“Gracias por preguntar. No mucha gente se interesa por saber si estoy ok”, le respondió Meghan Markle a Tom Bradby, periodista de ITV News, y la sorpresa fue para muchos. El mundo occidental recordó que detrás de la princesa más fotografiada de los últimos meses había nada más y nada menos que una mamá primeriza.
Con los ojos al borde de las lágrimas y en el marco de una gira por Sudáfrica, la duquesa de Sussex habló del desafío que para ella representa haberse convertido en la mamá de Archie, de seis meses. Entonces, en tiempos de feminismo y nuevas teorías de maternidad, ¿cómo ha cambiado rol de las madres de la familia real británica? De Isabel y Lady Di a Kate Middleton y la mismísima Meghan Markle.
ISABEL II
La actual reina de Inglaterra se convirtió en madre hace 70 años, cuando todavía eran incipientes las teorías del apego: aquellas que hablan de cómo se define el vínculo que las personas establecen con quienes las cuidan al nacer. Carlos, su primogénito, llegó a este mundo en noviembre de 1948 y Ana, la segunda, casi dos años después. Ambos, en el Palacio de Buckingham, dónde parteras y médicos montaron un hospital para que todo permaneciera en la más absoluta intimidad.
Mientras la reina Victoria -bisabuela de Isabel- consideraba “desagradable” el acto de amamantar, la actual reina fue madre cuando todavía la realeza y la clase alta europea recurrían a nodrizas para hacerlo. ¿Amamantó Isabel II a sus hijos? Algunos aseguran que lo hizo, aunque de manera intermitente. Y otros, que siguió la tradición de contar con alguien que lo hiciera por ella.
Casada con el duque Felipe de Edimburgo desde 1947, Isabel tenía dos hijos cuando se convirtió en soberana de Gran Bretaña, en 1951, en plena post guerra. Y fue justamente un tour por el Commonwealth –la organización intergubernamental de 53 países fundada unos años antes- su primer gran desafío post coronación.
La reina de 27 años viajó durante seis meses desde Jamaica a Oceanía, pasando por África y Gibraltar. Por entonces dejó a sus hijos de seis y cuatro años en el palacio, al cuidado de niñeras y de su madre. “Consideró que era mejor que se quedaran en el palacio a llevarlos de aquí para allá por el mundo”, comentaron quienes la rodeaban, para explicar aquello que por entonces no llamaba la atención, pero que sin dudas dejó huella en sus hijos.
Como fuera, una década después de tener a Ana y ya asentada en sus funciones de soberana, Isabel II volvió a ser madre. Andrés nació en 1960 y Eduardo, en 1964. Muchos aseguran que la reina tuvo mucha más disponibilidad afectiva para los dos menores que para los mayores. Si con los dos primeros se veía sólo durante el desayuno y a la hora del té, con los más chicos celebraba las “Mabels night out” (noches libres de Mabel, la niñera), para agacharse, bañar y acompañar a sus hijos a la cama.
Incluso, durante la adolescencia de Ana, la reina se volvió muy compinche con su única hija mujer gracias al interés por los caballos y la ropa. “Ninguno de nosotros sintió que ella no cuidara de nosotros como lo hacían el resto de las madres”, aseguró la princesa en una entrevista de 2002, para celebrar el 50 aniversario de la coronación. Y dadas las circunstancias, todo parece haber quedado aclarado entre ellos.
LADY DI
Moderna por dónde se la mire, Diana Spencer fue una adelantada también en su manera de ejercer la maternidad. Guillermo y Harry nacieron con dos años de diferencia, a principios de los ochenta, cuando psiquiatras y psicólogos ya habían establecido ciertos principios básicos de crianza que aún hoy siguen vigentes.
No sólo fue la primera embarazada en dejarse retratar en traje de baño durante unas vacaciones en Bahamas, sino que además marcó las pautas de cómo crecerían sus hijos. Los dos nacieron en el Hospital Santa María, de Paddington y no dentro del Palacio de Buckingham, ni en su residencia de Kensington. Y además, se impuso en relación a los nombres. Dejó que Arturo fuera el segundo nombre de Guillermo, por elección de su marido. Y Alberto, el segundo de Enrique, a quien el mundo conoce como Harry. Siempre dijo que quería nombres modernos.
Amamantó, sin dudas, y por eso algunos aseguran que fue la primera en hacerlo dentro de la familia real. Aceptó niñeras, pero las eligió ella y si bien hubo más de una, trascendió Tiggy Legge-Bourke, que incluso estuvo en el casamiento de Harry. Eso sí, se negó a que sus hijos fueran al jardín de infantes dentro del palacio y los mandó al colegio Wetherby, para que estuvieran en contacto con otros chicos.
Y una vez más, las giras oficiales desafiaron la maternidad en la monarquía. Australia y Nueva Zelanda resultó el primer tour de seis semanas, en 1983, cuando Guillermo tenía nueve meses de vida y tomaba leche materna. Entonces Diana se puso firme y aseguró que si no lo podía llevar con ella -algo que no se solía hacer- se quedaba en Londres. Después de algunas idas y vueltas, Guillermo se convirtió en el primer bebé en participar de una gira oficial. La popularidad de la princesa crecía a pasos agigantados y era más inteligente tenerla de paseo por el mundo que escondida en el palacio amamantando.
