
En 62 páginas de discurso político, casi dos horas de lectura frente al recinto semivacío de la Cámara de Diputados, Alberto Fernández defendió su gobierno, calificó de “error” al vacunatorio VIP que organizó en las sombras Ginés González García, embistió una y otra vez contra Mauricio Macri y detonó su relación institucional con la Corte Suprema y la Justicia federal.
El Presidente escribió solo en la Quinta de Olivos, y todo lo que dijo en la Asamblea Legislativa refleja su propio pensamiento. Él decidió cuestionar a su antecesor Macri y él definió su línea argumental para justificar la carga de caballería contra la Corte y todos los despachos de Comodoro Py.
“Las reglas se deben cumplir. Si se cometen errores, la voluntad de este Presidente es reconocerlos y corregirlos de inmediato. Cuando se dijo que aquellas reglas habían sido transgredidas, me he encargado de recabar la información pertinente. Aun cuando en lo personal me causaran mucho dolor, tomé las decisiones que correspondían”, aseguró el jefe de Estado al comienzo de su discurso.
Y añadió: “Ningún gobierno de la Tierra se puede arrogar el privilegio de no cometer errores, pero todo gobierno sensible sí tiene la obligación de corregir esos errores para desterrar cualquier indicio de privilegio o falta de solidaridad”.
Alberto Fernández calificó de error la gestión opaca de su ex ministro de Salud respecto a los vacunados VIP. Pero nunca lo nombró. No puso en nombre y apellido al ministro que permitió que hubiera vacunación VIP cerca de su despacho, en el Hospital Posadas y hasta en la casa de Eduardo Duhalde.

Cuando terminó de defender a su propio gobierno, Alberto Fernández avanzó contra Mauricio Macri. El Presidente hizo referencia a su antecesor en cada uno de los capítulos de su discurso: COVID-19, negociación con el FMI, seguridad nacional, situación económica y la caída abrupta de la inversión pública. Y fue crítico en todos los casos.
“Endeudar al país de ese modo, permitir que los recursos que ingresaron solo hayan posibilitado la más asombrosa fuga de divisas que nuestra historia registra y que la toma de semejante crédito haya sido resuelta entre gallos y medianoche, sin intervenciones jurídicas y técnicas previas, con total irresponsabilidad y a espaldas de este Congreso Nacional, no puede ser visto de otro modo que no sea una administración fraudulenta y una malversación de caudales públicos como nunca antes habíamos registrado”, aseguró Alberto Fernández respecto a la negociación ejecutada por Macri con el FMI.
Y remató: “Por eso, he instruido a las autoridades pertinentes para que formalmente inicien querella criminal tendiente a determinar quiénes han sido los autores y partícipes de la mayor administración fraudulenta y de la mayor malversación de caudales que nuestra memoria registra”.
Es la primera vez que un jefe de Estado ordena investigar a su antecesor en la Justicia federal penal. No hay antecedentes en todos los períodos democráticos desde 1916 a la fecha.

Pero el ímpetu presidencial utilizado para cuestionar a Macri fue apenas un movimiento de esgrima si se lo compara con los párrafos de su discurso respecto al Poder Judicial en general y a Comodoro Py y la Corte Suprema en particular.
“El Poder Judicial de la Nación está en crisis. Es el único poder que parece vivir en las márgenes del sistema republicano. Sus miembros (jueces, fiscales, defensores y demás funcionarios) disfrutan de privilegios de los que no goza ningún miembro de la sociedad”, opinó Alberto Fernández.
Y continuó en esa zaga.
“En el caso de los miembros de la Corte Suprema, acceder a la declaración jurada de sus bienes es virtualmente imposible. La relación corporativa que los vincula ha permitido que muchos de ellos permanezcan en sus cargos más allá del tope de edad que la Constitución impone”, consideró el jefe de Estado.
Y sumó, en su crítica al alto tribunal: “En este año también hubo decisiones judiciales llamativas. Como un per saltum que le asignó extrema gravedad al traslado de dos jueces ignotos”, señaló el Presidente en referencia al desplazamiento que se hizo de los camaristas Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi por decisión de la Casa Rosada, y que la Corte trató a través de ese mecanismo procesal extraordinario.
Con todo, Alberto Fernández no frenó en la Corte Suprema. Cuestionó también a jueces y camaristas de Comodoro Py, y dedicó un filoso párrafo al fiscal federal Carlos Stornelli, que investigó –entre otros casos– los Cuadernos de la Corrupción K.
“En la Argentina de hoy, hay un fiscal procesado por delitos tan severos como el espionaje ilegal de ciudadanos o el de extorsión que sigue en funciones como si nada de esto lo afectara. A él no se le aplica aquella doctrina que recomendaba la detención preventiva de personas cuando su ´poder residual´ pudiera afectar la investigación. Es cierto. Su poder no es residual. Está vigente”, atacó el Presidente –sin nombrarlo– al fiscal Stornelli.
Alberto Fernández conoce cómo funcionan los tres poderes. Está a cargo del Ejecutivo, solicitó al Legislativo que trate sus proyectos más estructurales y avanzó sin mordaza contra la Corte y Comodoro Py. Su discurso cambió en los últimos 365 días: fue poco conciliador y más cercano al kirchnerismo duro.
El Presidente parece que no escapará a la máxima de Giambattista Vico: corsi e ricorsi. La historia se repite en ciclos.
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