El crimen de Clímaco Basombrío: ahogó con un cojín a una joven y la mató con más de 20 martillazos

La víctima era la hermana de su mejor amigo del colegio, que también fue herido durante la agresión. En 2021 salió de prisión, pero se conoce muy poco sobre su vida, solo que abandonó el país con destino desconocido.

Compartir
Compartir articulo
Clímaco Basombrío asesinó a una adolescente a martillazos. Siempre negó el homicidio. (El Comercio)
Clímaco Basombrío asesinó a una adolescente a martillazos. Siempre negó el homicidio. (El Comercio)

En una apacible tarde de sábado 7 de julio del 2001, tres amigos, entre los que estaba Clímaco Basombrío Pendavis, se reunieron para disfrutar de unos tragos y buena música. Sin embargo, lo que parecía ser una velada llena de diversión y camaradería, se transformó repentinamente en una escalofriante película de terror. Una joven perdió la vida de manera trágica, una trabajadora del hogar fue atacada y dos amigos del agresor resultaron heridos.

Hasta el día de hoy, el motivo que impulsó a Clímaco Basombrío a cometer semejante atrocidad contra aquellos que le consideraban casi como un hermano sigue siendo un enigma.

Criado en los exclusivos salones del prestigioso colegio Santa María en Lima, fue siempre un alma inquieta con una marcada atracción hacia la vida pastoral. Desde muy joven, mostró una dedicación excepcional a sus estudios y se ganó el respeto de sus compañeros, lejos de ser el típico estudiante problemático. Su naturaleza tranquila, su disposición colaborativa y su habilidad para ser un buen amigo hicieron de él una figura admirada dentro de su círculo social.

Sin embargo, la tragedia se abatió sobre su vida cuando apenas tenía once años. La muerte de su amado padre, su compañero de aventuras y su héroe personal, llegó de manera abrupta y desgarradora. La pérdida dejó un agujero profundo en el corazón de Clímaco, una herida que nadie podría sanar. El vacío dejado por la ausencia de su padre se convirtió en un oscuro abismo de desolación y angustia, sumiéndolo en una tristeza insondable que ninguna palabra ni abrazo podían aliviar. Ese trágico suceso cambió irrevocablemente el rumbo de su existencia, arrojando sombras lúgubres sobre su visión del mundo y dejando cicatrices emocionales que parecían imposibles de sanar.

Clímaco Basombrío solía ser acólito en las ceremonias religiosas de su colegio Santa María. Nunca se metió en problemas. (viciodeescribir.blogspot.com)
Clímaco Basombrío solía ser acólito en las ceremonias religiosas de su colegio Santa María. Nunca se metió en problemas. (viciodeescribir.blogspot.com)

La reunión

Tras años de haber dejado atrás los días de colegio, Clímaco y Sebastián Brenes Hagues aún mantenían una fuerte amistad que resistía el paso del tiempo. Continuaban compartiendo vivencias y frecuentándose como en la etapa escolar. Así, en el fatídico sábado 7 de julio del 2001, Basombrío se encaminó hacia la casa de su amigo, ubicada en la calle Las Trinitarias en Chacarilla. Su objetivo era claro: felicitar a su amigo por su reciente ingreso a la prestigiosa Universidad San Ignacio de Loyola, un logro que merecía ser celebrado y aplaudido.

La bienvenida fue cálida y llena de alegría. Era evidente que su amistad había resistido el paso del tiempo y se fortalecía con cada encuentro. Juntos, decidieron subir a la azotea de la casa. El amigo que tenían en común, Carlos Lescano, se unió al encuentro.

Carlos y Sebastián decidieron aprovechar el momento para practicar algunas canciones de su banda de rock, conocida como ‘Canchita Serrana’. Mientras ambos se dedicaban a ensayar y dar rienda suelta a su pasión por la música, Clímaco, a pesar de no tener habilidades musicales, optó por quedarse y deleitarse con los acordes que resonaban en el ambiente.

Fue en ese preciso instante cuando se inició el comportamiento extraño del asesino: descendió al piso inferior en busca de un vaso de agua, para luego volver a subir minutos después. Sin embargo, sorprendentemente, volvió a bajar una vez más, pero esta vez con la intención de buscar una corbata perteneciente a Sebastián; nunca se supo para qué. Hasta ese momento, nadie sospechaba nada fuera de lo común, y todo transcurría con aparente normalidad.

Clímaco Basombrío  asesinó a  Alexandra Brenes Hague, la hermana de su mejor amigo. (El Comercio)
Clímaco Basombrío asesinó a Alexandra Brenes Hague, la hermana de su mejor amigo. (El Comercio)

El asesinato a martillazos

Había llegado el momento en que Clímaco, una vez más decidido, sin razón alguna, se disponía a descender. En esta ocasión, su objetivo era pedirle a Alexandra Brenes Hague, la hermana menor de Sebastián, que le prestara el teléfono que se encontraba en su habitación, ya que necesitaba hacer una llamada importante.

Después de terminar la llamada, la joven le pidió al amigo de su hermano que por favor contactara a la empleada de la casa, Ida, ya que necesitaba su ayuda.

Mientras se acercaba a la trabajadora del hogar para solicitarle el favor, algo extraño ocurrió. En uno de los escalones que conducían a la azotea, vislumbró un martillo. Sin razón aparente, y sin detenerse a reflexionar sobre sus acciones, Clímaco actuó impulsivamente. Agarró a la trabajadora del hogar por detrás y la atacó sin contemplaciones, sumiéndola en una situación de terror y dolor.

