
A medida que la población envejece, el Alzheimer se convierte en una de las enfermedades más temidas por su impacto en la memoria, el pensamiento y la vida diaria. Aunque se sabe que ciertos hábitos pueden ayudar a mantener la mente activa y saludable, la genética aún tiene un papel preponderante, según un nuevo estudio.
El hallazgo sugiere que mantener una buena salud cognitiva puede reducir el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer, aunque la genética puede limitar esa protección. La investigación, publicada en la revista npj Dementia y dirigida por la Universidad de Glasgow, analizó datos de más de 250.000 personas para entender cómo la combinación entre funciones mentales y predisposición genética afecta las probabilidades de sufrir esta forma de demencia en la vejez.
¿Qué es la salud cognitiva y cómo se relaciona con el Alzheimer?
La salud cognitiva hace referencia a la capacidad de pensar, aprender, recordar y resolver problemas. A medida que envejecemos, estas habilidades pueden verse afectadas, pero diversos estudios demostraron que mantener una buena función cognitiva —a través del ejercicio mental, la educación continua, el cuidado de la salud física y una vida social activa— puede retrasar el deterioro cerebral.

De acuerdo con la Universidad de Glasgow, las personas que mostraban mejores niveles de memoria, razonamiento lógico y tiempos de reacción tenían menores probabilidades de ser diagnosticadas con Alzheimer en los siguientes 15 años. Además, cuando finalmente se diagnosticaba la enfermedad, lo hacía a edades más avanzadas, en promedio seis meses después que en quienes tenían peores resultados cognitivos.
El rol clave de la genética: el genotipo APOE e4
Aunque tener una buena memoria y agilidad mental ayuda a reducir el riesgo de Alzheimer, la genética también influye mucho. El estudio se centró en un gen llamado APOE, y en particular en su variante e4, que está presente en alrededor del 25% de la población.
Las personas con buena capacidad de razonamiento tenían, en promedio, un 36% menos de riesgo de desarrollar Alzheimer en los siguientes 15 años. Aunque, si tenían el gen APOE e4, esa protección bajaba al 21%. Es decir, el gen reduce el efecto positivo de una buena salud mental.
Incluso, el estudio mostró que una persona con buen rendimiento mental y el gen de riesgo tenía más chances de enfermarse que otra con bajo rendimiento, pero sin ese gen.

Además:
- Tener una copia del gen APOE e4 (heredada de uno de los padres) triplica el riesgo de Alzheimer.
- Tener dos copias (una de cada padre) multiplica el riesgo por doce.
- Esta variante también se relaciona con una aparición más temprana de la enfermedad.
Por eso, los investigadores destacan que la genética puede debilitar los beneficios de una buena salud cognitiva, y que conocer el riesgo genético puede ayudar a entender mejor cómo prevenir el Alzheimer.
Una combinación determinante
En total, el estudio analizó a 252.340 personas mayores de 55 años del Biobanco del Reino Unido, una base de datos masiva que incluye información genética y de salud de ciudadanos británicos. La edad promedio al momento de realizar los test cognitivos fue de poco más de 62 años, y la media de edad al ser diagnosticados con Alzheimer fue de 76 años. Se excluyó a quienes fueron diagnosticados dentro de los dos años posteriores a la evaluación cognitiva, para evitar distorsiones en los resultados.
El profesor Donald Lyall, experto en Salud Cerebral Poblacional de la Universidad de Glasgow, explicó que los resultados “tienen importantes implicaciones en relación con la demencia”, y subrayó que la genética influye más de lo que se pensaba anteriormente.

“El estudio ayuda a entender mejor cómo interactúan los factores genéticos y el estado mental general con el riesgo de demencia en la vida adulta. Nuestros hallazgos indican que, aunque tener una buena salud cognitiva ayuda, los genes pueden determinar en gran parte qué tan efectiva es esa protección”, señaló Lyall, citado por la Universidad.
Implicancias para la prevención
Estos hallazgos destacan la importancia de monitorear ambos aspectos: el estado cognitivo y la carga genética.
Aunque no se puede modificar la genética, sí es posible fortalecer la salud mental y cerebral con hábitos saludables, lo que podría ofrecer una mayor resistencia al deterioro.
El estudio también pone en evidencia los desafíos actuales para encontrar tratamientos eficaces contra el Alzheimer, una enfermedad que sigue sin cura definitiva y para la cual la prevención sigue siendo el camino más prometedor. Entender quiénes tienen más riesgo, por qué y cómo pueden protegerse es clave para avanzar en la lucha contra esta condición que afecta a millones de personas en el mundo.
Así, mantener una mente activa y saludable podría marcar una diferencia significativa, aunque no sustituye la necesidad de estudios genéticos en casos de riesgo familiar o antecedentes médicos. Conocer estos factores permite tomar decisiones informadas sobre el cuidado de la salud cerebral a largo plazo.
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