
En la etapa madura de la vida, la salud femenina enfrenta nuevos interrogantes y desafíos. Uno de los más frecuentes es el papel del hierro después de la menopausia. ¿Es necesario seguir tomando suplementos? ¿Cuáles son los riesgos de un exceso?
Las creencias sobre el consumo de hierro suelen generar dudas y mitos en mujeres mayores de 60 años, pero las respuestas dependen de información científica precisa y de la orientación médica adecuada. Este respaldado, con base en las investigaciones de Harvard Medical School y Harvard Women’s Health Watch, las verdaderas necesidades de hierro en la posmenopausia, los peligros de la suplementación innecesaria y las mejores estrategias para cuidar la salud.
Cambios en las necesidades de hierro tras la menopausia
La llegada de la menopausia implica una transformación significativa en las necesidades nutricionales de las mujeres, especialmente en relación con el hierro. Tras el cese de la menstruación, muchas mujeres mayores de 60 años se preguntan si deben continuar con suplementos de hierro o si existe algún riesgo asociado a un exceso de este mineral.
De acuerdo con expertos de Harvard Medical School, la suplementación sin justificación médica puede resultar perjudicial, por lo que aconsejan consultar a un profesional antes de iniciar cualquier tratamiento con hierro.

En la etapa previa a la menopausia, la demanda de hierro es elevada debido a la pérdida regular de sangre menstrual. Según la Ingesta Dietética Recomendada (IDR), las mujeres menores de 50 años requieren 18 mg de hierro diarios. Sin embargo, Harvard Women’s Health Watch indica que, a partir de los 51 años, la recomendación desciende a solo 8 mg al día.
La Dra. Suzanne Salamon, jefa clínica de gerontología en el Centro Médico Beth Israel Deaconess y miembro del consejo asesor editorial de Harvard Health Publishing, explica: “Después de la menopausia, eres como un hombre: no deberías perder hierro”.
Causas de deficiencia de hierro en la posmenopausia
A pesar de esta disminución, diversos factores pueden causar niveles bajos de hierro en mujeres posmenopáusicas. Entre las causas descritas por Harvard Medical School se encuentran hemorragias gastrointestinales (por úlceras, pólipos, diverticulitis, diverticulosis o cáncer), problemas de absorción debidos a enfermedades como la celiaquía o tras una cirugía de bypass gástrico, nefropatías, ciertos medicamentos, así como dietas vegetarianas o veganas sin alimentos fortificados con hierro.

La Dra. Salamon destaca que la deficiencia de hierro suele deberse a causas médicas concretas y no únicamente a la edad o a la dieta: “Es posible que estés consumiendo suficiente hierro, pero que no lo estés absorbiendo bien. Pero cuando veo a alguien con deficiencia de hierro, generalmente hay algo que no va bien, a menudo pérdida de sangre”, advirtió la especialista a Harvard Medical School.
Síntomas y diagnóstico de la deficiencia de hierro
Los síntomas de déficit de hierro son variados, siendo los más habituales la piel pálida, la fatiga, la dificultad para respirar, la pérdida de peso y el dolor torácico. No obstante, Harvard Medical School aconseja no automedicarse ni iniciar la suplementación por cuenta propia ante estos síntomas. El primer paso debe ser la consulta médica y los estudios de laboratorio pertinentes para identificar la causa exacta de la deficiencia.
Estos análisis, según la Dra. Salamon, resultan fundamentales para identificar pérdidas de sangre internas y otras causas subyacentes. “Las pruebas pueden ser una forma de detectar cáncer de colon o de estómago, u otra causa de pérdida de sangre”, indicó. Además, tomar suplementos sin supervisión médica puede enmascarar problemas graves, obstaculizando la detección de la causa real.

Ante el diagnóstico de anemia, los médicos emplean dos pruebas principales: la medición del hierro circulante y de la ferritina, proteína que refleja las reservas de hierro. Ambas aportan información clave para orientar un tratamiento seguro y eficaz.
Riesgos del exceso de hierro y recomendaciones
El equipo de Harvard Women’s Health Watch advierte sobre el peligro del exceso de hierro, conocido como sobrecarga férrica, que puede dañar órganos como el corazón, el hígado y el páncreas. Estos daños suelen presentarse con síntomas poco específicos, como fatiga o molestias abdominales. “El cuerpo no elimina el hierro simplemente si hay exceso. Puede acumularse”, señaló la Dra. Salamon en informes de Harvard Medical School.
La mayoría de mujeres sanas de 60 años o más pueden cubrir sus necesidades de hierro a través de la alimentación, ya que el organismo absorbe mejor el hierro de los alimentos que de los suplementos. Entre los principales alimentos ricos en hierro figuran carnes magras rojas, aves, pescado, porotos, lentejas, espinacas y cereales fortificados.

Si la suplementación resulta necesaria, existen alternativas como el sulfato ferroso o el gluconato ferroso, con diferentes perfiles de tolerancia y aporte de hierro. Espaciar las dosis puede mejorar la absorción y reducir efectos secundarios. Solo una evaluación médica puede determinar la necesidad y el tipo de suplemento adecuado, ya que el hierro excedente se acumula y puede causar daños. La decisión debe basarse en la causa real de la deficiencia y en la orientación profesional.
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