Conservar alimentos en buen estado es uno de los desafíos cotidianos más comunes en cualquier hogar. Entre los productos que requieren mayor atención se encuentra el queso, un alimento versátil y presente en la mesa de muchas familias, pero también delicado si no se almacena de manera adecuada.
Los cambios de temperatura, la exposición al aire y el contacto con otros alimentos pueden alterar su textura, su sabor e incluso acelerar su deterioro, a pesar de que estén dentro de una heladera.
El truco para guardar el queso en la heladera y que dure más
La opción más recomendable para almacenar queso es el papel especial diseñado específicamente para este tipo de alimentos. Este material, con una superficie porosa, protege el producto sin aislarlo por completo del aire, lo que evita la acumulación de humedad y favorece una maduración adecuada.

Este tipo de papel suele encontrarse en comercios especializados en lácteos y en fiambrerías de gran tamaño. Sin embargo, en caso de no tener acceso a él, los especialistas sugieren el uso de papel vegetal o papel para hornear como alternativas viables.
El procedimiento recomendado es envolver el queso directamente con una hoja de alguno de los papeles mencionados. Como medida adicional, se puede cubrir el envoltorio con un paño de algodón o colocarlo dentro de un recipiente con tapa que no cierre de forma hermética.
Este método resulta especialmente adecuado para quesos semicurados y curados, como el gouda, el cheddar o el parmesano.
Otra alternativa eficaz consiste en almacenar el queso en un frasco o recipiente de vidrio o plástico con tapa, siempre que esta no genere un cierre hermético. El objetivo es permitir un leve ingreso de aire, condición necesaria para evitar la aparición de moho y conservar la humedad justa.
5 consejos para conservar quesos en casa
Además de su correcta forma de guardarlo con el papel especial para queso, o las demás opciones explicadas, este alimento también requiere más cuidados. Para que la conservación sea de la mejor manera, también se deben aplicar estos cuidados:
1- Condiciones ideales dentro de la heladera
Para garantizar la conservación del queso, la temperatura de almacenamiento debe mantenerse entre 2 °C y 4 °C. Los expertos coinciden en que el cajón destinado a frutas y verduras en la heladera es el lugar más adecuado, ya que ofrece un ambiente húmedo y con menor fluctuación térmica.
Esta ubicación, además, lo aísla del freezer y de alimentos con olores fuertes. Este alimento es particularmente susceptible a absorber aromas externos. Por ello, se recomienda alejarlo de productos como pescado, cebolla u otros alimentos de olor penetrante.
2- Buenas prácticas de manipulación
Cada vez que se corta una porción de queso, debe envolverse nuevamente de forma inmediata para evitar que se reseque. Luego, debe volver a la heladera, manteniendo el proceso de conservación constante.
En cuanto al tamaño de las porciones, es preferible conservar fracciones pequeñas, de hasta 500 gramos, lo que permite una refrigeración homogénea y reduce el riesgo de deterioro.

3- Qué hacer ante la aparición de moho
La presencia de moho no siempre implica que el queso deba desecharse. En variedades duras, como el parmesano o el sardo, basta con raspar la zona afectada o remover la primera loncha.
Sin embargo, en quesos blandos o blancos, como el cremoso o la ricotta, la contaminación por moho implica desechar toda la pieza, debido a la posible proliferación de bacterias en su interior.
Un método preventivo tradicional para retrasar la aparición de moho en quesos duros consiste en frotar sus caras con una fina capa de aceite de oliva extra virgen.
4- Queso rallado, un caso particular
El queso rallado presenta mayores desafíos de conservación. Debido a su superficie expuesta, tiende a deteriorarse con rapidez. Por esta razón, se aconseja comprarlo en trozos y rallarlo en el momento de uso.
Si es necesario conservar queso rallado, debe colocarse en una bolsa o recipiente hermético, procurando retirar la mayor cantidad de aire posible, y consumirse en pocos días.
5- Duración recomendada
Aunque el queso puede almacenarse hasta dos semanas si se cumplen las condiciones adecuadas, lo ideal es consumirlo dentro de las primeras 48 horas de su compra. Este período garantiza una experiencia de sabor óptima y reduce el riesgo de pérdida de calidad.
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