Fue promesa de la Selección, dejó el fútbol a los 24 años y lo “rescató” Pablo Aimar en España: la historia de Facundo Elfand

El ex defensor fue pieza clave para Pekerman en sus inicios como entrenador juvenil. Formó un lazo inquebrantable con Aimar y hoy representa jugadores

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Un recorte periodístico que reunió a varias figuras de Club Parque: el que aparece abajo y no fue mencionado en el epígrafe es Fernando Gago
Un recorte periodístico que reunió a varias figuras de Club Parque: el que aparece abajo y no fue mencionado en el epígrafe es Fernando Gago

No existen registros oficiales, pero Facundo Elfand es, muy probablemente, el jugador que más veces concurrió al Predio de la AFA en Ezeiza durante la época de José Néstor Pekerman como cabeza de las Selecciones Juveniles. El defensor surgido en la cantera de Argentinos Juniors había sido recomendado desde el Semillero del Mundo y el emblemático entrenador nacional lo convocó sistemáticamente a lo largo de años, pese a haberlo cortado de la lista para el Mundial de Malasia 1997. Fue promesa del fútbol argentino, pero la picadora de carne del deporte más popular del mundo lo llevó a deambular por algunos clubes del Ascenso y a probar suerte en España, en su afán por relanzar su carrera. El destino lo convenció de colgar los botines con apenas 24 años: allí fue “rescatado” por Pablo Aimar, fiel amigo de la adolescencia, quien le consiguió trabajo en Valencia.

Facundo se radicó en España hace más de 15 años. En noviembre de 2019 se dio su última visita a Argentina, tras una excursión por Brasil para observar juveniles en el Mundial Sub 17, ya que hoy es ojeador e intermediario de jugadores. Su lugar en el mundo fue Parque Saavedra, donde vivió desde los 3 años y comenzó a patear la pelota. Renegó del fútbol hasta los 7 ú 8 años, cuando comenzó en baby en Penacho Azul y cancha grande en Platense. Fue en un torneo infantil en el que jugó -junto a César Leche La Paglia- para Añasco en el que le echaron el ojo de Club Parque, institución modelo y fábrica de cracks. Recién se incorporó al cuadro de Villa del Parque tras un año en Ciencia y Labor. Y ese fue su trampolín para ser fichado por Argentinos bajo la tutela de Ramón Maddoni.

“Maddoni era el padre futbolístico de todo jugador que pasaba por sus manos. Tenía una forma de ser especial: era muy metódico y exigente en los entrenamientos. Por otro lado, tenía una relación personal muy cercana y afable con los chicos. Dentro de la cancha se transformaba. Entiendo que ahora ya no es así, pero con energía y siendo más joven, era muy vehemente. Tenía esa dualidad de ser exigente en la cancha y demostrar su cercanía afuera”, es el recuerdo de Elfand sobre Ramón, sin olvidar a otro de los puntales de Parque como Yiyo Andretto.

Con la Categoría 79 de Argentinos Juniors
Con la Categoría 79 de Argentinos Juniors

En las inferiores del Bicho se acomodó como marcador central izquierdo -aunque era derecho- de la Categoría 79, que también tenía a los mellizos Daniel y Pablo Islas, Diego De la Vega, Leche La Paglia, Federico Arcamone y Fernando Zagharian, entre los que tuvieron roce en Primera. En Octava fueron campeones de AFA y en la Séptima terminaron terceros a pesar de que el plantel estuvo suspendido durante ocho fechas por una gresca en un partido contra Huracán. Esa División no tenía nada que envidiarle a la 77 de Diego Placente y Diego Markic y a la 78 de Juan Román Riquelme, el Lobo Ledesma y Mariano Herrón. En la 80 ya asomaba otro fenómeno: Esteban Cuchu Cambiasso.

A fines del 94 su vida cambió rotundamente: Carlos Balcaza, entrenador en Argentinos, le recomendó su convocatoria a Pekerman, recién arribado como cabeza de las Juveniles de la Selección. “Llevate a La Paglia, a este y al otro también, así los ves en vivo”, fue la frase de un colega a otro. Y así fue que inició desde cero el ciclo preparatorio para una Sub 17 que competiría al año siguiente en el Sudamericano de la categoría en Chile y el Mundial de Ecuador.

