Pacho O’Donnell y Daniel Marcove: el teatro, el arte de crisis y la resistencia

La dupla creativa volvió a reunirse parar “Un papel en el viento” y en este diálogo con Infobae Cultura repasan los detalles de la obra que se presenta todos los jueves en El Tinglado Teatro

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Pacho O’Donnell y Daniel Marcove producen "Un papel en el viento"
Pacho O’Donnell y Daniel Marcove producen "Un papel en el viento"

Pacho O’Donnell y Daniel Marcove se vuelven a juntar para producir teatro. En esta ocasión, la séptima, la obra trata sobre cuatro personas encerradas: Moni, una trans que quiere ser famosa; Diego, futbolista que pierde la funcionalidad de la pierna izquierda en un accidente con barras bravas; Bill, un ambicioso que se perdió entre sus ambiciones; y René, que tuvo un infarto el día que se iba a recibir de médico. No se sabe dónde están, ni desde o hasta cuándo. La única salida parece ser a través de una voz externa, la de Hitler, que cada tanto interviene en el espacio y da la idea de que alguien los vigila. Por supuesto, como en la alegoría de la caverna de Platón, en algún momento descubren que es posible salir sin permiso, y serán ellos mismos, con la ayuda de un quinto personaje, los que deberán decidir si hacerlo o no.

La historia de la dupla creativa comienza hace casi cuarenta años. En el 83, antes de que Marcove se dedicara a la dirección teatral, actuó en Vincent y los cuervos, obra de O’Donnell dirigida por Victor Mayol, año el que O’Donnell fue nombrado Secretario de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, el primero en democracia. A partir de ese momento, cada uno siguió su camino: O’Donnell hizo carrera política y publicó textos ficcionales y ensayos de todo tipo, y Marcove continuó su carrera teatral, incursionando en la dirección y colaborando con actores como Stella Matute, Pablo Rago y Tony Vilas.

Recién en el 2004 se reencuentran en un velorio, y a raíz de esa reconexión con el otro se proponen trabajar juntos. Desde ese momento hicieron siete obras en calidad de autor-director, y una, A la izquierda del roble, con O’Donnell como intérprete. Y no son roles fijos y mutuamente excluyentes: Marcove participa de las confecciones de la obra, no es una entrega ciega de un texto.

O’Donnell, en referencia a esto, empieza contando: “En Un papel en el viento, el final a mí me paralizaba. Yo pensaba que el final lógico era que los personajes siguieran debatiendo cómo iban a hacer para salir, pero en realidad tenían mucho miedo, discutían porque no se animaban. Era un final sin fuerza dramática. Fue Daniel el que me sugirió que entre alguien, en vez de que alguien salga. Es el final que tenía que tener la obra”.

Una escena de "Un papel en el viento"
Una escena de "Un papel en el viento"

—La obra trabaja mucho la cuestión del límite, qué es afuera y qué es adentro, si es que se puede hacer esa distinción. Y la escenografía, que cuenta con camas y paredes de madera, funciona para generar esa distinción: rodea a los personajes, refuerza la idea de que de ese lugar no se puede salir. ¿Cómo surgió esta idea de puesta?

Daniel Marcove: —Siempre está la cuestión presupuestaria, y la cuestión del teatro independiente de tener que hacer un armado y desarmado rápido. Pero acá fue importantísimo el trabajo de Héctor Calmet, escenógrafo prócer de nuestro teatro, y realmente fuimos trabajando y encontrando ese lugar que tampoco tiene tanta explicación. Es un lugar que no se sabe bien qué es, ni hace cuánto están ahí. Después de muchos intentos, llegamos a esa resolución atractiva y que facilitó mucho la acción dramática para los actores.

—Hay una frase que dice Bill que me quedó resonando: “Lo que recordamos como real no es más que una mala película”. ¿Cómo juega esa lógica de lo real y lo no real?

Pacho O’Donnell: —Siempre somos una representación de algo, y representaciones que dependen del mundo interior. Estos personajes están lastimados por la vida, y sus recuerdos son una mala película, una película clase B. Esta obra, que está basada en un texto mío anterior, cobró mucha vida a raíz de la pandemia. El tema del encierro, y el afuera como algo riesgoso. Es una metáfora de lo que realmente es, con o sin pandemia. René dice, en algún momento, que el tema es la imprevisibilidad. En ese lugar, todo es previsible. Es mediocre, absurdo, monótono, pero previsible. El afuera se nos aparece como imprevisible, la libertad nos impide saber qué va a pasar. Creo que eso se juega mucho en la obra, el adentro y el afuera. El afuera como algo que no se sabe si es mejor que ese infierno. Cuando se va Diego, no sabe si es un premio o un castigo poder irse. Por lo menos, aparece como una elección.

