Emmanuel Gigliotti es la muestra cabal de aquella vieja frase de que el fútbol siempre da revancha. O, también, de la que llama a no darse por vencido cuando dice persevera y triunfarás. Anoche, el jugador que debió exiliarse en China luego de fallar con la camiseta de Boca su inolvidable penal contra River en la semifinal de la Sudamericana 2014 que le atajó Marcelo Barovero, fue una de las grandes figuras de Independiente en la final del mismo torneo, ante Flamengo y en el Maracaná, donde estuvo a punto de firmar un gol que, de haberlo convertido, se convertía en el mejor del año.
Fue a los 58 minutos de juego cuando el Puma recuperó una pelota en su propio campo tras un quite a Réver, corrió más de 50 metros con la pelota dominada y ya en el área tras sacarse de encima a un rival y ante la salida del arquero, la picó de manera magistral aunque sin la precisión suficiente como para asegurar la conversión que pudo haberse concretado por intermedio de Ezequiel Barco, quien dudó sobre su posición, no la empujó y permitió que un defensor de Flamengo pudiera sacarla.
Gigliotti se quedó arrodillado sobre el campo de juego mirando, incrédulo, el gol de su vida que no pudo ser. Luego se arrojó boca abajo, tomándose la cara con las manos. A lo largo del partido había corrido tanto como jamás lo había hecho, se había convertido en pieza clave para ganar el título. Y su jugada había sido tal que, pese a no terminar en gol, se repasa como uno de los momentos más emocionantes de la noche del golpe de Independiente en el Maracaná.
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