Sin embargo, aquel no fue el único tour del que participó la princesa de Gales. Hubo varios y la imagen de Diana corriendo al encuentro de Harry y Guillermo para abrazarlos al volver de Toronto, en 1991, pinta a las claras lo que fue como madre. Claro que el mundo había cambiado gracias a las teorías del apego y, a esta altura, expresar los sentimientos no estaba mal visto.
Eso sí, Diana no sólo estaba convencida de que los abrazos debían ser parte de la educación, sino que además quería que sus hijos supieran que su realidad no era la de todos los chicos. Entonces, no sólo los llevaba de noche (y sin cámaras) a hospitales para saludar enfermos, sino que además la acompañaban a visitar homeless por las calles de Londres.
E incluso, decidida a que se divirtieran como el resto de los chicos, los sacaba a comer a McDonalds y les organizaba vacaciones en Disney. Algo que entonces, no sólo estaba desaconsejado sino que además rompía con los esquemas de una monarquía todavía conservadora en muchos aspectos.
“Mamá era muy informal y disfrutaba de las risas y los juegos. Consideraba que había un mundo real del otro lado de las paredes del palacio”, aseguró William durante una entrevista en agosto de 2017, al recordar a su madre a veinte años de su muerte. “Era una mamá traviesa”, agregó Harry, para que no queden dudas de que Lady Di fue revolucionaria incluso en su manera de ser madre.
KATE MIDDLETON
Mamá a los 31, cuando “cómo ejercer la maternidad” está a un click, Kate Middleton se apoyó en su propia madre para a criar a sus hijos. Jorge, el primero, nació en julio del 2013, cuando la duquesa de Cambridge y su marido, Guillermo, se instalaron en la tranquilidad de su casa de campo, en Amner Hall, Norfolk.
Con Carola Middleton como principal soporte y desoyendo la tradición de tener enfermeras desde el primer minuto, Kate contrató una niñera recién cuando el príncipe heredero al trono británico -tercero en línea directa de sucesión- tenía seis meses. La española María Teresa Turrion Borrallo, formada en el prestigioso instituto Norland (usa un uniforme que sí resulta anticuado) suele verse junto al trío que completan Carlota y Luis, de cuatro años y un año y medio, respectivamente.
Kate no sólo lleva a los chicos al colegio, sino que además es de la partida cada vez que los papás del jardín Thomas Battersea, al que asisten los dos mayores, se juntan a tomar tragos en un pub de Chelsea. Claro que además los lleva de gira y los participa de eventos como la visita nocturna de Barack y Michelle Obama en su casa de Kensington, en 2016.
“No hay regla, libro, ni ‘está bien o está mal’ que valga. Tenés que hacer lo que te sale mejor para cuidar a tu familia. A muchas madres, y esto me incluye, esto nos hace sentir inseguras e ignorantes. Por esto está bueno hablar de maternidad como algo maravilloso, pero también estresante. Es lógico que no siempre resulte fácil. Pedir ayuda no debería ser un singo de debilidad”, aseguró Kate durante una conferencia, en 2017. Y ella sí que sabe de presiones: cría al futuro rey de Inglaterra.
MEGHAN MARKLE
Licenciada en relaciones internacionales, actriz y americana, la duquesa de Sussex se convirtió en madre a los 37 años. Archie Harrison Mountbatten - Windsor nació en secreto en el exclusivo Hospital Portland, de Londres, el 6 de mayo pasado. Sus padres lo anunciaron unas horas más tarde en su cuenta de Instagram, con una foto y revelando la información a cuenta gotas, con el único objetivo de ganar privacidad para su primogénito. Tampoco lo presentaron al rato de nacer, sino que dos días después.
Además, hicieron un bautismo íntimo y no revelaron los nombres de los padrinos. Por otro lado, no sólo procuraron que no trascendiera el nombre de la niñera del bebé -parece que sería la tercera después de dos que duraron días-, sino que además Harry sorprendió con un extenso comunicado en el que rogaba por privacidad y respeto de la prensa para su esposa y su recién nacido.
Y como las giras reales son siempre punto de inflexión en cuestiones de maternidad y monarquía, la última de Meghan y Harry por Sudáfrica no fue la excepción. Con Archie en brazos -aquello que a esta altura está fuera de discusión- la duquesa pasó diez días de septiembre en la tierra que no sólo amó su suegra, sino que también se vincula con sus orígenes afro. Entonces, más allá del éxito de su paso por aquel continente, sus declaraciones a la prensa británica sorprendieron al mundo.
“Cualquier mujer, especialmente cuando está embarazada, se siente vulnerable. Ser madre es realmente un desafío. Y cuando tenés a tu recién nacido, ya sabés… ¡es un montón!”, le aseguró a Tom Bradby, periodista de ITV News de Londres, que además es su amigo personal.
“Y, gracias por preguntar, porque mucha gente no se interesa por saber si estoy ok”, agregó. Entonces, cuando el conductor le consultó si estos meses habían sido complicados, Meghan no dudó en asentir con un sí y con lágrimas en los ojos. Para que finalmente el mundo entienda que ser madre puede ser perfecto, pero también difícil, más aún estando bajo la lupa por ser parte de la realeza británica.
Seguí leyendo