
Matías Grignano, Maty para toda su familia, acaba de cumplir siete años, pasó a segundo grado, vive en Villla Ballester y es fanático de Boca (su jugador favorito es Darío Benedetto), le gusta dibujar y colorear, armar cosas con ladrillitos y como a todos los nenes de su generación, jugar con la tablet y el celular. Vive con su mamá Romina, su papá Alejadro y con su hermano mayor, Agustín de 16.
A los 45 días los médicos lo diagnosticaron con una miocardiopatía dilatada, lo que significa que su corazón es muy grande para él. Luego de siete años de pastillas, visitas a los doctores e internaciones, los doctores le confirmaron a sus papás eso que presentían, pero no querían escuchar: Maty necesita un corazón y acaba de entrar a la lista del Incucai.
Diego Pérez, Fede Bal, Mariana Brey y Ángel de Brito son algunos de los famosos que se hicieron eco de su caso y pidieron por él a través de las redes sociales. En diálogo con Teleshow, Guillermo, tío del pequeño, contó: "El 26 de febrero, justo dos días después de su cumpleaños, le dolía el estómago, entonces lo llevaron al hospital Castex, donde suele atenderse y ahí se dieron cuenta que era por el corazón, el suyo es como uno de alguien de cuarenta años. Entonces quedó internado, lo llevaron al Garrahan".

Aunque la necesidad del trasplante llegaría más tarde o más temprano, nunca es el momento y fue un golpe duro para sus papás. Con sus cortos e inocentes siete años, el nene entiende, y mucho: "Sabe que su corazón está enfermo y que hay que cambiarlo", contó su tío y agregó que el pequeño mucho no habla del tema, pero que expresa que "está cansado de estar en el hospital", además de que pregunta por su familia.
Después de estar en Terapia Intensiva, en los últimos días Maty fue pasado a una sala común lo que es una buena noticia ya que por más que tenga que permanecer en el hospital hasta después del trasplante, al menos ahora ya no está conectado a cables, y puede recibir la visita del resto de su familia.
Hasta ahora solo podían entrar a verlo su mamá y su papá, que no se despegan de su lado: "Hay una sala de padres en el hospital, pero mi hermana duerme en la habitación de él por si necesita algo, está todo el día ahí, se baña ahí, come ahí, todo", dijo Guillermo, es que para ir de su casa al hospital, Romina y Alejandro tiene aproximadamente dos horas de viaje y dos transportes.

La mamá es ama de casa y el papá está sin trabajo: "Va a estar con Matías todos los días, salvo si sale alguna changa o algo", es por eso que la familia abrió un número de cuenta (los datos figuran en su cuenta de Instagram
matias_valentinogrig) para que la gente ayude a los papás con los viáticos y gastos diarios que surgen cuando hay un integrante de la familia internado: "Carga de SUBE, de celular para estar conectados y además siempre hay que llamar a algún médico, almuerzo… por suerte los remedios están cubiertos".
La historia de Maty
Es el segundo de dos hermanos. La pareja de Romina y Alejandro disfrutaban de los primeros días del nuevo integrante de la familia en su hogar, entre pañales, mamaderas, abrazos y felicidad, todos se iban amoldando entre sí, como siempre que un bebé llega al mundo, hasta que un día Maty se puso morado.
El pequeño tenía nada más que 45 días. Sus papás fueron corriendo al hospital y luego de estudios los médicos descubrieron que tenía una miocardiopatía dilatada. A partir de ahí, Romina se dedicó de lleno a su bebé y con medicamentos (hubo épocas que tomada dos y otras que llegó a injerir hasta siete pastillas), Matías pudo llevar una vida normal, ir al colegio y jugar con amigos, siempre sin hacer demasiado esfuerzo para no agitarse. Por ejemplo, no puede practicar deporte y si juega al aire libre con sus primos tiene que cortar a los 30 minutos para descansar.

Aunque no estuvo muchas veces internado, sí durante sus siete años se la pasó de control en control y de médico en médico. Aunque casi siempre se atendía en el Castex, tenía consultas programadas más espaciadas en el Garraham.
Hoy, Matías Grignano es uno de los nombres en la lista del Incucai. Mientras espera su corazón, no está solo. Además de su familia, sus tíos, sus primos Milagros (14) y Gaspar (8), sus compañeritos de colegio están con él, aunque no puedan visitarlo y asisten a la escuela con un corazón rojo sobre su guardapolvo que les dio la maestra para hacer fuerza. Por que más allá de los estudios y remedios, de eso se trata, de hacer fuerza, de creer y de tener FE. "Somos creyentes, hicimos una cadena de oración y sé que Dios lo va a ayudar. Yo a él lo veo más fuerte", cerró su tío, convencido de que pronto el pequeño va a poder jugar nuevamente, gritar los goles de Boca y comenzar segundo grado con sus amiguitos.
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