¿Cómo tomaste la primera convocatoria con la Selección y qué recordás de aquellos primeros tiempos con Pekerman?

Fue a fines del 94. Para mi familia y para mí fue una sorpresa. Había que aprovechar la oportunidad. Recuerdo que había que ir a la sede de la AFA en calle Viamonte para tomarnos el colectivo que nos llevaba al predio de Ezeiza. El primer entrenamiento tuve calambres por todos lados. Imaginate que los campos de juego eran un billar comparados con el de la cancha de Argentinos en Boyacá, que no había sido remodelada. Los que tenían un nivel técnico alto, que eran unos cuantos, disfrutaban. Pero para los que teníamos que correr atrás de la pelotita, no pasaba más. Los lunes, martes y miércoles íbamos a la Selección y los otros días de la semana entrenábamos con nuestros equipos para competir el fin de semana. No queríamos que por ningún motivo se terminara y nos sacaran. Para cualquier chico de Argentina, un país tan volcado y apasionado por el fútbol, jugar en la Selección con los mejores de tu edad, en un lugar con esas instalaciones, era verdaderamente un sueño. En general, todos lo valorábamos mucho. Los miembros del cuerpo técnico te hacían darle valor y sentir que estábamos en un lugar de privilegio. Siempre fuimos conscientes de dónde estábamos.

Elfand en un amistoso contra Platense en el estadio hoy denominado Diego Armando Maradona de La Paternal
Elfand en un amistoso contra Platense en el estadio hoy denominado Diego Armando Maradona de La Paternal

¿Cuáles fueron las primeras competiciones con la Sub 15 y Sub 17?

En el 95 tuvimos varios amistosos por el Interior del país y ahí Pekerman valoraba a chicos de seleccionados de cada provincia para posibles convocatorias. El primer partido a nivel internacional fue contra Chile en Santa Laura, donde juega la Unión Española. Los primeros 20 minutos nos pegaron un baile terrible, nos hicieron dos goles que no fueron más porque Dani Islas fue figura. Después empatamos o lo ganamos; seguro no perdimos. Después me tocó jugar el Sudamericano Sub 17 en Perú, donde fuimos subcampeones y clasificamos al Mundial de la categoría que se jugó en Ecuador. Ahí terminamos terceros, que hasta hoy es la mejor campaña de Argentina en la categoría (junto a Italia 91 y FInlandia 2003). Tener esas experiencias con 15, 16 ó 17 años es algo único.

¿Enseguida formaste amistad con Pablo Aimar en las juveniles?

La amistad con él se retrotrae a la Sub 17. Si mal no recuerdo su primera convocatoria fue antes de debutar en River, que ya lo tenía fichado. Hicimos una buena relación y previo al Mundial de Ecuador, se dispuso un plan de alimentación especial con distintas fases teniendo en cuenta que íbamos a competir en la ciudad de Cuenca, que está 2.500 metros sobre el nivel del mar. Los chicos del Interior se quedaban en el predio de Ezeiza, donde había cocineros. Pero el caso de Pablo era especial porque estaba en la pensión de River y no podían hacerle un régimen personal a él. Si no, se tenía que ir a Ezeiza. Yo hablé con Tucho Villani (médico) y el Profe Urtasun para invitarlo a Pablo a que hiciera la dieta conmigo en casa. En lugar de cocinar para uno, mi mamá cocinaba para los dos. Desde ahí la relación empezó a ser más cercana. Íbamos a los entrenamientos juntos y en lugar de irse a la pensión, venía para casa.

¿Cómo era Pablito de chico?

Fue y es lo que la gente puede ver en cada intervención pública, que ahora capaz las tiene con más asiduidad que cuando era jugador. No creo que yo sea la persona indicada para describirlo porque no voy a ser objetivo. Es lo que transmite, una persona educada, inteligente, con una capacidad de análisis grandísima que tuvo siempre. La timidez o el poder extrañar sus raíces es algo que forma parte de su personalidad, pero no era el único chico del Interior que echara en falta a su familia o su casa. Superar eso de chico te ayuda de cara al futuro en un mundo tan competitivo como el del fútbol. Uno primero compite con uno mismo, después viene la competencia con los compañeros de equipo y más tarde con los rivales. La primera competencia es a nivel mental, con uno mismo. Superar las adversidades, la distancia, el añorar a tus seres queridos. Todos esos obstáculos. Después, Pablo, cuando a mí no me salieron las cosas en el fútbol, me abrió las puertas de su casa. Hoy vivo en Valencia y tengo la familia que tengo por él. Siempre le estaré agradecido.

