Evita versus Libertad: la guerra de actrices en la Argentina del 45

Duarte tuvo su cuota de escándalo en el set de grabación de la película “La cabalgata del circo”, donde secundó a la estrella Libertad Lamarque, y se vengó con ferocidad de un famoso cachetazo. ¿Qué tienen para aprender las starlets de hoy de aquella antológica pelea?

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En el ring imaginario, Libertad Lamarque y Evita, protagonistas de una histórica pelea.
En el ring imaginario, Libertad Lamarque y Evita, protagonistas de una histórica pelea.

Ambiciosa y de un encanto arrollador, la joven Eva Duarte era una estrella en ascenso cuando el éxito cinematográfico la encontró de la mano de un importante militar devenido político. Eva es tan contemporánea que, al igual que ciertas divas y vedettes que participan en el Bailando y el Cantando, también tuvo su cuota de escándalo en el plató de grabación de la película La cabalgata del circo (Mario Soffici, 1945). Allí, Duarte secundaba a la auténtica estrella del film: Libertad Lamarque. En efecto, es probable que las nuevas aspirantes a estrellita tengan mucho que aprender de la ferocidad con la que Eva se vengó del famoso cachetazo.

Eva Duarte y Libertad Lamarque en La cabalgata del circo, 1945.
Eva Duarte y Libertad Lamarque en La cabalgata del circo, 1945.

Libertad Lamarque tendría que haber sospechado de aquella inesperada visita que su productor, Miguel Machinandiarena, le hizo semanas antes del rodaje para saber si le molestaría compartir pantalla con una casi ignota actriz de radioteatro llamada Eva Duarte. Pero Lamarque no sospechó. Se limitó a preguntar si la joven en cuestión era linda, a lo que el productor respondió que sí y entonces aceptó. Según la artista cuenta en sus memorias, le gustaba que la gente a su lado se viera bonita porque engalanaba la producción.

Por eso, cuando en la primera prueba de vestuario vio por primera vez a Eva Duarte, Libertad llamó a su hermana Aurora, responsable de vestuario, y le dijo: “¿Qué pasó con esa muchacha? ¿Por qué le dieron un vestido tan ordinario y feo? ¿No habrá alguna cosa mejor en el guardarropa para que se cambie?”. No, no había. Le pidió entonces a su hermana que se tomara el tren –en 1945, el combustible escaseaba en Argentina– desde los Estudios San Miguel en Bella Vista hasta el centro para buscar un bello conjuntito verde que había usado en la comedia musical Los tres valses de Oscar Strauss, y prestárselo a su nueva colega. La primera aparición importante de Eva en el cine había tenido a Libertad como hada madrina.

La primera aparición importante de Eva en el cine había tenido a Libertad Lamarque como hada madrina.
La primera aparición importante de Eva en el cine había tenido a Libertad Lamarque como hada madrina.

Encaramada en su torre de fama y gloria, Libertad debió de pensarse inalcanzable. Desde lo alto, los primeros indicios de que Duarte jugaba con artillería pesada debieron parecerle insignificantes gestos de hormiga, indignos de atención, pero poco a poco fueron creciendo hasta adquirir proporciones difíciles de ignorar. Debido a la falta de combustible, hasta Libertad Lamarque tenía que tomarse el tren cada mañana hasta los Estudios San Miguel. Para ahorrar tiempo, viajaba ya vestida y maquillada de Nina Arletty, personaje que encarnaba en la película.

Luego de varios trayectos y miradas incómodas (imaginen compartir asiento en el San Martín un lunes a las ocho de la mañana con Cecilia Roth travestida en Lady Macbeth), decidió maquillarse en el estudio. Fue allí, dos semanas después de la prueba de vestuario, que Lamarque vio por segunda vez a Eva. Le pareció extremadamente distinta a la muchacha recomendada, humilde y calladita que había conocido. Mientras la preparaban para maquillaje, Duarte empezó a hablar en voz alta: “Llegué tarde y eso que me traje el auto de la intendencia. ¡Qué largo es el camino desde el centro hasta aquí! ¡Qué lejos queda este estudio! ¿Alguien sabe a qué hora terminamos de filmar? A las cuatro regresará el chofer a buscarme, ¡pobre! Lo mandé al centro a comer con su familia, tiene cuatro chicos, me dio mucha lástima retenerlo aquí inútilmente tantas horas, y lo dejé ir…”. A lo que Lamarque contestó: “Tiene usted muy buen corazón, así que cuando le sobre gasolina, tráiganos un poco al estudio por favor, aunque sea en la boca, en un buche”.

Para cuando Lamarque se percató de que la “recomendada” se creía la “elegida” fue demasiado tarde. A las réplicas no estudiadas se sumaron los retrasos, las escenas interrumpidas por las llamadas telefónicas del coronel que, gracias a la asistencia incondicional del secretario de información Oscar Lomuto (un doppelgänger de Oscar Parrilli en los años 40), Eva podía responder en cualquier momento y despreocuparse del cuidado de sus caniches.

