Una canción ayudó a destapar un caso de abuso sexual infantil: la historia de la vidala “Hay secretos” y la trama de la condena en Neuquén

Un profesor de música se la cantó a sus alumnos, una niña de siete años la enseñó en su casa, una de sus hermanas contó que había sido abusada por un vecino y otras dos menores del barrio dijeron lo mismo. El caso de abuso que develó un tema del grupo Canticuénticos y que la jueza decidió pasar en la audiencia del juicio

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Hay secretos, canción de Canticuénticos

Hay varias mujeres sentadas frente al televisor. Puede que estén en la cocina o el living. Lo cierto es que permanecen atentas mirando un noticiero. Son seis hermanas en total en la familia. Puede que estén todas o algunas. Están al menos la menor, la mayor y una del medio. En la pantalla, un periodista relata un caso de abuso sexual intrafamiliar, de un tío a un sobrino. La más grande siente que es el momento indicado para abordar el tema: les dice a sus hermanas que cosas como ésas no hay que naturalizarlas ni permitirlas, que están mal y que se tienen que hablar. No esperaba hacerlo tan pronto.

La menor, de siete años, les cuenta que una vez su profesor de música de la escuela les había enseñado una canción que hablaba de los secretos que hacen mal. Las hermanas le preguntan cuál es el tema porque están interesadas en escucharlo. “Hay secretos, de Canticuénticos”, le responde. Lo buscan y lo ponen. Lo escuchan con atención, con discernimiento.

La canción desde sus versos diferencia dos tipos de secretos: los chiquititos que te invitan a jugar, los livianitos que te llevan a volar; de los otros, los enormes que te vienen a asustar, los pesados que no dejan respirar. La vidala -ese ritmo manso y sereno de cuña poética y norteña- promete que puede inventar otro idioma si no alcanzan las palabras para lo que hay que contar. La letra dice que quiere ayudar, que le cree, que no hay que tener miedo. La canción, mientras se desenvuelve, comienza a interpelar a las interlocutoras. La mayor distingue cómo una de sus hermanas altera su comportamiento y vislumbra en su talante un gesto de incomodidad. El disgusto es visible. La hermana lo percibe. La niña se aparta. Se va.

La sigue. Le pregunta si le pasa algo. Le responde con evasivas y con angustia. Las sospechas de la hermana mayor crecen. La reacción de su hermanita no admite otra interpretación. Se propone indagar. Tarda un día en ablandarla. Obtiene una confesión: le revela que había sido abusada durante varios años en varias oportunidades por un vecino del barrio. La víctima primero se lo cuenta a su hermana mayor, después a toda la familia. El develamiento escala: otras niñas de un barrio de la ciudad de Zapala, Neuquén, reconocen haber padecido situaciones similares con ese señor que les daba caramelos a cambio de besos.

Son ya tres chicas -dos niñas y una adolescente- que entre marzo de 2018 y agosto de 2019 denunciaron haber tenido en reiteradas oportunidades problemas con este hombre. Los problemas fueron tocamientos, comentarios, propuestas. Puede haber más víctimas. “Seguramente sean más pero jurídicamente no lo sé”, contestó la jueza de garantías de Neuquén Carolina González. Fue quien resolvió la acusación que presentaron el fiscal Marcelo Jofré en representación del Ministerio Público Fiscal, la querellante institucional Natalia Díaz en nombre de la Defensoría de los Derechos del Niño, Niña y Adolescente y la querellante particular Karen Salamanca.

"La canción “Hay secretos” se editó en 2018 en nuestro cuarto disco llamado “¿Por qué, por qué?” y desde ese momento empezó de a poco a generar devoluciones por parte de docentes, mamás, papás", contó Ruth Hillar, integrante de Canticuénticos
"La canción “Hay secretos” se editó en 2018 en nuestro cuarto disco llamado “¿Por qué, por qué?” y desde ese momento empezó de a poco a generar devoluciones por parte de docentes, mamás, papás", contó Ruth Hillar, integrante de Canticuénticos

El 10 de marzo la jueza resolvió declarar culpable al acusado como responsable del delito de abuso sexual simple continuado en perjuicio de V., abuso sexual simple continuado en grado de tentativa en perjuicio de M. y abuso sexual simple en grado de tentativa de C. En el juicio oral decidió pasar en la pantalla de la sala el video de la canción Hay secretos, un gesto de retribución a la herramienta que destapó las conductas abusivas de L., el imputado. Este lunes a la tarde se develará la cuantificación de la pena: se estima que la condena oscile entre los dos y los tres años de cárcel.

