Camila Fabbri: “Los humoristas son gente muy atormentada”

La escritora, dramaturga y actriz dialogó sobre los cuentos de “Estamos a salvo " y su próximo proyecto audiovisual relacionado a su novela “El día que apagaron la luz” y la tragedia de Cromañón

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Camila Fabbri visitó el stand de Leamos (Foto: Augusto Fornaciari)
Camila Fabbri visitó el stand de Leamos (Foto: Augusto Fornaciari)

Con una fuerza narrativa en donde la fragilidad siempre está acechando como si pudiera en un instante devenir en catástrofe, los cuentos de Estamos a salvo, el último volumen de relatos de Camila Fabbri, retoman la potencia del género desde una escritura atrapante marcada por cierta tensión y humor, a partir de tramas que toman como metáfora el mundo animal, esa dimensión en la que los sentidos están en alerta frente a la posibilidad del conflicto.

Una familia cuyo padre, un hombre encantador que al mismo tiempo podría representar el peligro, tiene como mascota un yacaré; un taxista que monta su propio destino con una pasajera en viaje; una hija que regresa al hogar de su madre para recuperarse de los efectos de la medicación; la aventura entre amantes; un accidente que no llegó a ser. Los 17 cuentos de Estamos a salvo manejan con destreza la sensación de la amenaza constante: que te descubran, te atropellen, que te muerda un cocodrilo, que lo que creías saber no tenga sentido, aunque te lo hayan contado una y otra vez.

Camila Fabbri (Buenos Aires, 1989) es escritora, dramaturga y actriz. El año pasado, la revista Granta la eligió como una de las 25 mejores voces narrativas en español con menos de 35 años, y en la edición de 2017, la Feria del Libro de Guadalajara la ubicó entre los mejores escritores nacidos en los 80. Con este libro publicado por Seix Barral, regresa de lleno al género luego de Los accidentes -su debut literario-, tras la publicación de la novela de no ficción El día que apagaron la luz, donde aborda la tragedia de Cromañón.

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En esta entrevista, Fabbri cuenta que el “grueso” de estos cuentos los escribió entre 2018 y 2019. “Después empecé a volcarme a la no ficción, y entonces sí, empecé a dejar de lado esa especie de construcción de tramas. En ese momento escribía todo el tiempo esa suerte de mundo pequeño en el que despunta una historia con un desarrollo y un final, esa cosa circular del cuento”.

Ese registro lo ilustra con el espacio de terapia: “Ese relato que armamos enfrente del terapeuta, esa construcción de lo que nos pasó en la semana, es un cuento. Muchas veces perfecto. Cerca del final, casi siempre, hay una especie de revelación o una idea que venía enquistada desde el comienzo, cuando empezamos a hablar, y se vuelve notable hacia el final de la sesión. Trato de estar atenta a estas cosas, cuando hablo y cuando oigo hablar”, dice.

Los textos de Estamos a salvo cuentan una historia y juegan con esa revelación. El conflicto está, se percibe, pero muchas veces no se lo nombra, ni siquiera se lo sugiere. La estructura del cuento activa en el lector esa pregunta sobre lo que podría pasar, e incluso lo que no se sabe qué ocurrió. Siempre hay una posible catástrofe merodeando por ahí, como se imaginan merodeando a los animales en la selva, los tiburones en el océano, o los fenómenos naturales de vientos huracanados en un planeta arrasado. No es casual que como cita previa a cada cuento, Fabbri haya elegido un textual de algún documental del National Geographic.

Camila Fabbri visitó el stand de Leamos (Foto: Augusto Fornaciari)
Camila Fabbri visitó el stand de Leamos (Foto: Augusto Fornaciari)

—¿Nuestras vidas están acechadas por esa posibilidad de catástrofes inesperadas? ¿Estamos a salvo?

—Creo que no hay forma de saberlo. Es una de las cosas que me pregunto más seguido. Recuerdo mucho un chiste de Mafalda, la saga de Quino, en la que ella está sola en su cuarto y en otras viñetas aparece su familia. Ella los espía. Su madre está maquillándose, con los ruleros puestos y la radio a todo volumen, hablando sola. Su padre está mirando un partido de fútbol, fumando muchos cigarrillos y golpeando el suelo con los pies. No parecen apacibles, más bien todo lo contrario. Y Mafalda, para sus adentros, dice: me pregunto si estaré en buenas manos. Por supuesto que es una pregunta que se hace una niña, pero yo creo que hay algo de universal en esa duda, algo permanente.

—¿Cómo creés que se encuentran estos relatos?

