Mercedes Liska, etnomusicóloga: "En la historia de cada artista mujer se encuentra una carrera marcada por la desigualdad de género"

"Más mujeres en vivo " es el proyecto que impulsó esta investigadora del Conicet junto a otras referentes, para que el 30 por ciento de las programaciones de festivales sean ocupadas por mujeres y se cumpla el cupo femenino. Analiza en sus investigaciones la música desde la sociología cultural y dice: "

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Mercedes Liska se dedica a la investigación de la música popular desde el enfoque de la sociología cultural. Es etnomusicóloga e investigadora del CONICET y trabaja en el Instituto Gino Germani. Desde 2018 preside la Asociación Internacional para el Estudio de la Música Popular en América Latina (IASPM-AL) y acaba de publicar su segundo libro Entre géneros y sexualidades, tango, baile, cultura popular.

"Más músicas mujeres en vivo" es el proyecto que impulsó, junto a otras referentes, para que el 30 por ciento de las programaciones de festivales anuales sean ocupadas por mujeres y se cumpla con el cupo femenino y el acceso de artistas mujeres a eventos musicales.

Las referentes musicales esperaban que el proyecto de ley se tratara el lunes, pero como no ocurrió aguardan que suceda en la próxima sesión que aún no tiene fecha. El proyecto de ley debe recibir dictamen de las dos Comisiones por las que entró: la Banca de la mujer y la Comisión de Educación y Cultura para que obtenga un tratamiento oficial. "Este es un año electoral, necesitamos que se trate ya", dice.

-¿Por qué decidiste empezar a trabajar sobre la discriminación de las mujeres en la música?

-Cuando empecé a dedicarme a la investigación de la música popular no era un tema específicamente que me interesara, pero buena parte de los trabajos que realizo involucran el trabajo etnográfico relevando, un poco, las prácticas musicales. Empecé a encontrar que había ciertas cuestiones que tenían que ver con las relaciones de género, que eran lo que más estaban movilizando tanto tensiones como los nuevos modos de participación de las mujeres. Hace ya muchos años que eso se veía en las prácticas musicales.

-¿El enfoque del tema surgió solo para abordarlo?

-Se tornó relevante en ese encuentro y fui receptiva de eso que estaba ocurriendo. En algún punto no me equivoqué, porque después devino, cada vez más, en procesos mucho más profundos. Como el baile de tango queer que empecé a analizar, que en ese momento me parecía un punto clave para pensar las transformaciones en los modos de las relaciones sociales en el mundo de la noche. Por ahí era un punto relegado en el análisis sociocultural, pero lo que ocurre en la noche en relación a las prácticas sociales es muy importante para entender.

-¿Y qué es lo que ocurre?

-Muchas cosas. Las relaciones de género son un punto clave, pero también los espacios sociales en los que aparecen formas de manifestar clivajes de género, de clase, y procesos de transformación cultural. Lo que ocurrió al inicio del 2000 tuvo que ver con una transformación de las relaciones gay-hétero, que fueron acompañando el proceso que derivó en la sanción de las leyes de ampliación de derechos a las denominadas minorías sexuales. Las leyes otorgaron derechos a un sector excluido, pero la transformación cultural fue mucho mayor e involucró a toda la sociedad

-Hablaste del tango, que es particularmente machista.

-Es nuestra música popular que más atraviesa toda la historia del siglo XX. La historia no es lineal, es sinuosa. A principio del siglo XX encontrás prácticas que no eran héteronormativas, cada tanto circulan esas imágenes de principio de siglo de varones bailando. Se sabe también que se bailaba entre mujeres pero en el ámbito privado. Y eso después fue prohibido por edicto policial en 1914. El proceso de modernización cultural fue héteronormativizando las relaciones sociales posteriormente a la existencia del tango.

-¿Cómo se aplica esa mirada con lo que sucedió con el tango?

-El tango un poco fue testigo de ese proceso, sin embargo, en la década del 40 los varones seguían aprendiendo entre ellos a bailar. Con la revitalización del tango en la década del 90 eso ya no ocurrió más, un poco tuvo que ver con la visibilización de la homosexualidad, que también generó un refuerzo de la héteronorma en los espacios de expectativa heterosexual.

-¿En qué punto está hoy el feminismo dentro de la música? ¿hay una movilización también en ese sentido?

-Las movilizaciones de las mujeres están definiendo sus características. Si las del 8M han dado formas cada vez de mayor organización y preparación, la música ocupa un lugar muy importante en el modo de manifestarse. Tiene que ver con tomar ciertos rasgos de las marchas del orgullo con un modo de intervenir la calle, en donde lo artístico cumple un rol importante en cómo comunicar. En este proceso se está dando un desarrollo creativo de las mujeres en este hacer colectivo, no solo musical, que generó cierto círculo de herramientas y recursos para comunicar políticamente muy interesante.

