
Las personas que hoy tienen entre 50 y 64 años crecieron en un entorno de abundancia de alimentos ultraprocesados. Estos productos, cargados de azúcares, grasas, sal y saborizantes, encontraron su auge en la niñez y juventud de quienes integran la Generación X, así como de los baby boomers nacidos en la última etapa de esa generación. El entorno alimentario de la época facilitó el acceso temprano y prolongado a este tipo de comidas.
Según un estudio de la Universidad de Michigan, publicado en la revista Addiction, los efectos de aquella exposición no solo persisten, sino que afectan de forma directa la salud de estos adultos. El informe revela que el 21% de las mujeres y el 10% de los hombres de entre 50 y 64 años cumplen criterios médicos de adicción a alimentos ultraprocesados. Estas cifras superan ampliamente las de los adultos mayores que solo tuvieron contacto con estos productos cuando ya eran adultos. De acuerdo con la investigación, entre las personas de 65 a 80 años, apenas el 12% de las mujeres y el 4% de los hombres muestran signos de adicción a este tipo de comida.
El trabajo analizó datos de más de 2.000 adultos encuestados por el National Poll on Healthy Aging. Según los expertos, el análisis utilizó la Escala de Adicción a la Comida de Yale (mYFAS 2.0), una herramienta que evalúa comportamientos como antojos intensos, síntomas de abstinencia o intentos fallidos por dejar de consumir ciertos alimentos. En este caso, los productos bajo la lupa incluyeron dulces, bebidas azucaradas y comida rápida, todos preparados para generar una alta gratificación en quienes los consumen.

Lucy K. Loch, estudiante de posgrado del Departamento de Psicología de la Universidad de Michigan, explicó que el objetivo principal de la investigación consiste en aportar datos precisos sobre la adicción a ultraprocesados en adultos mayores. De acuerdo con Science Daily, la investigación llena un vacío de conocimiento en una población poco estudiada hasta el momento.
El estudio encontró una diferencia clara entre hombres y mujeres. A diferencia de otros tipos de adicciones, más comunes entre varones, la adicción a ultraprocesados resulta más frecuente en mujeres mayores. De acuerdo con los autores, una posible explicación radica en el marketing dirigido en los años 80 a este segmento. En ese periodo, se promovieron productos bajos en grasa, comidas preparadas y alimentos “de dieta” entre las mujeres, ampliando el consumo de ultraprocesados.
Ashley Gearhardt, profesora de Psicología en la Universidad de Michigan y autora principal del estudio, aclaró que las mujeres de 50 a 64 años estuvieron expuestas a ultraprocesados durante una etapa crucial de su desarrollo. Según Gearhardt, los porcentajes de adicción encontrados superan de manera significativa los indicadores para el consumo problemático de alcohol o tabaco en la misma franja etaria.
El informe también establece una relación entre el estado de salud—física y mental—y la adicción a ultraprocesados. Las personas que evaluaron su salud como regular o mala, así como quienes reportaron aislamiento social de forma frecuente, presentaron un riesgo notablemente mayor de adicción a estos alimentos. En particular, las mujeres de 50 a 80 años que se identificaron con sobrepeso tienen 11 veces más posibilidades de mostrar adicción. En los hombres, el riesgo trepa a 19 veces. En total, el 33% de las mujeres y el 17% de los hombres con sobrepeso reúnen los criterios médicos para calificar como adictos según las métricas empleadas.
De acuerdo con datos recogidos por la Universidad de Michigan, el impacto de la salud mental y física resulta visible en el análisis de los grupos encuestados. Los hombres con mala o regular salud mental cuadruplicaron el riesgo de adicción, y las mujeres lo triplicaron. En cuanto al estado físico, los hombres presentan un riesgo tres veces mayor, y las mujeres, casi el doble. Además, el aislamiento social triplicó la probabilidad de adicción sin distinguir entre géneros.

El informe advierte sobre una modalidad especialmente riesgosa: los productos ultraprocesados comercializados bajo premisas de salud, como bajos en grasa, bajos en calorías o altos en proteínas. Ashley Gearhardt precisó que estos artículos, pese a su imagen saludable, pueden ser incluso más adictivos. “Estos productos se venden como saludables, lo que resulta problemático para quienes buscan reducir calorías. Esta situación afecta especialmente a las mujeres debido a la presión social en torno al peso”, comentó la investigadora.
A futuro, los autores del estudio se preguntan si existen etapas de desarrollo especialmente sensibles, donde la exposición a ultraprocesados se traduce en mayor riesgo durante la vida adulta. Gearhardt alertó que, si las tendencias actuales persisten, las próximas generaciones podrían enfrentar tasas aún más elevadas de adicción a estos productos. Según el informe, el desafío para la salud pública consiste en reconocer la magnitud del problema, ajustar campañas de prevención y revisar el enfoque de marketing de la industria alimentaria.
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