La sentencia giró en torno a un concepto: la máscara de los buenos vecinos. “Entiendo que la teoría del caso de la defensa, aunque no lo afirmara explícitamente, parte de mostrar que el acusado es un hombre que hace treinta años vive en el mismo barrio, que vivió en la misma casa, que allí pasó gran parte de su vida personal y familiar, y al que todos veían como un ‘buen vecino’. Un vecino de toda la vida, tal lo definió una de las hermanas de una de las víctimas. Para algunos de ellos sería un señor mayor que, como otros tantos queridos abuelos, repartía caramelos, se mostraba cariñoso y disfrutando de la compañía de los más pequeños”.

“Ocurre, sin embargo -y lo vemos en cantidad de casos que nos tocan juzgar- que hay buenos vecinos, buenos padres, buenos tíos, buenos hermanos que están socialmente legitimados pero, para nuestra sorpresa, usan máscaras. Hombres que se camuflan, que buscan y logran espacios de confianza o intimidad y gestos de agradecimiento. Pero luego descubrimos en ellos un lado oscuro. Resulta que la confianza y los espacios de intimidad que se les concede son en verdad lugares de clandestinidad que ellos persiguen con malas intenciones. Y no es una clandestinidad cualquiera, sino una clandestinidad que implica un fenómeno de otro orden. Se trata de conseguirla, se la busca de diferentes maneras, con diferentes pretextos, con carnadas para lograr abusar sexualmente de esos niños y niñas que hasta hace apenas unos instantes estaban recibiendo de sus manos un caramelo, un chocolate, un turrón o una ayuda desinteresada para colaborar con sus ahorros”, apuntó la jueza en su sentencia.

Carolina González no conocía la canción. Se propuso escucharla en familia luego de leer la acusación del fiscal. “Nos emocionó a todos”, confesó. Nunca había hecho algo parecido antes. Preparó el tema con audio y video para transmitirlo en la sala de audiencias entre la lectura del veredicto y la entrega de la sentencia por escrito. Creía importante asignarle trascendencia al instrumento que desarticuló los abusos sistemáticos de un vecino enmascarado. Lo hizo porque -como dijo- el veredicto no es para ella, para el tribunal revisor o para sus colegas: es para la defensa, el imputado, las víctimas y los ciudadanos. Comprendió que era la mejor manera de ilustrar la sinceridad del develamiento y de dedicarles un reconocimiento a los autores: detrás de la simple asociación de una niña de siete años se esconden la voluntad de un maestro anónimo y la audacia de un grupo musical infantil.

En marzo de 2019 se presentó el video del tema que ya cuenta con más 3,6 millones de visualizaciones. "Cada vez nos llegan más agradecimientos y relatos de casos en los cuales la canción había sido de ayuda para develar un abuso o incluso para sanar abusos de la infancia en personas adultas", contó Ruth
En marzo de 2019 se presentó el video del tema que ya cuenta con más 3,6 millones de visualizaciones. "Cada vez nos llegan más agradecimientos y relatos de casos en los cuales la canción había sido de ayuda para develar un abuso o incluso para sanar abusos de la infancia en personas adultas", contó Ruth

“Significa un apoyo para la ESI (Educación Sexual Integral) y para los profesores tan criticados que insisten con estos contenidos. Casi todos los abusos nos llegan a través de los colegios: porque se lo contaron a un docente, porque una maestra ve autolesiones en niñas abusadas, porque captan actitudes, porque los alumnos empiezan a hablar ahí. Los maestros son una red de contención fundamental”, valoró la jueza.

En la sentencia trata la consigna del “yo sí te creo”. Pero no es simplemente eso. “El gran problema de los abusos -reparó- es que no se pueden probar cuando no hay secuelas físicas, como en estos casos”. Escribió que su tarea como jueza es ubicarse en otra posición, la del “yo te escucho”. Así que luego de escuchar los testimonios de las víctimas, de los familiares de las víctimas, de vecinos y testigos, de psicólogas y licenciadas en asuntos de los infantes, eligió respaldar la verosimilitud del relato: hubo abusos sexuales por parte del acusado.

