Generación Austral: jóvenes que asumen la gesta de Malvinas como signo de identidad cultural

En medio de tanta grieta, ellos recuerdan que Malvinas no ha sido solamente un conflicto militar de la historia argentina, es un símbolo y una causa de unidad

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Mientras el país atravesaba una recurrente crisis económica y social, la gesta de Malvinas supo sacar a la luz el sustrato cultural de nuestro pueblo, rescatando lo más genuino de esos valores de la argentinidad, que nos identificaban con la historia latinoamericana.

La lejana y neblinosa geografía de estas islas nos hizo recordar la vigencia de nuestros antiguos amores y, junto a ellos, nuestro origen y destino. Parecía tarde pero, como el cóndor que en pleno vuelo se remonta hacia las alturas, empezamos a ganar claridad y nos reencontramos como pueblo. En aquel entonces, fray Aníbal Ernesto Fosbery, rector de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, se dirigía a comunidad universitaria con las siguientes palabras: “Hoy, 2 de abril, recuperamos las Malvinas. Este es un hecho trascendente. No se trata únicamente de vindicar una justicia por todos admitida, se trata de algo más: de retomar el sentido histórico de la argentinidad; una suerte de conciencia histórica colectiva de lo que fuimos para, desde allí, poder entender lo que somos y lo que debemos ser”.[1]

Aquel día nos interpeló el pasado y nos sentimos herederos de un legado cultural. La patria dejaba de ser un concepto abstracto de fechas y nombres en calles y avenidas, para pasar a ser una llama encendida. Embriagados de nostalgia, fuimos inconscientes habitantes del sur, nativos originarios de la América profunda, europeos desterrados, criollos sin conciencia de fusión. El recuerdo de las grandes gestas, de los santos y de los héroes, encendió nuestros corazones. Nos volvimos anhelantes de misión, nos descubrimos hermanos. Y quisimos ser nación.

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MALVINAS, CULTURA NACIONAL

La recuperación de las islas movilizó una particular experiencia de unidad nacional.

Hoy, cuarenta años después, estamos convencidos de que Malvinas es un faro para reencontrarnos como sociedad argentina. Somos una generación que vive Malvinas a través de sus testigos. La gesta nos emociona e inspira a soñar con una Argentina grande, libre y soberana. Malvinas nos descubre una actitud de vida y, en ella, un modo de ser argentinos: una identidad cultural.

Lejos de reivindicar el horror de la guerra, en este acontecimiento nacional percibimos la vivencia de valores transcendentes que mantienen su vigencia en los jóvenes argentinos de hoy, como el heroísmo de aquellos que se animaron a entregar su vida; la audacia de los aviones que volaban al ras del mar, en formación de ataque; el aguante la y resistencia en las trincheras; el amor familiar expresado en las cartas que iban y venían; la profunda y sólida amistad en los pozos de zorro; la grandeza de las mujeres que, habiendo perdido hijos, esposos, hermanos y novios, no dieron lugar al odio ni al rencor; y la fe, esa que estuvo presente en las conciencias de tantos que volvieron, y de otros tantos que quedaron en guardia eterna. Todo esto constituye un patrimonio cultural vigente que revela la identidad más profunda de nuestra nación.

GENERACIÓN AUSTRAL

Con esta certeza, junto a un grupo de universitarios del Movimiento Fasta, queremos peregrinar al Atlántico Sur. Se trata de un viaje con una actitud espiritual. Con él queremos honrar la gesta de Malvinas en sus héroes, y en todo el pueblo argentino, que supo aceptar con hidalguía el deber de la hora. Pero, además, queremos asumir un destino como generación argentina. Por eso el nombre: “Generación Austral” (Instagram: @generacionaustral). Buscamos recibir con gratitud el pasado, para enfrentar el presente con responsabilidad y compromiso; pues sabemos que en esto se juega el futuro. Haciendo propias aquellas palabras que el periodista Nicolás Kasanzew dijo a los jóvenes organizadores de este ambicioso proyecto: “Me animo a creer que la Argentina va a recuperar las Malvinas. De lo que tengo absoluta certeza es que Malvinas puede recuperar la Argentina.”

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El destino elegido es Puerto San Julián, en la provincia de Santa Cruz. Ubicado a 650 kilómetros de las Islas Malvinas, este fue un lugar estratégico durante las acciones militares de 1982. Allí se estableció la Base Aérea Militar San Julián de la Fuerza Aérea Sur, que albergó al II Escuadrón Aeromóvil Dagger, al I Escuadrón Aeromóvil A-4C, al I Escuadrón Aeromóvil A-4B y al II Escuadrón Aeromóvil A-4B. El aeropuerto sería luego bautizado por la Fuerza Aérea con el nombre “Capitán José Daniel Vázquez”, en honor a la memoria de este aviador muerto en combate.

Yendo aún más lejos en el tiempo, cabe también recordar que el 31 de marzo de 1520 arribó a la costa de la actual ciudad de San Julián una expedición española, al mando del capitán Fernando de Magallanes. Buscaban un paso hacia la India por el sur de América. Ese 1 de abril, Domingo de Ramos, Magallanes hizo oficiar una misa, y esta fue la primera celebración eucarística de la que se tenga registro en el actual territorio argentino. Ello se ha convertido, para la mayoritaria población católica de la zona, en un importante símbolo de identidad. Y, como queda manifiesto, Puerto San Julián es un ícono no solo de la gesta de Malvinas sino, también de la historia de fe de nuestra nación.

La actividad está destinada a jóvenes de 18 a 30 años y se realizará los días 28, 29 y 30 de octubre de 2022. A lo largo del mes anterior, se llevarán adelante una serie de encuentros preparatorios. Queremos iluminar la realidad personal de los peregrinos, a partir del testimonio de algunos de los protagonistas de Malvinas y, desde allí, asumir un recorrido de sanación y reencuentro nacional.

Hoy, a cuarenta años, la fuerza vital de esta gesta sigue vigente. No es un capítulo cerrado de nuestra historia nacional, sino un reclamo latente para la Argentina. En palabras del doctor Alberto Caturelli, “este dolor de lo que está pendiente es más fructífero de lo que muchos imaginan, y las Malvinas se han convertido en el símbolo de toda Iberoamérica, como signo de la síntesis del espíritu descubridor cristiano y de lo originario abierto a la originalidad del futuro. Signo de la resistencia de Hispanoamérica a la fuerza de los imperios secularistas del orbe y símbolo de la unidad de nuestros pueblos”.[2]

[1] FOSBERY, Aníbal, Discurso Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, 2 de abril 1982.

[2] CATURELLI, Alberto, La Patria y el Orden Temporal, Ed. Gladius, Buenos Aires 1993, p. 251.