
Sentirse atrapado en una sucesión de relaciones tóxicas no es cuestión de azar ni de destino, sino el resultado de patrones emocionales que los manipuladores detectan y explotan con precisión.
Así lo explica el psicoanalista Christian Richomme, quien, en declaraciones recogidas por Psychologyes, sostiene que la repetición de vínculos dañinos responde a la capacidad de los manipuladores para identificar y aprovechar las vulnerabilidades emocionales de sus víctimas. Este fenómeno revela una dinámica profunda en la que la persona afectada se enfrenta, en realidad, a una parte vulnerable de sí misma.
El análisis de Richomme, difundido por psychologyes, parte de la observación de que los manipuladores no recurren a la fuerza para dominar a sus víctimas. Por el contrario, su estrategia consiste en adaptarse, observar y captar rápidamente las necesidades emocionales de la persona a la que buscan influir. “Adivina rápidamente las necesidades emocionales de su víctima y las capta con precisión. Saben detectar sus debilidades”, afirmó el especialista.
Esta habilidad para leer el entorno emocional permite al manipulador seleccionar a quienes presentan ciertos rasgos que los hacen más susceptibles a la manipulación.
Tres rasgos que facilitan la manipulación
Según el psicoanalista, existen tres características recurrentes entre quienes suelen convertirse en víctimas de manipuladores emocionales. La primera es la falta de autoestima, que se traduce en una percepción disminuida del propio valor y en una tendencia a buscar validación externa.

La segunda es la necesidad constante de tranquilidad, el deseo de sentirse seguros y protegidos en la relación.
El tercer rasgo es el miedo al rechazo, una inquietud persistente que lleva a la persona a evitar cualquier situación que pueda desembocar en el abandono o la desaprobación. Richomme advirtió que es precisamente en estas “brechas” donde el manipulador establece su dominio, explotando cada una de ellas para consolidar su control.
El ciclo emocional inconsciente y la raíz de los patrones
La técnica empleada por el manipulador, según detalló Richomme en psychologyes, activa lo que él denominó el “escenario emocional inconsciente”. En este contexto, amar a un manipulador implica revivir historias pasadas en las que el amor se percibía como condicional, inestable o fuente de tensión.
La víctima, muchas veces sin darse cuenta, adopta una lógica en la que siente que debe ganarse el afecto, adaptarse a las expectativas ajenas y minimizar sus propias necesidades para evitar perder al otro.
El manipulador, que suele mostrar rasgos narcisistas o evasivos, refuerza este patrón alternando entre momentos de cercanía y frialdad, de valoración y humillación. Esta inestabilidad suele ser reconocida como algo familiar, lo que perpetúa el ciclo de la relación tóxica.

El origen de estos patrones emocionales se encuentra a menudo en traumas infantiles o en experiencias negativas de relaciones anteriores, según Richomme. No se trata de una debilidad intrínseca, sino de la reactivación de antiguos mecanismos de supervivencia emocional. “No nos enamoramos de él tal como es, sino de lo que promete al principio: seguridad, admiración, amor incondicional. Y este espejismo a veces es más fuerte que la realidad”, explicó el especialista en el análisis publicado por psychologyes.
Así, la atracción hacia el manipulador responde a la búsqueda inconsciente de reparar heridas pasadas, aunque el resultado sea, en muchos casos, la repetición del sufrimiento.
Sanar y reconstruirse tras la relación tóxica
Frente a este escenario, Richomme subrayó la importancia de la autocomprensión y la reconstrucción personal tras una relación tóxica. Reconocer los propios patrones emocionales y comprender el origen de la vulnerabilidad permite iniciar un proceso de sanación y evitar la repetición de vínculos dañinos.
En palabras del psicoanalista, el paso por una relación con un manipulador puede convertirse en una oportunidad para el autoconocimiento y el crecimiento personal, más allá del dolor que haya causado.

La experiencia de haber estado vinculado a un manipulador no define a la persona ni la condena a repetir el mismo destino. Más bien, puede marcar el inicio de un proceso de transformación interna, en el que la comprensión de las propias emociones y necesidades abre la puerta a relaciones más sanas y auténticas, como concluyó el análisis de psychologyes.
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