“Si no alcanzan las palabras para lo que hay que contar, inventemos otro idioma. Siempre te voy escuchar”, canta en tono suave Ruth Hillar, integrante del grupo Canticuénticos, en la canción Hay secretos. El concepto que plantean la sentencia y el tema musical, antojadizo o casual, es el mismo. La canción nace de una ausencia, de una falta, de un estereotipo dominante, y de dos esfuerzos individuales que confluyeron.

“Dentro del proyecto Canticuénticos creemos que las canciones, además de ser compañeras de juegos, de rondas y de momentos divertidos, pueden despertar las ganas de preguntar, pueden poner en relieve valores humanos, pueden facilitar el abordaje de temas difíciles y pueden también ayudar a nenas y nenes que están transitando alguna experiencia dolorosa. En este caso, pensé que valía la pena intentar una canción que ayudara a proteger de abusos y violencias, pero no me sentía segura en relación a las ideas, a las palabras”, interpretó Ruth.

En simultáneo a esa introspección, apareció una ayuda oportuna: “Sabrina Medina, una licenciada en trabajo social responsable del Programa Integral Género Derechos y Salud de la UADER (Universidad Autónoma de Entre Ríos), nos escribió diciéndonos que había pocos recursos artísticos para trabajar en prevención del abuso y que pensaba si tal vez nos animábamos a intentarlo. Me junté una mañana con ella a charlar y volví a casa sabiendo que me iba a poner a trabajar sobre esa canción”.

"Creo profundamente en que la aplicación de la ESI. Es una ley que se creó hace quince años y hemos perdido un montón de tiempo: hubiésemos ganado tiempo si se hubiese aplicado desde el principio", dijo la licenciada Sabrina Medina
"Creo profundamente en que la aplicación de la ESI. Es una ley que se creó hace quince años y hemos perdido un montón de tiempo: hubiésemos ganado tiempo si se hubiese aplicado desde el principio", dijo la licenciada Sabrina Medina

Sabrina Medina había trabajado muchos años en la asistencia a víctimas de delitos. Recibía a diario denuncias de abuso intrafamiliar de niñas, niños y adolescentes, también de personas adultas que en su infancia habían sido víctimas de abuso sexual o violaciones y que no lo habían podido hablar por miedo, por vergüenza, porque nadie le iba a creer. “Entrevistando a mujeres en sus respectivos roles -mamás, abuelas, tías, hermanas mayores, maestras, vecinas-, me pasaba que veía y detectaba que todo lo que estaba destinado a niños y niñas (canciones, cuentos, juegos, juguetes, dibujos animados) está cargado de cuestiones estereotipadas que refuerzan ciertos roles, ciertos lugares que social y culturalmente nos asignan a varones y mujeres”.

Le desesperaba la homogeneidad del discurso: los varones que no pueden llorar ni manifestar sus emociones porque eso no sería de macho; las mujeres en el rol de sumisión, del silencio, del respeto señorial; los adultos como los dueños de la razón, a quienes no hay que cuestionar, a quienes hay que obedecer sin criterios. “Todo esto me llamaba mucho la atención. No había otros mensajes, no había ninguna oferta para romper con todas estas cuestiones estereotipadas. Viendo todo esto me atreví a mandarle un correo a Canticuénticos: conocía a la banda, su alcance, su llegada, sus letras, sus canciones diferentes de lo que normalmente se le ofrece a sus niños y niñas”.

Sabrina le envió la propuesta a varias bandas musicales infantiles. Solo Ruth le respondió. “Fue así que empezamos a trabajar, a dialogar. Ella desde su saber artístico, yo desde mi rol profesional y desde la experiencia. Pudimos ir articulando los saberes y llegando a criterios comunes de cómo transmitir: es un tema muy sensible, muy complejo. Buscamos cuáles eran las principales características de las situaciones de abuso: ahí salen el silencio y el secreto, lo que el abusador obliga a sostener a cualquier precio. Los niños y las niñas sienten que no le van a creer: la vergüenza, la culpa, el miedo, palabras claves que se pueden encontrar en la letra de la canción”, describió.

Desde el primer encuentro hasta el lanzamiento del tema pasó más de un año. El abordaje de un tema delicado merece su tiempo: fueron varias sesiones, varios encuentros, y un cotejo permanente del tono, las palabras, la moraleja. “Sabrina me compartió información muy clara sobre los ejes principales sobre los que se trabaja en prevención y acompañamiento. El tema del secreto, el miedo, la confianza, la escucha. Sobre estos contenidos empecé a trabajar el texto y enseguida pensé que había que diferenciar unos secretos de otros, ya que el concepto de secreto en sí mismo no es malo. Por eso la canción en la primera parte intenta dejar bien claras esas diferencias, identificando los secretos que no hay que guardar con el miedo y con la sensación física de no poder respirar y contrastándolos con los secretos livianitos. En la segunda parte de la letra, llega el ofrecimiento de escucha y después de ayuda. Alentar a contar de alguna manera, transmitiendo confianza y seguridad”.

