Hombres pollerudos: nacimiento y formación de un género intolerable

Esta semana el duelo entre Nosotras y Ellos se pone más picante que nunca hablando de la existencia (o no) del hombre pollerudo del siglo XXI y de sus manifestaciones

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Pedir perdón tiene un costado negativo
Pedir perdón tiene un costado negativo

Sépanlo: los reyes son los padres, Laika nunca volvió del espacio y los hombres "pollerudos" no existen. Puede que alguna vez, en el pasado remoto (cuando las mujeres usaban pollera) haya sido posible ver tal ejemplar masculino. Puede incluso que aún subsista algún sobreviviente de aquella triste especie del Siqueridista, pero no creo que sean demasiados.

¿Por qué? Porque detrás (o encima, para ser más precisa) de un hombre pollerudo deben darse dos factores concomitantes: una madre infumable, posesiva y dominante que lo haya entrenado en la triste religión de la obediencia ciega y, poco después, una novia idéntica a ella que lo haya tenido al pobre tipo a los saltos, manejándolo a distancia con el siempre efectivo dispositivo de la cara de tujes, los silencios y el cacareo en público. Porque solo así se obtiene un pollerudo de pura cepa: con maltrato y más maltrato, de madre a novia, de esposa a hija.

¿Son pues los hombres de este tipo "fattos in casa", como los fettuchini? Desde luego. Todo lo que hoy está ahí afuera y de lo que nos quejamos (el hombre larva, el hippie poco afecto a las labores, el maltratador, ¡el pollerudo!) fueron alguna vez niños. Niños criados por una mamá y un papá que les enseñaron cómo eran las cosas en este mundo. Cómo se debía proceder, con uno mismo y con los demás. Lo de siempre: nadie nace de un huevo. Todos venimos de algún lado, y al pobre pollerudo se lo entrenó desde chico en el hábito del horror a la furia de las mujeres. Por eso, mejor, eyectemos a los últimos ejemplares al espacio y encarguémonos de criar niños más amados y amables. Con eso alcanza de sobra.

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Hombres pollerudos

En hogares de supuestos "hombres alfa", líderes de la manada e independientes, las parejas se ponen contentas cuando el bebé que han concebido ¡nace macho!, y si llega a ser una niña, la familia dirá "en broma": es chancleta. Pero la realidad demostrará que esa chancleta puede convertirse en una bota militar concreta o subrepticia, logrando que ese hombre completo que eligieron como marido se convierta a la larga en un "macho-menos".

El tema es muy simple: hay mujeres intelectuales y también las hay muy poco educadas, hay mujeres malvadas y otras bondadosas, hay mujeres pura simpatía y otras mala onda, mujeres liberadas y otras que se enganchan con tipos maltratadores. Pero lo que no existen son las mujeres "bolu". Por eso nació la frase mítica, un poco soez por supuesto, que afirma que "un pelito del vello púbico de una mujer tira más fuerte que una yunta de bueyes". Perdón, pero la necesitaba para seguir adelante…

Mucho la atacaron –en 1971– a Esther Vilar cuando presentó su libro El varón domado, pero el tiempo le dio la razón. La realidad es que hoy un sábado invitás a tomar un café a un amigo, a un compañero de trabajo, a un hijo (todos casados) y te responden que primero le tienen que "pedir permiso" o al menos consultarlo con su mujer, por las dudas, a ver qué dice. Y si ella dice no, ¡no vienen! Los pollerudos son una raza que da una importancia suprema a la opinión femenina (subrogante de la mirada fundadora de la madre nutricia de la que nos se han despegado). Y la otra cara es la de Ellas, que ansían conocer a un Amo y Señor… para después poder castrarlo. Ése es el génesis de la histeria, pura y simple.

Textos: Quena Strauss y Luis Buero