Por Jessica Trosman
La industria de la moda está en constante cambio y evolución. Pero la crisis es siempre una oportunidad, y con cada transformación llega una revolución. La industria de la moda no es hoy lo que era hace 100 años, y tampoco hace 20. Del prêt-à-porter se dio un paso más, y hoy se vive el auge del fast fashion y de las cadenas de moda low cost, como H&M, Zara y Forever 21.
Yo tuve muchos años de experiencia. En mis comienzos como diseñadora trabajé un tiempo ayudando a la madre de mi ex pareja, que tenía un taller de corte y confección. Esa fue mi verdadera formación; allí aprendí el oficio de lo productivo y el armado de prendas.
Peor la industria de la moda trabaja muy diferente a como lo hacen los diseñadores independientes. Esta visión global no es captada por todos: lo actual y lo nuevo no solo en el mundo fashion, sino en el de la economía, la política y las sociedades han mutado, y encontrar el camino para surfear esta ola es la clave.
La moda es uno de los sectores que se han visto más afectados por el concepto de globalización. Todos tenemos la capacidad de ver en tiempo real lo que sucede. Este fenómeno impactó en la moda de muchas y diversas maneras.
A esto se puede sumar el fast-fashiono el see now–buy now, una de las respuestas de la marcas para lidiar con los diferentes efectos y consecuencias que este contexto está proponiendo.
Por otro lado, el comprador ha sido afectado de manera directa e indirecta. El consumidor está mucho más informado, más instruido. Sobre todo los más jóvenes, ya que tienen una relación muy natural con las diferentes plataformas de comunicación. Saben cómo diferenciarse para lograr que ese consumidor al cual le apuntamos nos elija por sobre el resto.
No sólo es el producto, sino el diseño y la calidad lo que le da impronta y fuerza a las prendas. Importa cómo lo comunicás cómo lo mostrás, dónde y cómo lo vendés. La participación en un rol más protagónico de las generaciones jóvenes en el mundo de la moda.
La nueva generación a su vez ha generado otro efecto muy notorio en el mundo fashion. Han favorecido la desaparición de una línea divisoria tan marcada entre el lujo y el street o casual wear.
Hoy puede ser considerada una prenda de lujo una buena joggineta o un camperón. La comodidad es lujo y depende de la marca o el diseñador que esté detrás de esa prenda para que sea considerada de esa manera.
Colaboraciones entre grandes marcas de lujo y pequeñas marcas de nicho con representación en ciertas tribus urbanas o entre grandes firmas deportivas y diseñadores renombrados, son las expresiones actuales de este fenómeno. Y creo que llegaron para quedarse.
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