De acuerdo con la confesión del propio delincuente, atacó a la víctima golpeándola en la parte posterior de la cabeza, sin que hubiera resistencia o provocación por parte de ella que justificara su acción.

Clímaco Basombrió asesinó a la hermana de su mejor amigo. Video: Frecuencia Latina

El criminal confesó a la policía que arrastró a la víctima hasta su dormitorio, la golpeó varias veces dejándola inconsciente, pero esto solo marcaba el comienzo de una pesadilla.

Impulsada por los desesperados gritos de Ida, Alexandra corrió hacia el origen de aquel espantoso sonido. Con el corazón palpitando desbocado en su pecho, llegó al lugar y se encontró con esta escena.

La trabajadora del hogar, yacía inerte en el suelo, inconsciente y vulnerable. Clímaco, en un intento desesperado por ocultar su verdadera culpabilidad, afirmaba sin titubear que el trágico suceso se debía a una caída fortuita por las escaleras. Sin embargo, la verdad se dejaba ver en sus manos manchadas de sangre, un indicio inequívoco de su implicación en aquel acto de violencia.

El terror se apoderó de la adolescente mientras su mente intentaba procesar la magnitud de la situación. A pesar del miedo que la paralizaba, su instinto de supervivencia la impulsó a reaccionar. Gritando desesperadamente, buscó atraer la atención de los dos amigos que se encontraban en la azotea.

Desenmascarado y sin escape, el asesino se abalanzó sobre su segunda presa, Alexandra, con una ferocidad despiadada. Dirigió su furia hacia la nuca de la indefensa joven, descargando un brutal martillazo que penetró con saña en su cráneo. El impacto la hizo caer sin aliento, pero su voluntad de vivir persistió, y con un susurro desgarrador, siguió clamando por ayuda, luchando contra el abismo de la desesperación.

Portada de la revista Caretas con el caso de Clímaco Basombrío. (Caretas)
Portada de la revista Caretas con el caso de Clímaco Basombrío. (Caretas)

Con el objetivo de silenciarla, Clímaco la arrastró con violencia hasta su habitación, donde ejecutó el acto final. Sin consideración alguna, la golpeó repetidamente como si fuera un saco de boxeo, en un intento desesperado por acallar su voz. Sin embargo, a pesar de la desigual lucha y las heridas infligidas, Alexandra se aferró a su instinto de supervivencia, sin rendirse en su feroz batalla por liberarse de su agresor.

Hasta que, en un giro aún más siniestro, el atacante decidió silenciarla de una vez por todas. Colocó un cojín sobre su boca, sofocando sus gritos y anulando cualquier posibilidad de auxilio.

Luego, la volteó de manera brusca, dejándola boca abajo, y continuó golpeándola sin piedad en la cabeza con el martillo más de 20 veces. La violencia de los impactos resonó en la habitación hasta que, finalmente, Alexandra se sumió en un silencio eterno. La vida abandonó su cuerpo, apagando su voz para siempre.

La escena del crimen

Sumido en su locura, Clímaco llamó a su amigo Sebastián, quien al subir al segundo piso fue recibido con un brutal martillazo en la cabeza. Afortunadamente, no perdió el conocimiento y pidió ayuda a Carlos, quien al acudir también recibió un fuerte golpe en la cara con un adorno.

En medio del caos, el hermano mayor de los Brenes logró escapar y pedir auxilio. Justo a tiempo, Sebastián llegó con el encargado de seguridad del vecindario y finalmente lograron someter a un furioso Clímaco.

En cuestión de minutos, el personal de seguridad de la zona y la Policía Nacional llegaron al lugar, incrédulos ante la escena que se les presentaba. La sangre estaba por todas partes: en las paredes, en el suelo, en la escalera, y la ropa de los protagonistas era evidencia del violento suceso.

Ida Merino, una de las víctimas de Clímaco Basombrío. (ATV)
Ida Merino, una de las víctimas de Clímaco Basombrío. (ATV)

Sentencia de Clímaco Basombrío

Hasta el último momento, Clímaco Basombrío —o el ‘Loco del martillo’ como fue bautizado— gritaba que no estaba loco, pero nadie le creía. A pesar de los intentos de su abogado por declararlo inimputable, las evaluaciones psicológicas demostraron lo contrario. Incluso admitió más tarde que no estaba en su sano juicio.

El 9 de julio de 2001 comenzó el juicio en su contra y, el 12 de febrero de 2003, fue condenado a 20 años de prisión. En la sentencia se estableció que era plenamente responsable de sus acciones, ya que era consciente de la naturaleza delictiva de su conducta.

Actualmente Clímaco Basombrío Pendavis está en libertad, ya que su condena se cumplió el 8 de julio de 2021. Sin embargo, a pesar de la atención mediática que recibió en su momento, no hay mucha información sobre la vida del exconvicto. Solo se sabe que, con 40 años de edad, aprovechó la oportunidad para abandonar el país.

Por su parte, la familia de Alexandra Brenes Hagues vive en Estados Unidos.

En cuanto a Ida Merino, aunque ha logrado recuperarse físicamente de los terribles eventos que atravesó -alumbró prematuramente a su bebé en 2014 debido a un crisis de epilepsia causada por el ataque-, su vida ha sido marcada por secuelas emocionales y cicatrices difíciles de sanar. Nunca recibió ni un solo sol de los 400 mil que el Poder Judicial impuso como reparación civil.

A pesar de todas estas adversidades, la mujer afirmó en un programa televisión hace 9 años que había perdonado a Clímaco Basombrío.