El Gobierno apela a la clásica fórmula de los años electorales: atrasar el tipo de cambio para contener la inflación

Martín Guzmán se volvió a imponer al titular del Central, que prefería que el dólar no le pierda pisada a la suba de los precios. El peligro de la estrategia oficial es que se agrande más la brecha cambiaria, que en los últimos meses se había controlado

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El ministro de Economía, Martín Guzmán, y el titular del BCRA, Miguel Pesce
El ministro de Economía, Martín Guzmán, y el titular del BCRA, Miguel Pesce

Pocas veces un ministro de Economía había sido tan explícito respecto a la política cambiaria. Pero Martín Guzmán no escondió nada al hablar sobre la meta para el dólar. Reconoció que apuntan a una suba de 25% para todo el 2021 y que para fin de año el tipo de cambio debería cotizar en torno a los $ 102. El anuncio se realizó horas antes de que comenzaran los encuentros del Gobierno con sindicalistas y empresarios en el marco de un acuerdo social para fijar precios y salarios.

En el marco del acuerdo social que intentan alcanzar en Casa Rosada, está claro que el eslabón clave de la cadena es el dólar. Ahora Guzmán eligió dar certeza respecto a la trayectoria que tendrá la divisa a lo largo del año, pero dejando en claro que el dólar aumentará menos que la inflación. Se trata de un cambio que ya se había empezado a notar en los últimos días, ya que el dólar oficial venía aumentando a un ritmo menor que en diciembre y enero. Ahora no hay ninguna duda sobre la intención del Gobierno: atrasar gradualmente el tipo de cambio para que haya menos impacto sobre la inflación en los próximos meses.

Una suba del 25% del tipo de cambio podría quedar muy corta en relación a lo que puede ser la suba de la inflación del año. Si bien el ministro sostiene que se puede cumplir con el objetivo del 30% para 2021, los economistas opinan muy diferente y la ven más cerca del 50%. Si realmente la inflación se dispara como espera el mercado, entonces el dólar quedaría mucho más atrasado todavía.

La trayectoria de la inflación es bastante incierta para 2021, lo que vuelve más peligrosa la estrategia de fijar una suba del dólar del 25% para el año. Si la inflación se acerca al 50% como espera el consenso de economistas, entonces seguramente esa postura debería ser revisada

Las palabras del ministro tienen otro trasfondo más allá del impacto económico. Guzmán dejó nuevamente en claro que quien tiene todo el manejo de la política económica es él y no el presidente del Banco Central. Justamente Miguel Pesce se había puesto como meta en su gestión evitar nuevos episodios de atraso cambiario, por lo que el dólar debía indexarse a un ritmo similar a los precios. Pero con un aumento del 4% mensual en la inflación tanto de diciembre como de enero (el dato se conocerá hoy), convalidar un aumento del dólar de ese ritmo era peligroso y podía generar una suerte de “espiralización” entre ambas variables.

La excusa de Guzmán es que no deberían tomarse los índices de precios de los últimos meses como un indicativo de cómo seguirá evolucionando la inflación a lo largo del año, o sea espera una disminución significativa. Los mercados no le creen y la expectativa es que el año podría terminar en torno al 50%, teniendo en cuenta el arranque y la gran expansión monetaria que se avecina.

Usar al dólar como ancla contra inflacionaria es algo ya habitual en la Argentina y quien abusó de esta práctica fue Cristina Kirchner en sus dos mandatos, pero especialmente en el segundo, cuando el cepo cambiario le permitía más libertad de acción para manejarse en relación a la evolución del tipo de cambio oficial.

Las consecuencias de atrasar el valor del dólar son conocidas: más inflación contenida, eventualmente un aumento de la brecha cambiaria, suba artificial de la demanda para importar y un impacto mayor a la hora de sincerar las variables

Atrasar el tipo de cambio (que no es exactamente equivalente al “atraso cambiario”) le da a los inversores y al público una falsa sensación de mejora de sus ingresos reales. Pero además desincentiva a los exportadores, que recibirán menos dólares por sus ventas y al mismo tiempo seguirá incentivando las importaciones, al menos para los que tengan la posibilidad de acceder a un tipo de cambio más barato que en la “calle”.

Una menor suba del tipo de cambio representa un alivió para algunos precios que están muy directamente ligados a lo que ocurra con el dólar. Es el caso por ejemplo de la nafta, que seguramente en los próximos se ajustará mucho menos de lo que lo venía haciendo. Y también para la producción local que se nutre de insumos importados, que ahora se abaratarán relativamente. En otras palabras, los industriales tendrían ahora menos excusas para aumentar los precios.

Así como el Gobierno no es muy original al apelar a un atraso cambiario, las consecuencias tampoco serían muy diferentes a lo que suele ocurrir con este tipo de medidas: más inflación contenida, eventualmente un aumento de la brecha cambiaria, suba artificial de la demanda para importar y un impacto mayor a la hora de sincerar las variables.

¿Tiene impacto que Guzmán haya sido tan concreto a la hora de establecer la trayectoria cambiaria? En principio el funcionario se contradijo con el anuncio de mediados de octubre del año pasado, cuando se habló de ir hacia un esquema “menos predecible” en relación a la política cambiaria. Pero con un cepo tan rígido, realmente no tiene un gran impacto darle más información a los inversores, que de todas formas no pueden acceder al mercado cambiario para comprar o vender dólares al tipo de cambio oficial.

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