Mike Tyson y 6 impactantes golpes de destreza motivacional para contar la propia vida

El célebre boxeador es autor de dos libros de memorias y un podcast en los que reflexiona con inteligencia y sensibilidad sobre su experiencia arriba y abajo del ring. A la espera de su anunciada pelea con Roy Jones Jr., ¿cómo funciona el discurso del “hombre más malo del mundo”?

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“¿Qué significa estar asustado?”, le preguntó William Shatner a Mike Tyson en Hotboxin´ With Mike Tyson, el podcast que el excampeón de los pesos pesados transmite cada semana por YouTube. Sereno, Tyson miró a la vieja estrella de Star Trek y con su particular ceceo dijo: “Estar asustado es una ilusión proyectada por tus peores pesadillas. En una pelea puedo estar asustado porque soy humano, pero no me siento intimidado. Tener miedo es un sentimiento, pero no impide que actúes. La intimidación, en cambio, sí afecta tu desempeño. Un peleador tiene que comprender el sentimiento del miedo. El miedo es como el fuego. Fuera de control, puede destruirte. Pero bajo control puede ser tu amigo, cocinar tu comida, mantenerte caliente, luchar por vos”.

El silencio en el estudio de grabación del Tyson Ranch, las 40 hectáreas en California donde Tyson produce, cultiva y comercializa marihuana de primera calidad para distintos productos terapéuticos y recreativos, sorprendió a Shatner pero no a Eben Britton, con quien desde 2019 “el hombre más malo del mundo” conduce su podcast. Era otra prueba del cambio radical de actitud que Tyson, que ahora mismo entrena para una “pelea de exhibición” contra otro veterano, Roy Jones Jr., lleva adelante desde que aceptó que entenderse mejor a sí mismo era el único camino para entender, también, su paso por lo más estrafalario del éxito y lo más abyecto del fracaso.

Jamie Foxx como Mike Tyson
Jamie Foxx como Mike Tyson

A la espera de que comience a filmarse una nueva película sobre su vida protagonizada por Jamie Foxx, y convertido a los 54 años en empresario, productor, actor y defensor del cannabis, el paso crucial en la nueva vida de Tyson fue su celebrada transformación en escritor. Publicada en 2013, Toda la verdad, su primera autobiografía, no solo sorprendió a fans y detractores: la escritora Joyce Carol Oates la describió como “una viva mezcla de memorias”, mientras que la crítica Michiko Kakutani, en The New York Times, la comparó con “una película de Tarantino de la vida real, con partes que se leen como Tom Wolfe”. ¿Adversidad? ¿Violencia? ¿Crimen? ¿Drogas? ¿Sexo? ¿Cárcel? Ninguno de esos universos es ajeno a Mike Tyson. Sin embargo, nadie logra convertirse en el campeón más joven en la historia del boxeo de pesos pesados sin otras enormes dosis de voluntad, perseverancia, esfuerzo, pasión, lealtad, concentración y sacrificio. Al fin y al cabo, repite Tyson, disciplina significa hacer lo que odiás hacer como si lo amaras.

La oportunidad para contar este otro costado de su vida surgió en 2017, cuando publicó su segundo libro, Ambición de hierro. Mi vida con Cus D´Amato, en el que narra el giro de su existencia cuando, a los 13 años, conoció al entrenador y mánager que lo rescató de un reformatorio y le aseguró que estaba destinado a ser “campeón mundial de los pesos pesados y posiblemente del universo”. En plena madurez, y con historias tan fuertes y efectivas como sus inolvidables golpes, esta es la manera en que Mike Tyson elige narrarse a sí mismo:

1. Experiencias de coraje: contra el miedo y en favor de los intimidados

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Tyson admite que la habilidad para pelear llegó a él mucho antes de conocer las reglas del boxeo, cuando las calles de Brownsville, en Brooklyn, Nueva York, mantenían a un jovencísimo Michael Gerard Tyson en un estado permanente de intimidación. En ese entonces, Tyson tuvo que elegir entre ser la víctima de los crímenes de los otros o convertirse él mismo en un criminal. La decisión por el crimen fue casi inevitable. Pero un día, entre aquellos robos y hurtos en los que se involucraba a diario, uno de sus cómplices le mostró un pasatiempo: la cría y el entrenamiento de palomas. Tyson empezó a invertir parte de su botín en lo mismo, hasta que su destino como boxeador le fue revelado. “Un día, después de robar una casa, fui a una veterinaria y gasté 100 dólares en pichones que alguien del barrio me ayudó a llevar hasta el techo donde escondía mis palomas. Pero después les contó a otros chicos, que vinieron a robarme”, recuerda en Toda la verdad.

