
"Perder con Rubén Peucelle no es perder, señoras y señores". El relator carga su voz de histrionismo. El público, a cada lado del cuadrilátero, se pone de pie y festeja. Se escucha el tono agudo de las voces de los más chicos. Había que verlo con los brazos en alto, el "Hércules argentino" celebrando otra victoria, musculatura perfecta enmarcada en su típica musculosa de gimnasta.
"Gran lucha, señores, excelenete lucha", insiste el relator. "Perder con Rubén Peucele es una satisfacción". Los videos se ven, por supuesto, con gramaje, con interferencia. Así llegaron desde los setenta hasta hoy, recuerdos del Ancho Peucelle enmarañados entre ruido blanco y el color sepia de lo pasado. Pero entonces, de pronto, la mirada de quienes no lo conocieron: ¿quién fue Rubén Peucelle?
Nació el 2 de septiembre de 1933 en la ciudad de Arribeños, provincia de Buenos Aires. Creció mirando las revistas de Charles Atlas y muy pronto comenzó a dedicar su vida al entrenamiento. Su cuerpo sería su único templo: no habría lugar ni para el amor eterno ni para el exceso. Fue padre de un hijo y fue abuelo, pero nunca se casó. Se consideraba demasiado libre para eso.

Hasta dar con su pasión fue guardavidas, modelo publicitario, fisicoculturista y doble de riesgo. Pero encontró la profesión cuando probó la lucha libre. Le gustaba ir con sus amigos a la playa El Ancla, en Vicente López, y exponer su cuerpo. Tenían un grupo, Los Patovicas, con el que hacían exhibiciones junto al río. En una de esas tardes alguien lo descubrió y le ofreció participar de un casting para un programa de lucha en Canal 13.
Peucelle había estado apenas unas funciones en un show que hacía Martín Karadagian en el Luna Park (antes de pasar a la televisión con el famoso Titanes en el ring), entonces conocía la práctica. Aceptó y se sumó al elenco de Lucha Libre, la competencia en pantalla chica del ciclo de Karadagian, que también comenzó en 1962. ¿El apodo de Peucelle? "El Ancho del 13". Lo de ancho, por lo ancho de espalda, claro. Lo del 13, para diferenciarse de Titanes en el ring, que se emitía por Canal 9. Pero no hizo falta tanta diferenciación: en 1963 se pasó de canal y se sumó al más exitoso de los ciclos de lucha.

Comenzó a ganar popularidad. Tanto, que en la jugueterías vendían sus muñecos y figuritas. Luego llegó un segundo apodo: el Hércules argentino. Se decía que era el campeón nacional, que era un hombre de corazón gigante que a todos derrotaba. Para ganarle, había que dejar el corazón, según decía el malambo que habían escrito en su honor: "El campeón nacional/ es un bravo varón./ Es un hombre de honor/ con un gran corazón./ Es el Hércules argentino/ también lo llaman el ancho,/, es varón muy noble y sencillo/ y a nadie le cede un tranco./ Cuando sale a luchar se parece a un ciclón/, el que quiera ganar/ dejará el corazón".
En los combates, Peucelle tenía varias maniobras emblema: el molino, la llave y el candado, el volantín, la paloma y la media paloma. Con cada una dejaba en la lona a los rivales o los sacaba del ring. Era, lo decía la canción, un luchador noble, sin golpes bajos. No era extraño que los chicos lo adoptaran de héroe. El rating, por la década del setenta, andaba por los 30 puntos y la figura de Peucelle se reproducía en varios productos de supermercado. Como ocurre en la actualidad con una figura como Lionel Messi, no había producto lácteo que no lo tuviera en su envase.
Sin repetir y sin soplar, llegan fácilmente a la memoria las figuras de La Momia, el Caballero Rojo, Pepino… todos personajes furor del momento. Sin embargo, había una nodal diferencia entre ellos y el Ancho. Peucelle formaba parte de la reducida lista de personajes que no estaban disfrazados: Karadagian, José Luis -el campeón español-, El Ancho y no muchos más. Dar la cara y usar el nombre verdadero era un status que el líder del ciclo no cedía a cualquiera.


Se quedó en Titanes largos años, hasta fines de los ochenta. Se dijo en su momento que se peleó con Karadagian, de quien era amigo. Lo cierto es que el ciclo empezó a perder peso y Peucelle armó su propio programa: Lucha Fuerte. Si antes compartía cartel con el líder, en este nuevo era protagonista absoluto. Lo producía Héctor Ricardo García y se emitía por Canal 2.
"Nosotros no éramos luchadores solamente. Teníamos que ser fuertes y temperamentales porque era un ambiente bravo, pero era fundamental ser intérprete. Vos tenías que encarnar a un personaje. El catch es como el teatro. El bueno y el malo se tenían que ver y cada uno debía tener su personalidad. Éramos actores", dijo alguna vez en una entrevista.
Lucha fuerte duró tres temporadas. Ya entrados los '90, algo en el mundo de la lucha se apagó: en 1991 murió Martín Karadagian. Muy poco después, el Ancho se retiró de la TV. No más peleas para él. Cualquiera lo puede imaginar en las sombras, como en las películas de Rocky, manejando un restaurante y añorando los años de gloria.
La vida le dio el final que merecía: con la llegada de 100% Lucha a Telefe, un revival moderno del formato que había brillado algunas décadas atrás, Peucelle se sumó como manager y jurado entre el 2006 y el 2010. Los chicos, los nuevos, lo veían sin saber quién era, dónde se había formado ese mito que lo acompañaba al caminar. Fue, para una generación, la imagen del bien. Para otra, un desconocido. Pero supo adaptarse al nuevo rol.

Cinco veces participó en el cine. Primero, en las películas de Titanes. Al final, en las de 100% Lucha. Entre medio, en Alma Mía, una comedia romántica con Pablo Echarri y Araceli González.
Vivió 81 años, la mayor parte de ellos en Olivos, bien cerca de las playas en las que mostró por primera vez el alto y ancho de su cuerpo: 1,73 metros de alto, 97 kilos de peso. El Hércules argentino: Rubén Ovidio Piucelli (tal y cual como nació).
Murió en su casa acompañado de sus perros. Después de pasearlos, tuvo un paro cardiorrespiratorio, el 8 de septiembre del 2014. Hace exactos cinco años. Lo encontró un familiar. Los vecinos solían verlo en su terraza tomando sol. Tras su muerte, esa misma casa fue reemplazada por un edificio moderno. ¿No fue, acaso, el espíritu del mismo Peucelle quien la demolió? Pudo haberlo tumbado todo. En cambio, construyó una imagen indestructible.
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