
Federico Mora, viceministro de Educación Superior de Paraguay, advierte que el mayor reto del sistema educativo está en su capacidad de adaptarse al mundo laboral. En diálogo con Ticmas, sostuvo que la empleabilidad debe ser el eje rector de la educación superior, una visión que obliga a revisar profundamente la relación entre universidades, estudiantes y empresas.
“Nosotros partimos de esa base: de aquel que está en una búsqueda y efectivamente puede dar con un lugar en el ámbito laboral”, expresó Mora en la entrevista.
El viceministro identificó dos puntos críticos en la trayectoria educativa. El primero, la transición del bachillerato a la universidad; el segundo, el salto de la educación superior al mercado laboral. En Paraguay, explicó, existe “una brecha importante” en la formación que ofrece la secundaria: herramientas insuficientes para una inserción temprana.
La preocupación es doble: por un lado, los jóvenes egresan del sistema medio sin competencias para emplearse; por otro, quienes acceden a la universidad lo hacen en muchos casos combinando estudio y trabajo. Esto impacta directamente en la dinámica de formación y en la permanencia estudiantil.
El auge de las microcredenciales
Una respuesta emergente a estas brechas está en las microcertificaciones. Mora señaló que cada vez más jóvenes en Paraguay optan por cursos cortos, bootcamps y formaciones específicas en nuevas tecnologías.
“Google, Meta, IBM ofrecen programas de dos o tres meses muy vinculados al interés de los jóvenes”, detalló. Y eso puede ser su puente para continuar estudios superiores.
Estos cursos están siendo incorporados dentro de programas de pasantías en el bachillerato técnico, a través de proyectos con el sector privado. Pero el gran desafío, según Mora, es integrarlos formalmente en el sistema de créditos universitarios. “Más que tener un título formal, deberían ser créditos académicos reconocidos”, dijo.
El sistema privado aparece como un actor clave en esta transformación. Mora lo planteó con claridad: las empresas hoy exigen que los jóvenes lleguen con habilidades específicas. Esa presión se traslada al sistema educativo, que debe reconocer y formalizar estos nuevos saberes.
“El gran pedido al sistema educativo es: inclúyanlo. Háganlo parte formal, por favor”, insistió. El joven también lo pide, porque muchas veces esa empleabilidad le permite pagar sus estudios en la universidad.
En este marco, Mora propuso que la educación superior abandone el modelo memorístico tradicional. “Ese mundo se acabó con el celular que brinda toda la información. Hoy se trata de las competencias, del saber hacer”, afirmó.
Pese a estas señales, el viceministro advirtió que muchas universidades aún no han dado el paso decisivo hacia una mayor flexibilidad curricular. Persisten estructuras rígidas, que no reconocen aprendizajes adquiridos por fuera de la malla formal.
“Lo rompedor que se viene es la apertura de la universidad al trabajo conjunto con el sector privado”, explicó el viceministro. Es una reconfiguración que se vincula también a la deserción estudiantil.
Los datos son elocuentes. Según Mora, alrededor del 40% de los estudiantes paraguayos no culminan sus estudios universitarios. El principal motivo es económico. Pero no se trata solo de falta de recursos: muchos jóvenes eligen cursos alternativos que les permiten insertarse más rápido en el mercado laboral.
“Si el joven encuentra que hay otros cursos menores que le brindan ingreso al trabajo, se pregunta: ¿para qué ir a la universidad?“, analizó Mora. Esto obliga a una revisión profunda del rol de la educación superior.
El perfil del estudiante paraguayo

La conversación derivó hacia un punto crucial: el impacto de las nuevas tecnologías en el formato educativo. Mora reconoció que la universidad enfrenta una tensión entre su naturaleza conservadora y las demandas de una juventud hiperconectada.
“Hoy surgen nuevas opciones: cápsulas formativas, procesos cortos, específicos. Aquel que tenga mayor capacidad de respuesta va a generar una ventaja”, afirmó el funcionario de Paraguay. El aula tradicional ya no funciona igual: hay que reconceptualizar al docente y el espacio de aprendizaje.
Al cierre de la entrevista, Patricio Zunini le pidió a Mora que definiera la identidad del estudiante paraguayo actual. El viceministro no dudó: “el 65% estudia y trabaja”. Este dato no es menor. Implica que las microcertificaciones no solo son una herramienta formativa, sino también un sostén económico. Y plantea, una vez más, la urgencia de un cambio estructural.
“El estudiante accede a microcertificaciones porque con el trabajo cubre sus estudios”, dijo. Y eso nos lleva a la misma pregunta: ¿cuándo va a abrir esa puerta la universidad?
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