Dolor crónico: cómo la memoria y las emociones influyen en su persistencia, según expertos en salud

Las secuelas físicas y mentales pueden permanecer aun después de que una lesión ha sanado. La interacción entre factores biológicos, emociones y contexto social determina la duración de esta sensación, según explican especialistas a EFE Salud

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El Dr. Jordi Serra advierte
El Dr. Jordi Serra advierte que el dolor puede permanecer más allá de su causa inicial, marcado por memoria y emociones, y afecta a millones (Imagen Ilustrativa Infobae)

El dolor, además de ser una señal de alarma biológica, puede dejar huellas en la mente y el cuerpo y persistir incluso después de que la causa original ha desaparecido. Esta experiencia, en la que la memoria y las emociones desempeñan un papel determinante, afecta a millones de personas y toma protagonismo en vísperas del Día Mundial del Dolor, según señala el Dr. Jordi Serra, jefe de la Unidad de Tratamiento del Dolor del Hospital Universitari Dexeus de Barcelona, en diálogo con EFE SALUD.

Según el Dr. Serra, el dolor surge cuando las terminaciones nerviosas, sean libres o receptores de presión y temperatura, reciben estímulos suficientemente intensos para activar la nocicepción. En este proceso, la señal viaja a través de los nervios y la médula espinal hasta el cerebro.

Sin embargo, la experiencia no se limita a la sensación física. “El dolor activa no solo áreas que procesan la sensación, sino también mecanismos cerebrales relacionados con la emoción, generando respuestas como miedo, angustia o ansiedad”, indica el especialista.

Variabilidad y factores que influyen en la percepción del dolor

La percepción del dolor varía entre personas y a lo largo de la vida de un individuo. El Dr. Serra destaca que esta variabilidad responde a una interacción de factores biológicos, emocionales, sociales y culturales.

Por esa razón, la intensidad y la expresión del dolor pueden modificarse según el entorno emocional, la historia personal y las circunstancias sociales. Incluso una misma persona puede experimentar el dolor de modo diferente en distintos momentos según su estado emocional o cultural.

El dolor crónico se define
El dolor crónico se define por su persistencia o recurrencia durante más de tres meses, superando el tiempo normal de curación (Imagen Ilustrativa Infobae)

Sobre la clasificación, el dolor se divide de manera habitual en agudo y crónico según su duración. El primero se asocia a un daño tisular reciente y tiene un límite temporal definido; en cambio, el segundo es aquel que persiste o se repite durante más de tres meses, superando el tiempo habitual de curación. Desde el punto de vista fisiopatológico, el Dr. Serra señala varias tipologías: dolor nociceptivo, visceral, neuropático y nociplástico.

El especialista distingue entre dos grandes tipos: el dolor crónico primario, que aparece sin una causa clara y se relaciona con un fallo en los mecanismos de modulación, y el dolor crónico secundario, vinculado a lesiones persistentes o repetitivas, como la artrosis o ciertas neuralgias. En ambos casos, subraya, el dolor deja de ser solo un síntoma: puede convertirse en una enfermedad en sí misma o estar ligado a otra patología de base.

El papel de la memoria y las emociones en el dolor persistente

La memoria y las emociones juegan un papel decisivo en la persistencia del dolor. Según el Dr. Serra, este registro cerebral interviene en la nocicepción desde el primer momento, algo que en su origen fue clave para la supervivencia humana.

El problema surge cuando se trata de dolor crónico resistente a los tratamientos: en esos casos, la “memoria del dolor” se convierte en un factor determinante que lo mantiene activo. Esto sucede por la neuroplasticidad del sistema nervioso, capaz de reconvertir y redirigir estímulos no dolorosos a áreas cerebrales donde se interpretan como dolor.

La memoria y las emociones
La memoria y las emociones desempeñan un papel clave en la persistencia del dolor, incluso cuando la causa física ha desaparecido (Imagen Ilustrativa Infobae)

Los factores emocionales y el estado psicológico también modulan el dolor, aunque resulta difícil diferenciar entre dolor y sufrimiento, ya que en la vida cotidiana ambos términos suelen usarse de manera intercambiable para referirse a estados emocionales intensos.

El Dr. Serra remarca que ha desaparecido el término “dolor psicógeno” de las clasificaciones internacionales, en sintonía con una visión más precisa de la interacción mente-cuerpo.

Casos excepcionales y fenómenos complejos: analgesia y miembro fantasma

Existen casos que muestran la complejidad del dolor. Familias con analgesia congénita, trastorno hereditario que impide sentir dolor, tienen un sistema nociceptivo que no funciona, por lo que enfrentan riesgos como quemaduras o traumatismos ante la ausencia de la señal de alarma. Otro fenómeno es el síndrome del miembro fantasma, cuando una persona siente dolor en una extremidad ausente.

En este caso, confluyen actividad periférica anómala, sensibilización espinal y reorganización cortical, lo que mantiene la representación funcional del miembro perdido y perpetúa el dolor.

La neuroplasticidad del sistema nervioso
La neuroplasticidad del sistema nervioso puede transformar estímulos no dolorosos en sensaciones dolorosas, complicando el tratamiento del dolor crónico (Imagen Ilustrativa Infobae)

Medir el dolor supone un reto para la medicina. Existen instrumentos basados en algoritmos con parámetros fisiológicos, pero su uso clínico es limitado.

El Dr. Serra sostiene que la herramienta principal para valorar el dolor en hospitales y atención primaria es la referencia subjetiva del paciente, mediante escalas numéricas o visuales, adaptadas a la edad y la cognición. Cuando la comunicación no es posible, se emplean escalas observacionales.

Para el dolor crónico, se utilizan escalas multidimensionales y de interferencia funcional, junto a herramientas específicas para enfermedades como la artritis de mano o la artrosis de cadera.

En los casos más complejos de dolor crónico, la memoria y la neuroplasticidad pueden transformar estímulos inocuos en sensaciones dolorosas, lo que refleja la capacidad del cerebro para reconfigurar la percepción del dolor y plantea desafíos adicionales para su abordaje, concluye el Dr. Serra.