
Para Mónica, “lo ideal es chequear todo antes de embarcar”. Su enfoque pone el acento en la prolijidad documental, la reducción de trámites presenciales y la necesidad de integrar logística y aduana para lograr mayor eficiencia operativa.
¿Cuál es tu percepción sobre el estado actual del comercio exterior en Argentina?
Hoy el comercio exterior está muy positivo. En varios sectores, como el de resinas y determinadas materias primas, hay ventajas impositivas que favorecen mucho a las pymes: no pagan IVA adicional ni ganancias. Eso abarata bastante el costo de importación.
También hay mejoras en áreas más específicas. En electrónica, por ejemplo, ya no se exige la aprobación de seguridad eléctrica al momento de oficializar el despacho, sino que se presenta recién cuando el producto va a comercializarse. Son detalles que agilizan muchísimo los tiempos.
A eso se suman devoluciones del impuesto PAIS para quienes lo pagaron durante meses. En conjunto, todo esto hace que el comercio exterior hoy esté más dinámico y, en muchos casos, más beneficioso económicamente.
¿Qué relevancia tiene la gestión documental en una operación aduanera?
Es clave. Todo tiene que estar perfectamente detallado. Lo ideal es que la factura incluya país de origen, aunque no sea obligatorio, y que todos los datos estén correctos: descripción, cantidad, precio unitario FOB, total, datos del importador.
El documento de transporte debe coincidir exactamente con la factura. La posición arancelaria tiene que ser la correcta desde el inicio, especialmente si toca canal rojo. Lo mismo con los kilos declarados, los números de factura en los CRT y cualquier referencia entre documentos.
Lo ideal es chequear todo antes de embarcar, porque corregir algo después es mucho más engorroso. Cuando todo llega bien armado desde origen, evitás dolores de cabeza innecesarios.

¿Qué aspectos de una operación aduanera te parecen más complejos?
Hoy casi nada comparado con lo que era antes. Las mayores complicaciones solían venir de las intervenciones de terceros organismos: seguridad eléctrica, etiquetado, trámites en TAD que se caían si no respondías en 48 horas, notas que volvían rechazadas si faltaba algún detalle. También estaban las SIMI o las SIRA, que si el FOB superaba por poco el margen permitido ya obligaban a rehacer todo el trámite, incluso con la mercadería en viaje.
Ahora todo eso es muchísimo más simple. Prácticamente no hay intervenciones, las cargas fluyen directo y los provisorios se pueden chequear antes de la llegada del buque. Es un cambio enorme respecto a lo que era hace apenas unos años.
¿Qué habilidades profesionales creés que están ganando terreno dentro del despacho aduanero?
Atención al detalle y responsabilidad. Clasificar bien desde el principio evita problemas más adelante. También la anticipación: apenas tenemos el flete y los datos clave, pasamos el presupuesto al cliente para que sepa cuánto va a necesitar para el sistema Maria o lo que va a necesitar para la desaduanización. Eso al cliente le da tranquilidad.
Y otra habilidad importante es cuidar los costos. Suele suceder que, por una u otra razón ajena al despachante y al cliente, queda mercadería parada en aduana. Eso implica extracostos que, normalmente, los termina asumiendo el cliente. Entonces hay que estar atento, avisar, reclamar y prevenir esas situaciones. Son detalles pequeños, pero en comercio exterior todo vale plata y tiempo. La diferencia entre un despachante y otro está ahí.
¿Qué expectativas tenés para el comercio exterior?
Que siga agilizando procesos. Se habla de la VUCE (Ventanilla Única de Comercio Exterior) y de un futuro donde todo se gestione ahí. Ojalá. Todavía seguimos yendo a la Aduana con papel, cuando muchos países ya operan todo digital: firma digital, control documental por pantalla, sin trámites presenciales. Sería ideal que avancemos hacia un sistema completamente electrónico, al menos para ciertos montos y tipos de mercadería.
¿Cómo se integran la logística y la gestión aduanera?
Van totalmente de la mano. Desde el transporte internacional hasta el camión que retira el contenedor en terminal, todo forma parte de la misma cadena. Si el transportista no llega con un camión en condiciones, el contenedor no puede salir. Nos ha pasado: los ganchos no entraban y hubo que esperar otro camión.
La responsabilidad es compartida. Cada uno tiene que aportar lo suyo: documentos completos, notas de entrega, posiciones arancelarias correctas, correcciones previas al embarque, y toda la información que necesite cada eslabón para que el proceso fluya. Cuando todos colaboran, las cosas salen bien. Cuando falta información o alguien no revisa algo, aparecen los problemas.
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