
Un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Monash, en Australia, y publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), analizó los hábitos de sueño y ejercicio de 19.963 adultos. Todos los participantes accedieron a llevar dispositivos biomédicos en la muñeca que permitieron registrar de forma precisa su actividad diaria, sumando un total de 5.995.080 “noches-persona” de datos.
La conclusión principal fue contundente: quienes se iban a dormir más temprano realizaban más actividad física al día siguiente. En concreto, los adultos que se acostaban habitualmente antes de las 9 p.m. realizaban alrededor de 30 minutos más de ejercicio moderado a vigoroso al día siguiente en comparación con quienes se dormían alrededor de la 1 a.m.
Incluso al comparar con quienes se acostaban a las 11 p.m., los madrugadores sumaban 15 minutos más de actividad física diaria. Aunque la diferencia pueda parecer menor, la acumulación semanal y mensual de esos minutos extra puede marcar una diferencia significativa en la salud a largo plazo.
Aunque puede parecer lógico pensar que dormir temprano permite despertarse con más energía y tiempo para hacer ejercicio, este estudio es uno de los más robustos en confirmar esa relación con datos empíricos. Según los investigadores, no se trata solo de un rasgo de personalidad o estilo de vida.

De hecho, aquellos participantes que cambiaron voluntariamente sus horarios para acostarse más temprano también comenzaron a moverse más al día siguiente. Este cambio sugiere que no es que las personas nocturnas estén predispuestas a evitar el ejercicio, sino que la estructura de las rutinas sociales y laborales favorece a quienes tienen hábitos más tempranos.
Ejercicio, longevidad y salud: una combinación ganadora
Diversos estudios ya han demostrado los efectos positivos del ejercicio regular en la salud física y mental. Uno de los más citados es una investigación de 2017 que concluyó que las personas que hacen ejercicio con alta frecuencia —por ejemplo, 30 minutos de trote cinco veces por semana en mujeres, o 40 minutos en hombres— pueden obtener una “ventaja biológica de envejecimiento” equivalente a nueve años.
Esto significa que el ejercicio no solo ayuda a mantener un peso saludable o fortalecer los músculos, sino que retrasa marcadores biológicos asociados al envejecimiento. Dormir temprano, entonces, podría funcionar como un “gatillo saludable” que activa esta cadena de beneficios.
El autor principal del estudio, Dr. Josh Leota, explicó que los hallazgos ofrecen implicancias valiosas para campañas de salud pública. “En lugar de promover el sueño y el ejercicio como dos factores separados, las campañas podrían fomentar horarios de sueño más tempranos como estrategia indirecta para aumentar la actividad física. Un enfoque holístico, que reconozca la interacción entre estas dos conductas esenciales, podría mejorar los resultados a nivel individual y comunitario”, sostuvo.
¿A qué hora hacen ejercicio quienes se acuestan temprano?
Aunque el estudio no detalló los horarios específicos en que los participantes realizaban actividad física, los investigadores plantean varias hipótesis. Una posibilidad es que levantarse temprano permita aprovechar las primeras horas del día para moverse, ya sea caminando, corriendo o yendo al gimnasio.
Otra teoría es que quienes se duermen antes también comienzan su jornada laboral más temprano, lo que les deja tiempo libre por la tarde para dedicarse al entrenamiento físico.
De cualquier manera, el patrón es claro: acostarse temprano abre más ventanas horarias para incorporar el ejercicio al día.

Para quienes deben equilibrar trabajo, familia, amigos y autocuidado, los resultados del estudio pueden ser especialmente útiles. Dormir temprano no solo mejora la energía y la concentración, sino que también facilita cumplir con una de las actividades más recomendadas por médicos y especialistas: el ejercicio.
Además, ir a la cama temprano puede tener efectos positivos adicionales en la calidad del sueño, la regulación hormonal, el estado de ánimo y el rendimiento cognitivo.
La investigación demuestra que no se trata solo de cuántas horas se duerme, sino también de cuándo se duerme. Ajustar los horarios para ir a la cama antes de lo habitual podría ser una de las formas más simples y efectivas de mejorar la salud física sin necesidad de cambios drásticos en la rutina.
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