Elfand, atrás con la 6, en un partido juvenil internacional frente a Uruguay
Elfand, atrás con la 6, en un partido juvenil internacional frente a Uruguay

Casi una década después, Elfand y Aimar reconfirmaron su lazo de amistad en otro lugar del mundo. Pero eso será abordado más adelante, ya que antes el defensor central devenido en lateral por su baja estatura (1,71) prosiguió enumerando sus episodios con la Albiceleste. Con el paso del tiempo, se percató de que probablemente hubiera tenido más chances de triunfar ubicado de volante central, favoreciendo su destreza para el marcaje, inteligencia táctica y primer pase. Los distintos entrenadores lo ubicaron como marcador de punta por ambos sectores y ya no se movió de ahí.

En aquella Copa del Mundo Sub 17 de Ecuador, Elfand usó la número 4 e integró una lista junto al arquero Daniel Islas, los defensores Diego Trota, Carlos Roldán y Fabián Cubero, los volantes Aldo Duscher, César La Paglia, Esteban Cambiasso, Sixto Peralta (además de Aimar) y el delantero Fernando Gatti, entre otros. El combinado dirigido por Pekerman dominó su zona y ganó todos sus encuentros (ante Portugal, Costa Rica y Guinea), eliminó al anfitrión en cuartos de final y cayó 3-0 con Brasil en semis. Más tarde le ganó el duelo por el tercer y cuarto puesto ante Omán.

Superada la etapa de los 17 años, el siguiente objetivo que aparecía en el horizonte era el Sudamericano Sub 20 de Chile en 1997, clasificatorio para el Mundial de la categoría en Malasia. Comparada a la evolución de cracks como el Leche La Paglia, el Cuchu Cambiasso o Riquelme, la de Elfand en Argentinos Juniors fue más paulatina. Eso no impidió que siguiera siendo considerado por los cuerpos técnicos para entrenarse y ser citado con la Selección. Algunos jugadores no estaban disponibles por estar comprometidos con la Primera o Reserva de su club, lo que le abría más posibilidades. Doloroso, aunque no sorpresivo, fue quedar afuera de las listas.

¿Fueron golpes duros quedarte afuera del Sudamericano y el Mundial después de haber formado parte de todo el proceso preparatorio?

En el Sudamericano quedé afuera un par de días antes de viajar y, del Mundial, el último día. Del 95, donde creo que solamente Juampi Sorín había debutado en Primera para ir a Qatar, al 97, donde la mayoría había debutado como profesional, hubo un cambio. Mi participación en el Sudamericano estaba sujeta a una posible transferencia del Tibu Serrizuela, o sea que ya estaba en sobreaviso. Para el Mundial recuerdo una charla con Pekerman y Tocalli en la que el concepto fue que no iban a mirar el documento de identidad por encima del jugador pero, a situaciones iguales de nivel, iban a darles prioridad a los más grandes. El torneo era para los categoría 77 y 78, había algunos que éramos 79 y estaba el Cuchu Cambiasso que era 80. Quedamos Dani Islas, Duscher, Sixto Peralta, Cambiasso, Aimar y yo. Viajaron solamente Cambiasso y Aimar. Con el paso del tiempo, yo que alternaba entre central y lateral, veo que los que viajaron fueron Leandro Cufré, Facundo Quiroga, Walter Samuel y Serrizuela. Por Duscher fue Lio Scaloni; por Mumo Peralta, Aimar, Pablito Rodríguez, Nico Diez y Román... La competencia estaba complicada.

El gol de Rivarola a Brasil en el Mundialito del 98 disputado en Uruguay: Elfand fue titular todos los partidos

¿Tu historia en Argentinos Juniors y las juveniles argentinas cómo continuó?