Que el boxeador más intimidante del siglo XX haya sido víctima del bullying puede ser llamativo, pero en su memoria esta experiencia se convierte rápido en el primer capítulo para un gran relato de superación

Que el boxeador más intimidante del siglo XX haya sido víctima del bullying puede ser llamativo, pero en su memoria esta experiencia se convierte rápido en el primer capítulo para un gran relato de superación. “¿Quieres este pájaro?, me preguntaron. Entonces le arrancaron la cabeza, me la tiraron encima y se limpiaron la sangre en mi ropa”, cuenta Tyson. Fue la primera vez que escuchó que alguien gritaba: “No tengas miedo, solo enfréntalo”. “Hasta entonces siempre había tenido miedo de pelear con cualquiera. Pero tiré algunos golpes duros, uno conectó con mi contrincante y cayó”. Este episodio inaugural sella así la dedicatoria de su autobiografía, escrita para los que, como Tyson, fueron víctimas del miedo y la intimidación: “Este libro está dedicado a todos los parias: los que alguna vez fueron anulados, marginados, deprimidos, golpeados, y a todos los que fueron acusados falsamente. Y también a los que son incapaces de recibir amor”.

2. Reconstruir el respeto: la única justicia es la verdad

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La primera gran caída pública de Mike Tyson ocurrió en 1992, cuando tras ser acusado de violar a una modelo pasó casi tres años en la cárcel, en medio de una gran polémica judicial. Esto no impediría que en 1996, ya en libertad, recuperara el máximo puesto mundial entre los pesos pesados. Pero si de algo trata Toda la verdad, es del intento de Tyson por limpiar su nombre. Para esto, prueba que su relación con Desiree Washington jamás involucró una violación, y que el juicio que lo condenó fue un castigo racista dirigido contra su figura de “chico malo” y un show explotado por una astuta oportunista. Esto, de hecho, es lo que entendieron también diversos especialistas y figuras de la cultura negra que acompañaron las protestas de Tyson, como la escritora Maya Angelou. “El honor no se gana, solo se pierde”, escribe el boxeador, y al recordar este trance confiesa que “nunca había tenido ninguna fe en el sistema judicial”.

Pero Tyson sí conocía otro sistema: el de la fama, que al ocupar una parte vital de la cultura estadounidense, admite cualquier maniobra con tal de conquistar la atención y el dinero del público. Por lo tanto, Tyson es inteligente al cederle la palabra en su propia autobiografía a Mark Shaw, un abogado que investigó este y otros procesos penales semejantes. Es Shaw quien revela la estocada final para restituir el respeto dañado ante el mundo: “Con el amparo legal y la reserva otorgada a los casos de violación, y al tanto de que Desiree Washington había firmado un contrato que la obligaba a denunciar a Tyson antes de vender los derechos para un libro y una película, la fiscalía se aseguró de que el jurado jamás la viera como otra cosa que una inocente mojigata”. La verdadera justicia, insiste así Tyson, es la que muestra todas las cartas sobre la mesa, y no la que especula para arruinar carreras y reputaciones. “La cárcel no rehabilita, te deshabilita”, resume la experiencia del encierro.