“La canción busca dar esperanzas, cantando que es posible salir de la situación de abuso y que hay gente dispuesta a ofrecer ayuda y contención. Busqué que el lenguaje fuera sencillo, para que resultara accesible a la primera escucha y a cualquier edad, pero también para que comunicara de una manera tranquila y sin referenciar directamente. Elegí el ritmo de vidala, que es uno de nuestros géneros folclóricos más profundos e introspectivos. A medida que iba avanzando en la composición, que me llevó cerca de un mes, iba compartiendo el texto con Sabrina, que lo supervisaba desde su mirada profesional y me daba la seguridad de estar trabajando de manera responsable”, desarrolló la artista.

Canticuénticos es un grupo santafesino de música para chicos y familias declarado de interés cultural por el Senado de la Nación por su “trayectoria y valioso aporte al cancionero infantil nacional y latinoamericano"
Canticuénticos es un grupo santafesino de música para chicos y familias declarado de interés cultural por el Senado de la Nación por su “trayectoria y valioso aporte al cancionero infantil nacional y latinoamericano"

“El desafío y la dificultad era el tema de cómo transmitir, cómo hablar un tema tan complejo, duro, difícil y triste para quienes lo vivencian. Cómo llegar tanto a aquellos niños y niñas que nunca lo vivenciaron pero que con esta canción pueda servir para prevenir y cómo llegar de una manera amorosa a aquellos niñas y niños que lo estén viviendo o que lo han vivido sin que les produzca una revictimización, sin que le provoque un nuevo daño, sin que se sientan afectados o afectadas por el mensaje. Una canción que tenga fortaleza, delicadeza y amorosidad”, comprendió la licenciada.

Eligieron proyectar la composición desde la idea del secreto y desde sus diferencias de naturaleza. Los secretos, entiende Sabrina, no son todos malos: “Si hay algo que caracteriza a las infancias es el secreto. Hay en eso una picardía muy sana de contarse secretos. No está mal guardar un secreto si yo le digo a mi hijo que le vamos a dar una sorpresa a su hermano: tiene un fin lindo, saludable, feliz, de profunda inocencia. El mensaje no es que los niños y las niñas tenían prohibido guardar secretos. Porque están los otros secretos, los que ahogan, que producen mucha angustia, que pesan”.

La licenciada en trabajo social pensó que la canción podría impulsar el tratamiento del tema. “Faltan pensar dibujos animados, canciones, juegos y juguetes sin roles, sin estereotipos”, opinó. Sabía ya Sabrina que Canticuénticos compuso Juntes hay que jugar, una canción que habla de una niña que no quiere un disfraz de princesa rosada porque sueña con ser capitana de barco y de un niño que pide un bebé de juguete en vez de un casco de militar porque de grande quiere ser un buen papá. El tema en formato carnavalito se pregunta, justamente y desde su primera estrofa, “¿quién dijo que los juguetes son de nene o nena?”.

Ruth Hillar considera que Hay secretos es la canción más querida del grupo y piensa que era una música esperando a ser compuesta. “Es una canción poderosa que nos tocó despertar a nosotros, pero que viene a reflejar un cambio social. Vemos que viene creciendo un ‘no’ muy decidido en contra del abuso, que resuena en las voces de docentes, en las escuelas dentro de la ESI, en los medios de comunicación, en los programas estatales de prevención”.

Tal vez que la canción haya sido escuchada en la sala de audiencia de un juicio oral sugiere la profundización de este cambio social. “Fue muy conmovedor. Cada vez que sabemos de algún caso de abuso juzgado aparece la esperanza, pero también la bronca y la tristeza por cada nena o nene maltratados. Que la canción haya sonado durante la audiencia, frente al abusador, me pareció un hecho increíble. La jueza Carolina González dijo que el contenido de la canción y la forma en la que se había dado el develamiento sustentaban su posición frente al caso. Pero también aseguró que en ese momento toda la sala se emocionó. Como sociedad necesitamos sensibilizarnos cada vez más ante el sufrimiento del prójimo, y más aún si son niñas y niños”.

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