Mientras el equipo jugaba el Mundial, me operé de una osteopatía de pubis que arrastraba desde hacía un tiempo. Una lesión que no suele ser habitual en un chico de 18 años. Hice la recuperación y volví a entrenarme en el club pensando en el Sudamericano 1999 de Mar del Plata. La rehabilitación de pubalgia me costó: yo no era un jugador rápido y la poca velocidad que tenía me la dejé toda en el quirófano cuando me tuve que operar (risas). A principios del 98 participé de un Mundialito que se hizo en Uruguay en honor a Álvaro Perea (subcampeón mundial Sub 20 de Uruguay que perdió la vida en un accidente automovilístico). Le ganamos el último partido a Brasil con un golazo del Pirulo Rivarola y salimos campeones. Tras eso me sumé al plantel profesional de Argentinos con Chiche Sosa como técnico. En la Reserva, que la dirigía Rubén Cousillas, no terminé de afirmarme. Hice la pretemporada en el 98 mientras se jugaba el Mundial de Francia, pero nunca tuve opciones reales de jugar en Primera. Esa es la verdad. Incluso a veces me convocaban a la Selección para que hiciera fútbol porque no tenía continuidad en la Reserva.

¿Cuál fue tu último partido con la camiseta de la Selección?

En ese invierno del 98 jugamos el torneo de L’alcúdia en Valencia y no tuvimos una buena participación. En el último partido contra Rusia me expulsaron (una de las dos rojas que vio en su carrera). Paradójicamente ese fue mi último partido. El Sudamericano del 99 lo jugaron todos profesionales que ya tenían continuidad en Primera. No tuve posibilidades de estar. No llegué a firmar contrato en Argentinos y me fui unos meses a El Porvenir, que estaba en la B Nacional y tenía de presidente a Enrique Merelas, que me conocía porque había sido Coordinador de Selecciones. De ahí me fui 6 meses a Villa Mitre de Bahía Blanca y, a principios de 2002, viajé a Italia para jugar en el Avellino. Casi no tuve minutos y volví para sumarme a Ferro, que estaba gerenciado por el Grupo Mascardi y esa temporada ascendió de la B Metro a la B Nacional. No tuve mucha participación y justo me salió el pasaporte italiano. En octubre de 2003 me vine a España con la intención de conseguir club acá y relanzar mi carrera. En 2004 dejé el fútbol.

¿Por qué te la jugaste a ir a España y cómo fueron esos meses hasta que decidiste dejar el fútbol?

Lo de España se dio a través de Darío Parisi, un compañero que tuve en Ferro. Pude ir a Malasia, pero decliné esa posibilidad porque tenía el pasaporte y ya había dado mi palabra. Me alquilaron un departamento en Valdelagrana, en el Puerto Santa María de Cádiz, donde viví con otro jugador mientras nos buscaban club. El entrenador del Cacereño, de la Segunda B (Tercera División de España), me ofreció un contrato a finales de enero. Surgió un problema entre los representantes y la oferta firme pasó a ser una prueba. El libro de pases cerraba en 8 días y yo acepté, pero le pedí por favor que a los 2 ó 3 días me dijera si quedaba o no porque tenía que resolver mi futuro. La oferta no era la misma de un principio, pero el técnico me dijo que me quería. Sentí que iba a tener la chance de reivindicarme y relanzar mi carrera. Hice una contraoferta y cuando estaba por firmar, la Federación Española me solicitó una certificación del pasaporte, trámite que tardaba 15 días y del que no estaba enterado. Hice lo posible por conseguirlo, no hubo caso. Entendí que era obra del destino y que para mí ahí se acababa el fútbol. A mitad de año el mismo entrenador me quiso llevar a otro equipo, pero yo ya estaba trabajando y en pareja y le dije que no. Se había acabado.

De visita en Argentina, en la Bombonera
De visita en Argentina, en la Bombonera

¿Pensaste en volverte a Argentina? ¿Qué trabajo conseguiste allá?