Daniel Marcove: —A mí me cuesta hablar de lo que hago, porque hay un punto que no tiene explicación. Pero, en este sentido, Pacho ha puesto muchísimo de su mundo sensible y conceptual en este material. Fue escrito en plena pandemia, tiene enormes asociaciones que permiten muchísimas lecturas. Esa metáfora del encierro tiene muchísimas posibilidades: la libertad, el deseo, el constante regodeo en la memoria. La memoria, la repetición, eso que de tanto contarse no se sabe si fue verdad o fue mentira. Es una obra que habla de un tiempo bisagra, de esta nueva era que, sin darnos cuenta, estamos atravesando.

—Yo pensaba, también, en A puerta cerrada, de Sartre. No solo aparece la intertexualidad por el tema y por la situación de encierro, sino porque René la cita en un momento, con “El infierno son los otros”. ¿Cómo los interpela esta intertextualidad?

Pacho O’Donnell: —A mí Sartre me influye por su pensamiento. Soy muy sensible a la línea de Sartre, Camus, Dostoievski, Nietzsche. Desde ahí se pueden sacar conclusiones de esa obra, se la podría considerar existencialista. Tiene un fuerte basamento en esa constelación de autores. Coincido con Daniel, es difícil hablar de mi obra. Los autores no sabemos qué escribimos, muchas veces saben más los espectadores. Alberto Ure una vez, cuando le llevé una obra, me dijo que cada vez que recibía algo para leer se preguntaba qué es lo que el autor había tratado de esconder mientras escribía. Creo que siempre cuando escribimos una obra estamos tratando de disfrazar algo, de engañar algo de uno mismo, transformarlo en arte.

Daniel Marcove: —Fijate que acá, en Un papel en el viento, está el personaje de Moni, que es ajeno a la generación de Sartre, mucho más cercana a las nuestras. Ella pudo ser fiel a su deseo, ser quien era. Hay muchos ingredientes que en A puerta cerrada no podrían haber aparecido.

—En relación a estos cuatro primeros actores, hay algo muy interesante en relación a las distintas dinámicas entre ellos: un triángulo amoroso, el saber del médico, y, sobre todo, que ninguno pudo cumplir su deseo. ¿Cómo fue el trabajo de construcción de personajes, tanto en el texto como en el armado?

Daniel Marcove: —Pacho pone los nombres de los personajes en relación a su deseo y sus frustraciones, de aquello que querían ser y lo que en verdad somos. Bill por Gates, René por Favaloro, Diego por Maradona, Mónica por Guido. Con los actores y actrices trabajamos con su mundo personal, a partir de sus imágenes. Numerar los recuerdos implicó un trabajo de investigación sobre la propia memoria: cómo y por qué recordamos. Ese recorrido le dio una carnalidad y sanguineidad a aquello que parecía solo racional.

—Es una obra que pertenece a un tipo de teatro que busca más que simplemente entretener. Y me quedo con otra frase del texto: “No es tan difícil volverse loco acá”. Más allá de la pandemia y otras locuras de la época, ¿es difícil volverse loco en algún lado?

Pacho O’Donnell: —¡Ahora encima tenemos la guerra! Y amenaza de guerra nuclear, que hoy es posible. Estamos rodeados de locura. Hay una frase maravillosa de Neville Chamberlain, ex primer ministro del Reino Unido, cuando se entrevistó con Hitler para convencerlo de que no invada Polonia. Hitler le prometió que no iba a hacerlo, aun sabiendo perfectamente que estaba en sus planes. Firmó, incluso, un papel que decía que iba a mantener la paz, y Chamberlain bajó del avión con el papel en el aire, asegurándola. Después de que pasó todo lo que pasó, dijo: “Para la paz hacen falta dos, para la guerra solo es necesario uno”. Uno como Hitler, como Putin.

Daniel Marcove: Nuestra realidad teatral está en una proliferación de textos para reírse y comer. Creo que con Pacho coincidimos en que hay temas sobre los que tenemos que seguir hablando, y un público que necesita acercarse a esos temas. Podemos decir, desde ahí, que somos algo locos, que hacemos algún tipo de teatro que pareciera que no hay que hacer. Siempre el teatro es un profundo y genial misterio, uno nunca sabe si va a venir gente o si la obra va a interesar. No sabría cómo pensar la locura más allá de nuestro trabajo. Estamos un poco locos en un país bastante loco. Pacho asoció tu pregunta con la guerra, y yo sumo que se cumplen cuarenta años de la Guerra de Malvinas. Seguimos atravesando momentos que hacen que el teatro sea tan rico en nuestro país. Nos pasan tantas cosas.

Pacho O’Donnell: —Es un arte de crisis el teatro.

Daniel Marcove: —¡Y de resistencia! Estamos entrenados a resistir. Alguna vez escuché una frase: “La carrera teatral es una carrera de embolsados. Se mantiene el que no se cae”. No hay ningún lugar al que llegar, solo tratar de permanecer parados. Eso que vos llamás locura yo lo pongo en el territorio de la pasión. Los animales del teatro estamos enfermos de pasión. Ese es el bicho que nos pica siempre.

*Un papel en el viento se presenta los jueves a las 20.30 en El Tinglado Teatro, ubicado en Mario Bravo 948, Almagro.

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