Trump, Macron y Merkel: guerras, besos y dólares

Andrés Domínguez

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Está a punto de explotar en Europa la primera bomba de la guerra comercial de Donald Trump: el 1º de mayo entran en vigor los aumentos de aranceles para el hierro y el acero. La semana pasada Emmanuel Macron y Ángela Merkel visitaron Washington para frenarlos, pero todo indica que sin éxito. "La Unión Europea fue formada para aprovecharse de Estados Unidos" afirmo Trump horas después de que la líder alemana dejara su país.

Hay muchas críticas al presidente americano por considerarlo errático o hablar más de lo que hace. Pero en comercio internacional hay que reconocerle que tiene una línea clara y un accionar contundente: proteccionismo y límites a las compras de bienes extranjeros. Ni bien asumió retiro a su país del Acuerdo de Libre Comercio Transpacífico, que forman Japón, Malasia, Filipinas, Perú y Chile, entre otros; y hasta firmó una orden ejecutiva para la retirada del NAFTA y así renegociar con México y Canadá. Luego, vino una denuncia contra China por espionaje industrial y el aumento de tarifas: es en los aranceles a la importación en donde se da la primera batalla concreta de la guerra de Trump.

Esta pelea es principalmente contra China, su mayor competidor económico y tecnológico. Pero el papel de Europa es ineludible si hablamos de comercio internacional. De hecho, Estados Unidos tiene más comercio con Europa que con China, con un déficit del orden de los cien mil millones de dólares anuales. Lo sabe Trump, lo saben en París y en Berlín. Esta guerra comercial que comienza se da además en el marco de una agenda plagada de temas: el acuerdo nuclear con Irán, la guerra y los bombardeos a Siria, la voluntad americana de abandonar el Acuerdo Climático de París, la desnuclearización en las dos Coreas y la relación con Rusia, por nombrar los más destacados. Demasiado en juego, pero de ningún modo tapa los negocios. Y esta semana quedaron las cartas del comercio sobre la mesa.

Besos, abrazos, caricias. Referencias a Lincoln, Voltaire, Franklin, De Gaulle y a una amistad inquebrantable e histórica. Con una ampulosa y hasta exagerada gestualidad, Trump y Macron mostraron al mundo su sintonía y su alianza. La primera lectura fue en clave política: el francés se eleva como líder de Europa y el norteamericano muestra que puede tener aliados. En cambio, con Merkel, Trump se mostró frío: en la conferencia de prensa conjunta en Washington cada uno se mantuvo en sus posturas, sin hacerse referencias o guiños.

Sin embargo, no todo es tan lineal. Mientras en los gestos había un romance franco-estadounidense, al hablar ante el Congreso americano en un inglés muy fluido, un osado Macron atacó el centro de la visión económica de Trump: "Una guerra comercial lo único que conseguirá es destruir empleos, aumentar los precios y la clase media tendrá que pagar por ello". La alemana, en vez de discutirle el liderazgo, esta vez hizo un gesto más sutil: cuando le consultaron sobre los aranceles que están a punto de entrar en vigor, se limitó a dejar en claro que le corresponde decidir eso al "señor Presidente". Música para los oídos del hombre fuerte.

Así como Macron puede tener razones políticas para acercarse a Estados Unidos, Merkel las tiene en el ámbito de los negocios. El éxito económico alemán se basa en sus exportaciones, y su dependencia de ellas la hace muy sensible al peligro de una guerra comercial. Si avanza el proteccionismo, es un golpe al corazón de su bienestar. Del total las exportaciones europeas casi el 30% son alemanas. Autos, maquinaria y química son los baluartes industriales de ese país. Justamente uno de los enemigos declarados de Trump son los autos alemanes vendidos en territorio norteamericano. El déficit comercial de Estados Unidos con Alemania es de 50 mil millones de dólares por año, le compra casi el doble de lo que le vende, algo inaceptable para Trump. Alemania fue hasta principios de esta década el primer exportador global, y hoy se mantiene como el tercero con el 8% de las exportaciones del planeta, solo superado por China (12%) y en un nivel muy similar a los Estados Unidos (8,5%). Ya se advierte que con solo el miedo una escalada comercial alcanza para retraer la inversión industrial en ese país y contraer su economía.

Macron necesita a Trump por la política, Merkel al mercado americano por la economía. París y Berlín siguen siendo el eje de poder de Europa y ambos están obligados a negociar el comercio exterior juntos. ¿Alguien puede pensar que, más allá de los gestos, no acordaron la estrategia que llevaría cada uno a Washington?

El problema de fondo es el déficit comercial estadounidense, tanto con China como con Europa. "No les echen la culpa a ellos. Le echo la culpa a antiguos presidentes y antiguos líderes de nuestro país", dijo Trump mostrando lo que realmente cree: el déficit comercial es algo malo de por sí, es una muestra de debilidad, una injusticia. La actual administración estadounidense cree, contradiciendo décadas de investigación económica y la visión de diferentes escuelas y opiniones, que el comercio "justo" o "bueno" es aquel en donde hay equilibrio. O mejor aún, donde Estados Unidos vende más. America First. Su objetivo es achicar el déficit comercial, hacer que su país "gane". Make America Great Again.

Pero esta guerra comercial es de tres. No son Trump, Merkel, Macron. Son Estados Unidos, China, Europa: ellos han sido los tres principales actores mundiales del comercio internacional desde 2004, cuando China superó a Japón. Juntos explican el 44% de las exportaciones y el 45% de las importaciones del planeta.

Así las cosas y si no hay novedades de último momento, el 1º de mayo entra en vigencia el aumento de aranceles a aluminio y al hierro europeo en Estados Unidos (en rigor, se vence el plazo a la excepción temporal al aumento que le habían otorgado a la Unión Europea en marzo), y se desata el round de la guerra comercial de Trump en el Viejo Continente. En una época de guerras reales y amenazas en reconfiguración (parece agravarse en Siria, parece evitarse en Corea, pende de un hilo el acuerdo con Irán) y de política de gestos e imágenes, al final del día el comercio siempre sigue estando al tope de la lista. El riesgo es que de esta guerra salgan Trump, Merkel y Macron perdiendo y abriendo la puerta a la futura hegemonía China. Guerras y besos que se explican en dólares.

El autor es coordinador general de RED Consultora.