Gracias a la asistencia incondicional del secretario de información Oscar Lomuto, durante la filmación de La Cabalgata del circo Eva podía despreocuparse del cuidado de sus caniches (Everett/Shutterstock)
Gracias a la asistencia incondicional del secretario de información Oscar Lomuto, durante la filmación de La Cabalgata del circo Eva podía despreocuparse del cuidado de sus caniches (Everett/Shutterstock)

Ante los constantes retrasos de la actriz secundaria, la producción decidió acomodar los tiempos al calendario de Eva. El rumoroso cachetazo intervino luego de una de las acostumbradas demoras en las que Libertad esperaba en su camarín ya vestida y encorsetada, muerta de hambre pero sin atreverse a comer por si la “diva de los sindicatos” hacía su aparición de un momento al otro. Por fin, hacia las cuatro de la tarde, Eva llegó en un resplandeciente automóvil negro. El chofer del Ministerio de Guerra se apresuró a abrirle la puerta a la estrella con cuña, ante la mirada crispada de odio de Libertad Lamarque, que todas las mañanas, al bajar del tren, recorría a pie el camino de tierra que iba de la estación hasta los estudios, y que tenía en ese minuto el estómago pegado a la espalda por el hambre.

Se dice que Libertad atravesó la media carpa de circo que usaban como decorado para la grabación y recibió a la blonda actriz con una bofetada que dejó a todos en silencio e incomodidad. Machinandiarena cuenta otra historia. Según él, el cachetazo tuvo lugar durante el ensayo de un pericón, una danza folklórica que no requiere particular talento y que todos los colegiales argentinos han bailado alguna vez. Y sin embargo, por más que ahora sus delicados pies estuvieran envueltos en zapatos André Perugia, Evita no lograba adaptarlos a las exigencias del ritmo. Libertad, que bailaba muy bien, terminó por explotar y, luego de zarandear a la arrítmica joven, le cruzó la cara de un sopapo. Hay muchas versiones de lo ocurrido. Algunos dicen que todo sucedió en el camarín puertas adentro y que nadie vio nada. Hay quienes aseguran –entre ellos Libertad Lamarque– que el cachetazo nunca existió…

Como fuera, luego de terminar el rodaje Libertad se fue de gira por América Latina. La muerte de su padre en 1947 la obligó a regresar al país. Para entonces, su antaño compañera de elenco se había convertido en la primera dama de la República Argentina.

Cuando Libertad Lamarque regresó a la Argentina en 1947, la que era su compañera de elenco se había convertido en la primera dama de la República Argentina (NA)
Cuando Libertad Lamarque regresó a la Argentina en 1947, la que era su compañera de elenco se había convertido en la primera dama de la República Argentina (NA)

Por contrato Libertad tenía que filmar dos películas más con los Estudios San Miguel. No fue posible. Miguel Machinandiarena le informó que le “habían puesto la tapa” (del ataúd), lo que en la jerga peronista del momento significaba estar proscripta. La revista ¿Qué? publicó en su portada una fotografía de Lamarque y fue inmediatamente clausurada. Todos los ejemplares de ese número, donde la actriz contaba su altercado con Eva, fueron destruidos. Libertad debió partir al exilio.

Dicen que el tiempo es mágico, aunque todos sepamos que no es verdad. Algo en el artificioso decantar de los minutos que se convierten en horas, meses, temporadas, años y vidas nos llena de sabiduría, nos cura las heridas o nos revela verdades que no hemos sabido o querido ver. Durante muchos años, Libertad Lamarque culpó al destino o al azar por aquel desastroso rodaje que le costó su carrera en Argentina. Durante años, la pregunta “¿por qué Eva?” recorrió las circunvoluciones de su cerebro como una damisela atorada en un laberinto que no encuentra salida ni respuesta. Hasta que un día, el tiempo hizo su truco y develó la incógnita.

Aquella visita que Machinadiarena le había hecho antes de comenzar el rodaje no había tenido nada de azaroso, menos de gratuito. Allí, el azar jugó un papel mucho más banal que el de las maravillosas coincidencias que tuercen el rumbo de una vida hacia un lado o hacia el otro. Allí, el azar tuvo que ver con naipes, casino y apuestas. Además de su actividad en la industria cinematográfica, Machinandiarena tenía la concesión de los casinos en Mar del Plata y la licencia que le permitía enriquecerse con la esperanza de los desesperanzados llegaba a su fin en el ’45, apenas algunos meses después del rodaje de La cabalgata del circo. Quien otorgaba esos permisos era un coronel que había perdido la cabeza por una starlette que conoció durante un festival a beneficio de las víctimas del terremoto de San Juan.

Acompáñenme con la imaginación, por un momento, al 23 de septiembre de 1947. El escenario: el balcón de una Casa Rosada y a sus pies una entusiasta multitud convocada por la CGT. Cuando la catarata de aplausos y vítores se apagan para escuchar su voz, Eva, cual Madonna en el Billboard Women in Music, comienza su discurso: Fuck it, I’m a bad feminist. Me adueñé del voto femenino sin importarme las Grierson, Rawson, Lanteri, Horne de Burmeister, Moreau de Justo, Berrondo, ni las Tcherkoff, Larguía, Ocampo, incluso Farrell. Le puse la tapa a cuanta persona quise, o mejor dicho no quise. Jugué y gané según las reglas del patriarcado, y eso fue mi mayor acto feminista.

El 23 de septiembre de 1947, durante el gobierno del presidente Juan Domingo Perón, se promulga en Argentina la Ley 13.010 que instituye el voto femenino.
El 23 de septiembre de 1947, durante el gobierno del presidente Juan Domingo Perón, se promulga en Argentina la Ley 13.010 que instituye el voto femenino.

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