiera ser prerrogativa de los países europeos". "Algunos siguen sin comprender que la Guerra Fría ha terminado", concluye.

Quizás por esta nueva desilusión, decide pasar dos años en USA: "allí donde mi padre no podía ir por falta de visado".

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"Crecí en un mundo binario, en el que lo gris no cabía y los tibios eran denigrados", dice.

Su canción de cuna era "Duerme Negrito", interpretada por Mercedes Sosa, y antes de dormir su madre le leía la historia del Malcolm X o de alguna feminista notable.

Ella entretanto soñaba con lo que tenían sus amigos: hermanos, mascotas y vacaciones en familia.

A los diez años, pasó unas vacaciones bipolares: el mes de julio en Cuba y el de agosto en Estados Unidos. No era casualidad, sino la estrategia de Debray para que Laurence decidiera en qué campo político ideológico se situaría. Al volver, ella le dijo a su padre que "entre Cuba y Estados Unidos, optaba por la vieja Europa".

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No todo es condena de Laurence hacia sus padres, cabe aclarar. Hay, como vimos, momentos de piedad; también de empatía y comprensión.  

Mirando recortes de diarios y revistas de la época, dice: "Me emociona la seriedad, la dignidad de mis padres, la pureza y lo implacable de su compromiso".

También rescata que, convertidos en funcionarios en Francia en los 80, conservarán la austeridad; no se servirán de sus posiciones para llevar un tren de vida lujoso. No es poco, a la luz de otros ejemplos de "revolucionarios" que han usado descaradamente el poder para enriquecerse.

"El poder era un deber, no un privilegio", dice Laurence, sobre la concepción de sus padres.

Régis Debray en Bolivia
Régis Debray en Bolivia

Tras pasar parte de su adolescencia en Sevilla, ella valora la política española y en la comparación con los franceses, los socialistas españoles salen ganado a sus ojos. Ni hablar del rey Juan Carlos que, sostiene Laurence, jugó un gran papel en la transición española, tanto que ella le dedicará una tesis y luego un libro.

"Mi padre y yo defendíamos cada cual a nuestro soberano y nuestro tipo de monarquía", ironiza, aludiendo al estilo monárquico que caracterizó la presidencia de Mitterrand.

"El mío (Juan Carlos) había rechazado los plenos poderes heredados de Francia. El Rey era el más republicano de todos los soberanos", sostiene.

“El Rey era el más republicano de todos los soberanos”, dice Laurence Debray del hombre al que dedicó una biografía
“El Rey era el más republicano de todos los soberanos”, dice Laurence Debray del hombre al que dedicó una biografía

Es difícil para niños de tan corta edad comprender el abandono o la falta de atención de los padres, y es bastante natural que los lleve a desarrollar una fobia a aquello que los priva de su afecto.

Distinto es el juicio de adultos, cuando están en mejores condiciones de comprender a sus padres. Por momentos, la crítica de Laurence Debray puede parecer desproporcionada; ellos arriesgaron sus vidas por una causa y eso tiene un valor. Sin embargo, si el reclamo de la niña es por la desatención o la no suficiente atención -"incómodo por ser padre, pero presente a pesar de todo"-, el de la adulta es a la falta de autocrítica y a la inconsecuencia o deshonestidad en ciertos temas.

Veinte años después del bautismo desafiante de su hija, Debray hizo bautizar a su segundo hijo, medio hermano de Laurence, y, para justificarlo, "recuperó" aquel acto de rebeldía, explicando su gesto a la prensa: "El bautismo es un signo de vinculación con una tradición. Lo respeto, me gustan los ritos y las costumbres; mi hija mayor también fue bautizada", olvidando agregar "contra mi voluntad".

Laurence Debray no es la única a la que la militancia de sus padres inoculó contra todo compromiso político futuro. En sus palabras, la volvió "impermeable a la mística de la lucha y de las mañanas gloriosas".

Tampoco es la única en llevar la huella de cierto abandono; en definitiva, ése es su principal reproche: "No conservo ningún recuerdo de mis padres haciendo juntos algo para mí o conmigo. Cuando se veían, sólo hablaban de política".

Su requisitoria recuerda también un poco la de la argentina Laura Ramos, hija del historiador y político trotskista -más tarde convertido al peronismo- Jorge Abelardo Ramos: "Entregué mi infancia a la revolución", dijo en un reciente reportaje en la revista Noticias en ocasión de la salida de su libro "Infernales: la hermandad Brontë". La vida bohemia de sus padres la llevó a desear cosas que para ellos eran de "pequeña burguesa", como por ejemplo, que a su regreso del colegio, su madre la estuviese esperando con una torta…

La escritora Laura Ramos
La escritora Laura Ramos

Pese a los esfuerzos de su padre por darle una educación marxista, ella se identificaba más con los personajes de Mujercitas y Jane Eyre.

La culpa es de Fidel es un film del año 2006. La militancia de una pareja franco española en los años 60 y 70, cuya casa en París está siempre abarrotada de refugiados de todas las dictaduras del mundo, es relatada desde la perspectiva de su hija mayor, una niña de 8 años que sufre por esa vida desordenada, por la mudanza a un pequeño departamento -porque no es de revolucionarios vivir en un piso-, por las continuas ausencias de sus padres y que prefiere pasar temporadas con sus aristocráticos abuelos en un palacete en el campo.

La realizadora de la película es Julie Gavras, hija de Costa Gavras, el director de cine militante de nacionalidad griega pero establecido en Francia; inevitable ver los rasgos autobiográficos en el film, que tiene algunos acentos parecidos a los de la trilogía de Laura Alcoba, otra hija de militantes que cuenta los 70, la clandestinidad y el exilio de sus padres desde sus recuerdos de niña.

Los hijos de los desaparecidos argentinos han puesto a sus padres en un pedestal. Su temprana y trágica desaparición los ha congelado en una imagen de heroísmo y sacrificio tales que la menor crítica puede sonar sacrílega. Es entendible.

No lo es tanto que los supervivientes de aquellas generaciones no sean capaces -salvo contadas excepciones- de una reflexión más rigurosa sobre ese pasado.

"Su nostalgia le venda los ojos", dice Laurence sobre su padre. "Para no ver el mundo evolucionar, nos aferramos a argumentos eternos, a escenarios con los mismos buenos y malos -agrega, en una reflexión que también se ajusta a la experiencia argentina- El siglo XX es entrañable, pero demasiado dogmatismo limita la capacidad de adaptación".

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