3. Humildad y grandeza: siempre hay un maestro del cual aprender

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La imagen de Tyson no mejoró al regresar a los rings. Pero esto, cuenta en Ambición de hierro. Mi vida con Cus D´Amato, ya no fue un problema. Por el contrario, se trató de la lección fundamental de su primer entrenador, Cus D´Amato, aquel hijo de inmigrantes italianos que lo llevó a vivir con su esposa Camille en Catskill, lo hizo conocer en persona a Muhammad Alí y le mostró la historia grande del boxeo. Pero eso no fue todo, porque D´Amato, fallecido poco antes de ver a su pupilo convertido en campeón, lo obligó también a forjar el carácter de un ganador. “Tenés que creer en vos, me decía Cus en el gimnasio. Tenés que decirte eso cada día. Mirarte en el espejo y ver lo atractivo que sos. Mirar el poder de tus manos”. Al principio, confiesa Tyson, creyó que D´Amato tal vez fuera homosexual. Pero entonces descubrió algo nuevo sobre su autoestima: “Yo nunca había pensado en mí como alguien atractivo, me sentía feo por haber sido abusado toda mi vida. Me sentía tan feo que ni siquiera me miraba al espejo. Pero ahí estaba Cus, diciéndome cada día que yo era hermoso y que podía llegar a ser actor”.

En las palabras de D’Amato, sin embargo, no había amor. “Esto era una misión: el campeonato mundial de los pesos pesados. Él no me trataba como a un chico. Él me estaba haciendo sentir que yo valía algo, que teníamos una misión juntos”, escribe Tyson. Cuando aceptara la humildad necesaria para aprender, entonces tendría el compromiso para conquistar la grandeza y convertirse en el boxeador más fuerte, ruin y soberbio arriba y abajo del ring, lo cual lograría con ayudantes como Teddy Atlas y Kevin Rooney. “Cus me enseñó que los mejores peleadores son los tipos que más resisten. Él vio que podía trasladar mis habilidades antisociales al ring. ¿Me estás escuchando?, decía. Hasta la realeza va a conocer tu nombre. Todo el mundo va a conocerte. Tu apellido va a reinar, y la gente va a respetar a tu madre, a tus hijos. Entonces, ¿vas a hacer esto o no?

4. Riqueza y solidaridad: el lujo de despreciar el lujo

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Otra de las lecciones del maestro fue que la riqueza era un obstáculo y una distracción. Aún así, cuando en su mejor época podía ganar hasta 30 millones de dólares por pelea, Tyson hizo del alarde una impactante firma personal. Autos de lujo, mansiones, indumentaria de diseño exclusivo, fiestas salvajes e incluso la famosa tigresa blanca Kenya, a la que tuvo como mascota durante un tiempo, llegaron a forjar el estilo del “magnate del hip hop” que varios cantantes imitan hasta hoy. “Vivía una fantasía. Podía ir a Londres o París a comprar ropa y todos salían corriendo de las tiendas. Ni siquiera iba al vestidor, me desnudaba y dejaba que todo el mundo me mirara desde las vidrieras. Y si veía en la multitud alguna chica que me gustaba, les pedía a los vendedores que la dejaran entrar”, cuenta en Toda la verdad.

Tyson estaba convencido de que merecía todo eso y más. Aún así, durante sus regresos a Brownsville, tampoco dudaba en regalarles ropa, joyas o fajos de billetes a quienes no habían corrido su suerte ni jamás se habían sentido merecedores de nada. Otra vez, son las palabra de D´Amato las que Tyson elige para explicar el escaso valor de la riqueza cuando uno persigue un objetivo superior: “El dinero significa seguridad, y para mí seguridad significa muerte, así que nunca me importó el dinero. Todo lo que valoro no se puede comprar con dinero. Por eso se lo doy a quienes están en problemas, y no me parece que eso sea desperdiciarlo”. Es por esto que Tyson dice que, en el fondo, no fue tan duro descubrir en 2003 que su mánager, Don King, lo había dejado en la bancarrota a pesar de una fortuna calculada en 350 millones de dólares. “No podía ni comprar comida con mi tarjeta de crédito. Pero había algunos beneficios. Volví a Jersey con mi amigo Mario Costa, que criaba palomas detrás de un restaurante”.