Se me cruzó volver, pero mi mamá me insistió para que no lo hiciera. Yo estaba en contacto con Pablo (Aimar), que me abrió las puertas de su casa junto a su mujer y me dijo que algo iba a salir. En ese sentido fui un privilegiado porque pasé de ir a España a cumplir el sueño de jugar al fútbol a ser un inmigrante más, como muchos de los que años atrás habían llegado a distintas partes de Europa por la crisis del 2001. Esa gente no tuvo a un gran amigo como Pablo que pusiera su casa a disposición y tuviera gente conocida que lo ayudara. A regañadientes, porque no lo tenía claro, pero acepté quedarme. Estuve todo febrero y marzo en su casa, hasta que Pablo me ayudó a instalarme en un departamento y emprendí mi propio camino. El fotógrafo oficial del Valencia, donde jugaba Pablo en ese momento, le avisó que estaban buscando gente para trabajar en una de las tiendas oficiales del club. Me recomendó, tuve una entrevista y empecé a trabajar en mayo de 2004, justo el mes más exitoso de la historia del club (consiguió el doblete con la liga española y Copa UEFA). Siempre les decía en broma que tenía que llegar yo para que ganaran esos títulos.

Tuviste un cambio de vida rotundo, de soñar con triunfar en el fútbol a ser vendedor en una tienda del Valencia. ¿Cómo sobrellevaste esa adaptación?

Trabajé en una de las dos tiendas más emblemáticas. Estaba atrás de uno de los centros comerciales más importantes. Esos meses fueron una locura porque el Valencia nunca había ganado un doblete, con todo lo que eso significa. Acá en España la pasión y afición es bastante coincidente con Argentina, aunque son más comedidos, no hay exabruptos quizás. Pero el fútbol se vive mucho, en el día a día. En los bares escuchás que está lleno de “entrenadores” que saben todo. Trabajé allí dos años largos y pasé a ser director de logística de todas las tiendas oficiales (10 en total). Estuve 4 ó 5 años ahí y un breve receso con una experiencia en un establecimiento de restauración. Hasta que empecé a trabajar en una agencia de representación ayudando a captar jugadores jóvenes. Luego cambié de agencia y desde hace unos años me manejo con un socio. Más que representante o agente, soy intermediario. Mi día a día es hacer seguimientos de chicos que van surgiendo para tenerlos en carpeta con sus respectivas características cuando me son solicitados y después contactarlos con los agentes o clubes para hacer la gestión. Yo soy quien más se mueve y viaja. El fútbol, desde este lado, tiene mucho que ver con las relaciones y conexiones. Trabajé con jugadores argentinos, uruguayos, japoneses... No me cierro a nada. No tengo un sueldo fijo, pero es una actividad que me gusta, relacionada al deporte de toda mi vida. Más allá de no haberme convertido en profesional y cumplir el sueño que anhelaba de chico, al fútbol le tengo que estar agradecido. Siento que mi físico nunca estuvo preparado para jugar a un nivel profesional alto; eso no quita que reconozca lo privilegiado que fui por atravesar un montón de vivencias que otros chicos, incluso con carreras muy superiores a la mía, no tuvieron posibilidad de vivir. Me sigo considerando un privilegiado por eso.

De promesa de las juveniles argentinas a ojeador de futuros profesionales: la metamorfosis de Facundo Elfand
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¿Seguís en contacto con Pablo?

No como antes, de todos los días o semanas, pero sigo en contacto. Con él me pasa algo que comentamos y coincidimos: a pesar de vernos esporádicamente por las actividades de uno y otro, da la sensación de que no ha pasado el tiempo. Es como si nos hubiéramos visto el día o la semana anterior. En la vida te pasan cosas buenas, regulares o malas, pero esa clase de relaciones hace que realmente pienses que estuviste hablando hace poco de cualquier cosa por más que hayan pasado meses o más tiempo. Siento esa sensación con Pablo y con algún amigo más. Es lo que define la conexión que tenemos.

Cómo es el destino, ¿no? Así como vos le abriste las puertas de tu casa cuando jugaban en el Sub 17, él hizo lo mismo a los 24 cuando el fútbol le tendió la mano a uno y se la soltó al otro...

No es comparable lo que hizo él con lo que hice yo. Por supuesto que el grado de generosidad, solidaridad, amistad y todos los adjetivos que quieras sumarles, fue mayor de su parte. No es comparable a que mi mamá haya cocinado para él unos días con el hecho de que yo haya vivido en su casa con su mujer no sé cuántos meses. Realmente él lo sabe, porque lo hablamos. Le estuve, le estoy y estaré siempre agradecido. Tengo que agradecerle un montón de cosas. Tener la familia que tengo hoy y vivir acá con dos hijos valencianos.

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