
En la novela La infancia del mundo, el escritor argentino Michel Nieva describe una Argentina, en el año 2272, devastada por el cambio climático. En ese mundo distópico, Buenos Aires ya casi no existe porque fue inundada por el derretimiento de los polos, hay una playa caribeña en el medio de La Pampa y la Patagonia se convirtió en un archipiélago raquítico.
Los niños corren el riesgo de convertirse en niños-dengue y, por supuesto, los superricos construyeron sus bunkers en la Antártida, el único lugar del planeta con temperaturas menores a los 40 grados.
Sin ponernos melodramáticos, yo creo que ese futuro se parece bastante al que nos proponen quienes niegan el cambio climático. Un futuro que desprecia lo que alerta la ciencia. Un futuro del sálvese quien pueda en donde la inacción tiene un precio altísimo y deja desamparadas a las personas más vulnerables, pero también a las pymes, a las empresas, a las cooperativas y a los productores. No creo que haya ignorancia en esto, ni siquiera cinismo, creo que hay deliberada irresponsabilidad y un oscuro interés.
Dicen que la agenda climática es una “mentira del socialismo”, pero lo único que en verdad se socializa con esta crisis planetaria son sus devastadores impactos. Lo vimos con la sequía histórica que vivimos. Más de 20 mil millones de dólares perdidos y que no pudimos invertir en infraestructura, en educación, en salud y en créditos para las pymes.

La agenda climática tampoco es un freno al desarrollo. Todo lo contrario. Es una oportunidad para crecer, pero para crecer bien, con soberanía, con justicia social y con sostenibilidad. Es la gran oportunidad para la Argentina.
Esa es la mirada con la que impulsamos la política climática de este Gobierno y que quedó plasmada en el Plan Nacional de Adaptación y Mitigación al año 2030, un proyecto ambicioso donde elevamos nuestras metas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero pero, sobre todo, que busca invertir en el país para transformar las pérdidas por la crisis climática en ahorros y, esto último, en futuras ganancias.
Y en esta cruzada, el sector privado se vuelve un actor fundamental porque tiene la capacidad para innovar y comprende la necesidad de adaptarse a esta triple crisis planetaria para evitar futuras pérdidas por sequías o inundaciones. El sector, además, sabe que hoy el mundo está virando hacia un comercio de productos libres de deforestación, como próximamente va imponer la Unión Europea.
Por eso, el martes pasado, junto al ministro de Economía Sergio Massa y cientos de empresas, pymes, cámaras, sindicatos y organizaciones ambientales independientes, lanzamos un gran Acuerdo para la Acción Climática, una plataforma público-privada donde hace más de un año venimos trabajando desde el acceso a mecanismos de financiamiento innovadores hasta la promoción de empleos verdes que incluye desde el desarrollo de tecnologías para la descarbonización hasta la eficiencia energética en industrias. Más de 1000 empresas comprometidas con un objetivo en común: trabajar por una Argentina más sostenible.

A sólo seis semanas de que los argentinos y argentinas elijamos qué modelo de país queremos para lo que se viene, el mundo distópico del libro de Michel Nieva se dibuja en las propuestas de campaña del principal candidato opositor.
A no confundirse con las provocaciones ni con las frases para Tik-Tok, somos muchísimos más los y las que queremos un país que cuide los ecosistemas y que crezca en armonía con el ambiente, donde el agua de un río tenga el valor de la vida, y no un precio de mercado.
“La acción climática no es joda ni una agenda blanda”, como alertan muy sabiamente las juventudes de las organizaciones ambientales. Y de cara al futuro, no sólo vamos a defenderla, sino también a convertirla en la verdadera protagonista de la Argentina potencia mundial que soñamos.
* La autora es Secretaria de Cambio Climático, Desarrollo Sostenible e Innovación del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación
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