5. Cultura y sabiduría: un salto de la teoría a la práctica

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La educación formal de Tyson también recibió la ayuda de su viejo entrenador, en cuya biblioteca se acumulaban tantos manuales de retórica motivacional como grandes obras de la literatura y la filosofía universal. Por otro lado, guionistas de Hollywood como Budd Schulberg, escritores como Norman Mailer y periodistas como Pete Hamill solían visitar a D´Amato en Catskill y conversar durante horas. “Y yo estaba sentado ahí, escuchando todo lo que decían. No sabía qué estaba pasando, pero todo eso iba calando en mí de alguna manera. No podía sumar dos más dos, pero Cus me hacía leer a Hemingway, Dostoyevski y Tolstoi”, cuenta Tyson. El modo en que absorbió aquellas dosis de cultura se refleja en el singular tono de sus recuerdos, pero también en una lección clave: la reflexión y las ideas hacen de la mente un instrumento tan poderoso como los puños. De esta manera, Tyson supo que una mente sana es tan importante como un cuerpo sano.

Claro que, tras años de adicción a las drogas y al sexo, aceptar lo que había aprendido en su juventud le costó relaciones, millones de dólares y un sinfín de enfermedades (aunque nunca se infectó, durante años Tyson vivió con un miedo irracional al sida). Fue entonces cuando los grandes guerreros y estrategas de la historia, aquellos sobre los que D´Amato le había inculcado tantas clases en su adolescencia, tuvieron otro efecto. Ya retirado del boxeo, Alejandro Magno, Aníbal Barca y Shaka Zulú ayudaron a Tyson a reunir el coraje para aceptar que necesitaba cambiar su vida. Al fin y al cabo, era lo que hacían los mayores héroes desde Aquiles: servir a una causa superior. “Quería saber cómo ser útil a la sociedad, ser un adulto y un padre responsable”, escribe. El resto lo hicieron su esposa Kiki, sus hijos y distintos programas de terapia y desintoxicación. “Tuve una epifanía y todo lo que sabía se convirtió en una mentira. Tuve que empezar de cero”, cuenta Tyson, demostrando que aunque no todos gocen de los beneficios de una educación formal, eso no debería cegar a nadie al reconocimiento de la sabiduría. Sin embargo, aún faltaba enfrentar la peor tragedia de su vida.

6. A pesar de la tragedia, nunca es tarde para otra revancha

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Durante toda su existencia, Mike Tyson fue diagnosticado y clasificado por distintas instituciones, e incluso por el público, de las más diversas cosas: antisocial, deficiente mental, criminal sexual, bipolar e incluso caníbal (después de morder la oreja de Evander Holyfield en 1997). De todas maneras, ni las derrotas en el ring, la cárcel, los divorcios, la muerte de su maestro, la bancarrota, los escándalos y los muchos episodios de violencia motivados por las drogas, el sexo o el alcohol lo afectaron tanto como la muerte de su hija Exodus, en 2009. Tyson estaba en Los Ángeles cuando se enteró del accidente doméstico que le había costado la vida a su hija de cuatro años, que vivía en Arizona con su mamá. “Estaba furioso. Quería que alguien las pagara. Pero entonces me encontré rodeado de padres de otros chicos que estaban muriendo en el mismo hospital. Venían a darme ánimo. Ahora era miembro de un club al que nadie quiere unirse: el club de los padres en duelo”, escribe Tyson.

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Poco después llegarían las participaciones en películas, series y dibujos animados, un exitoso unipersonal en Broadway convertido en un documental dirigido por Spike Lee, y el exitoso relanzamiento de su figura como ícono deportivo, empresario y celebridad. La revancha para retomar el control de su carrera lo llevaría a escribir sus libros, e incluso a sellar la paz con Holyfield. ¿Redención? ¿Resiliencia? ¿Supervivencia? Las palabras con las que Tyson cierra sus memorias son más simples y honestas: “Soy el último que le diría a alguien cómo vivir su vida. Ni siquiera tengo el control de la mía. Solo sigo un mapa, ¿me entienden? Sigo el sonido de una maldita flauta. Vivo la vida en sus propios términos. Y siempre encuentro ayuda en mis pájaros. Los crío para que lleguen hasta la cima del cielo y caigan en picada. Estoy realmente agradecido de haber encontrado mis alas antes de golpear el suelo”.

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