
Quienes hoy asumen estas posiciones de liderazgo son protagonistas de un momento histórico, en el que el impulso de la tecnología está cambiando la forma en que vivimos y trabajamos, y en ellos recae la enorme responsabilidad de guiar a las organizaciones y su gente por terrenos nunca antes explorados.
Del traje y el maletín, a las zapatillas y los algoritmos
Los relevamientos muestran que, actualmente, las personas que ocupan los cargos C Level oscilan entre los 40 y los 60 años de edad, algo que es natural que así sea, ya que hablamos de los profesionales que tienen mayores responsabilidades y cuyas decisiones afectan no solo a las compañías como tales, sino a la vida de las personas que las componen y, para eso, han debido cosechar experiencias y madurar su capacidad de liderazgo.
Sin embargo, el inédito impulso tecnológico que hoy vive el mundo está modificando, también, esa relación lineal entre experiencia y habilidades ejecutivas.
Y es que, de cara a un mundo en pleno proceso de transformación, muchas de las lecciones aprendidas durante la trayectoria profesional de los actuales C Level pueden ya no ser válidas frente a un contexto que cambió y que pide transformación, innovación y liderazgo digital.
Y el verdadero desafío empieza acá. Porque el alto grado de protagonismo que tienen estos perfiles se contrasta con su flexibilidad para el cambio, no por falta de capacidad ni predisposición, sino por naturaleza.
De maestros a aprendices perpetuos
Mientras que tradicionalmente cuando estos profesionales alcanzaban las más altas posiciones de liderazgo tenían en sus conocimientos y experiencias las bases necesarias para conducir con éxito sus compañías, hoy se enfrentan al reto de “soltar” muchos de esos saberes y abrirse a reaprender para poder estar alineados con las nuevas dinámicas sociales y de los negocios.
En este punto, la trayectoria y la edad, pueden transformarse en una verdadera mochila capaz de hacer más pesado el viaje de los líderes hacia la innovación.
Liderar = cambiar
Por un lado, existe la tendencia natural a aferrarse a aquellos modelos de negocio tradicionales que les han resultado exitosos en el pasado, lo que puede llevar a retrasos en la adopción, por ejemplo, de tecnologías disruptivas, así como a demorar cambios estratégicos antes de que sea demasiado tarde.
En logística y comercio exterior, por ejemplo, el tiempo y la precisión no son solo pilares, sino el pulso que define la competitividad. En estos sectores, toda demora o falta de eficiencia puede resultar más costosa que un flete caro. Actualmente, las innovaciones tecnológicas ofrecen la oportunidad de comprimir los plazos y afinar cada detalle operativo, permitiendo a quienes abrazan el cambio no solo cumplir con las expectativas de los dueños de las cargas, sino superarlas y establecer nuevos estándares en el sector. En esta carrera imparable hacia la excelencia, quienes se resistan al avance corren el riesgo de quedar fuera de juego.
Piensen en dos empresas del sector: una revisa reportes manuales mientras la otra detecta en tiempo real un desvío en sus cargas gracias a IoT, lo corrige con rapidez y documenta todo en blockchain automáticamente. Una avanza a paso lento; la otra vuela, ofreciendo precisión, velocidad y un nivel de servicio que deja a sus clientes sin dudas sobre a quién elegir.
En este sentido, la principal limitante de los C Level es de mentalidad y se relaciona con la resistencia a un cambio del que, muchos, recién están tomando conciencia.
El tiempo no para, y la tecnología menos
Algunas ideas nos pueden ayudar a dimensionar el desafío y dar los primeros pasos hacia el liderazgo que viene.
Seguramente, en el camino para alcanzar una posición de liderazgo C se cosecharon diversos éxitos basados en la experiencia y, también, en la intuición.
Estos logros, desde luego, nunca perderán su valor, pero sí tiene fecha de vencimiento su capacidad para seguir apoyando el desarrollo a futuro de una organización.
Y es que por más acertada que pueda ser la voz de la experiencia en muchos sentidos, hoy la tecnología ofrece la posibilidad de tomar decisiones con información precisa en tiempo real, y sin dudas perderemos terreno frente a nuestros competidores si persistimos en repetir las que ya hoy son viejas recetas.
Menos tradición, más innovación
Un buen ejemplo sobre la importancia de la innovación constante lo podemos encontrar, precisamente, en uno de los gigantes tecnológicos como es Microsoft.
Fundada en 1975 por Bill Gates y Paul Allen, Microsoft hizo historia en 1980 con el desarrollo de DOS, el sistema operativo estándar para computadoras personales, y nuevamente en 1985 con el lanzamiento de Windows, una plataforma que sigue vigente.
A pesar de su liderazgo global, para 2014 Microsoft enfrentaba un declive preocupante, habiendo perdido terreno en dispositivos móviles y consumo tecnológico. Fue en este contexto que Satya Nadella, de 46 años, asumió como CEO, liderando un cambio cultural y tecnológico radical en una empresa percibida como “anticuada” y con equipos desconectados.
Nadella priorizó la empatía y la inclusión, dejando atrás el liderazgo confrontativo de su predecesor. Fomentó la colaboración y la experimentación, lo que llevó a Microsoft a incrementar su valor de 300 mil millones de dólares en 2014 a 2.5 billones en 2023.
“Nuestra industria no respeta las tradiciones. Respeta la innovación”, afirmó Nadella, subrayando cómo la cultura organizacional debe evolucionar con el tiempo, adaptándose a nuevos contextos sin perder su esencia.
Si los C Level logran reinventarse, renovarse y asumir la idea del aprendizaje continuo, entendiendo que el liderazgo va de la mano con el cambio permanente, muy posiblemente puedan guiar con éxito el destino de las compañías y su gente a través de este extraordinario periodo de transición que vive el mundo.
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