-¿Creés que es útil cuando se arman estas leyes de cupo de discriminación positiva?

-Creo que sí. Lo que nosotras estamos pidiendo con este colectivo que impulsa la ley de cupo en la música lo hemos pensado desde todas las herramientas posibles antes de llegar al reclamo por una ley de cupo. Quisiéramos que estas desigualdades se reviertan de modo espontáneo.

-Este año quedó muy en evidencia esa desigualdad en los festivales masivos de música, ¿no?

-Quedó muy en evidencia. Cuando arrancamos a señalar esta desigualdad no era tan perceptible, en pocos meses lo que encontramos fue un rechazo a, por ejemplo, un afiche de un festival de un montón de días donde las únicas imágenes eran de 50 músicos varones. Es fuerte. Es algo que ya no se acepta. Hay un rechazo social bastante generalizado.

-¿En qué punto quedó ese proyecto de ley presentado el año pasado?

-El año pasado el proyecto de ley de cupo ingresó a la Comisión de Género y a la de Cultura del Senado. Necesitamos que se trate esto en las primeras reuniones del año, o sea, ya. Casi no hay ninguna objeción porque es bastante puntual, apunta nada más que a los festivales y a las programaciones anuales que involucran a varios conjuntos artísticos. Es permear esos espacio de visibilidad que son tradicionales.

-¿Cuál es el cupo que están pidiendo?

-El 30 por ciento…

-… Que fue con lo que se empezó en la política.

-Exactamente. Y que fue fundamental. La posibilidad de que este proyecto se discuta en el Congreso es porque antes hubo una ley de cupo en la política.

-Se supone que este año la composición de todas las listas tiene que ser 50 y 50, ¿cómo creés que va a atravesar el tema del feminismo en la campaña electoral?

-No lo sé. Hay un retroceso de políticas sociales de parte del estado. De hecho, el proyecto de ley sale de un colectivo organizado de artistas que empezaron a pensar estas cosas. En el escenario político, desde una perspectiva más general, lo que se está esperando es que haya una participación de mujeres y de referentes en esas propuestas electorales cuando se terminen por definir. Cualquier partido político hoy está pensando cuál es el rol que se les va a dar a las mujeres. Eso seguramente tenga una incidencia en el voto.

-¿Qué sentís que pasa con la agenda del feminismo y de los géneros en general vinculada a la educación?

-Hicimos un relevamiento de más de 600 testimonios de discriminación y en la mayoría están involucrados los espacios de formación institucional de la música. No quiere decir que buena parte de los artistas varones y mujeres se formen con docentes particulares, sino que las diferencias que hay con la discriminación tienen que ver más con los espacios colectivos donde se refleja mucho más esa notoria desigualdad entre quienes se forman.

-¿De qué manera se manifiesta esa desigualdad?

-Por ejemplo, desde por qué no hay directoras de orquestas, por qué no hay obras reconocidas de compositoras argentinas. Por qué en los programas de estudio de instrumentos, que tienen un amplio abanico de repertorio, todos los artistas que se enseñan en los conservatorios son varones. Los micromachismos aparecen en una concatenación de hechos que van obturando permanentemente el acceso y la confianza que tienen las artistas de tener un desarrollo profesional.

-Si tuvieras que hacer un ranking de cuál es el género más machista, ¿cuál sería?

-Cuando hicimos el relevamiento de los 46 festivales más importantes del país encontramos que los festivales de tango no eran los que presentaban la menor participación de mujeres sino que era el rock. Por eso, si bien en este tiempo se está debatiendo en todos los circuitos y los escenarios de los distintos géneros de la música popular, el rock tuvo un protagonismo en las discusiones o los debates porque esto se hizo sentir en el ámbito musical.

-¿El machismo más explícito está en el rock?

-La realidad es que el rock tiene un discurso contestatario tan potente que, frente a esta marcación de desigualdad, queda en evidencia que es un discurso que hoy presenta contradicciones.

-¿Por ejemplo?

-¿Por qué las mujeres no han tenido una participación mayor de la que tuvieron? ¿Por qué Fabiana Cantilo no fue tapa de ninguna de las revistas importantes hasta hace muy poco? En la historia personal de cada una de las artistas una encuentra una carrera marcada por la desigualdad de género. Cuando se hizo el acto de presentación de la ley de cupo en el Congreso, Patricia Sosa contó que cuando ella debutó con La Torre, a principios de los 80, fue a subir al escenario y el personal de seguridad de la sala la agarró y la tiró.

-Pensando que era una fan.

-Sí, pero ella volvió a subir al escenario. Y así empezó su carrera.

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