—Los cuentos de este libro los fui escribiendo en el rango de tiempo que va desde el 2016 a esta parte. Fue la escritura inmediata después de Los accidentes, mi primer libro de cuentos. En el medio escribí El día que apagaron la luz; los cuentos de este libro fueron apareciendo mechados, de a poco, como la escritura de poesía, supongo. Hay un síntoma en común que tienen, y son esos epígrafes-citas de National Geographic. Creo que todos pueden leerse a partir de esa consigna, como una metáfora del mundo animal, de la naturaleza en todo su esplendor y en toda su oscuridad.

—Esas citas de Nat Geo tienen mucha centralidad ¿cómo llegaste?

—Curiosamente, en un momento miraba bastantes videos en YouTube sobre naturaleza o historia. Me gustaba encontrar textos ahí, o incluso títulos. Hace unos años monté una obra que se llamaba Condición de buenos nadadores, y ese título lo encontré en un video que hablaba sobre la lucha que ocurre, una vez al año, entre el tiburón blanco y el cocodrilo de agua salada. Fue una frase que dijo el locutor y me pareció fantástica. No se me hubiera ocurrido eso mismo. Entonces, a partir de ahí, me pareció un buen espacio para buscar material. Usé dos o tres citas para algunos de los cuentos que componen el libro, y tiempo después, ya tenía los diecisiete cuentos que lo arman. Aun así, varios cuentos no contaban con su cita, y alguien me sugirió que hiciera eso con todos. Que no tenia sentido que algunos empezaran así y otros no; quiero decir, que me animara a armar un sistema de lectura con esas citas. Y así fue.

Camila Fabbri (Foto de archivo de Infobae)
Camila Fabbri (Foto de archivo de Infobae)

—¿Cómo entendés esa obsesión en estos cuentos que conversa con la idea de un desenlace apocalíptico, de un drama del orden de lo cotidiano, lo doméstico, de tragedias que pueden ocurrir en momentos inesperados, como puede ser Cromañón, tal como abordás en tu última novela?

—Evidentemente, hay una especie de obsesión o imantación con la catástrofe inminente. Es curioso que hables de Cromañón y de El día que apagaron la luz, porque tal vez ahí esté presente uno de los síntomas más claros, algo de mi educación sentimental. Esa noción de que ir a disfrutar la música en vivo también podía significar un desenlace fatal. Yo creo que esa irrupción o ese corte en nuestro crecimiento, quiero decir, en el de la mayoría de los adolescentes que estuvimos cerca de Cromañón, fue muy significativa. Una especie de hurto de la tranquilidad. Hay algo de estar oliendo todo el tiempo algo que todavía no pasó, que podría venir y pasar. También pienso en la protagonista de Melancholia, la película de Lars von Trier. Esa chica que está absolutamente deprimida, sin poder hacer nada por sus propios medios. Es la única que sabe que el final está viniendo, y cuando llega, es la única que lo sabe soportar.

—Esa sensación de “acecho” le devuelve también algo animal. ¿Por qué te interesó que las indagaciones a las que pueden dar lugar estos cuentos tengan esa incidencia en lo natural?

—Me interesa que todavía se pueda hacer pie en el mundo animal, en la naturaleza. Me gusta que encontremos paralelismos ahí. Como decía Herzog en una de sus entrevistas, la naturaleza es un lugar diabólico, que no tiene nada en contra de la selva, que la ama, pero que aún así le teme muchísimo. Yo creo que pasa lo mismo en nuestro mundo, el otro, el humano, llamemoslé. No quiero decir que es un lugar espantoso, porque tenemos lenguaje, pero aún así hay tantas cosas que pasan igual, como si nada de las leyes o estamentos o límites del lenguaje estuviera puesto en juego. Ese espejo me resulta muy atractivo.

—A pesar de la amenaza, los personajes de estos relatos más o menos sobreviven. Son sobrevivientes que quizá no saben que están sobreviviendo.

—Puede ser que sean sobrevivientes, no lo había pensado así. Cuánta oscuridad. La próxima prometo escribir sobre cosas más livianas. Pero sí, es cierto que son personajes que por momentos parecería que están aguantando cosas, no sé si demasiadas cosas, pero eso, el verbo podría ser el de aguantar. Pasan a través de esas cosas y después tienen algo para contar. Lo interesante es que justamente puedan eso, armar la anécdota, elaborar el relato.

'Mi primer Hiroshima', en "Los Accidentes" ( ), de Camila Fabbri
'Mi primer Hiroshima', en "Los Accidentes" ( ), de Camila Fabbri
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—Y esto lleva a la cita que abre el libro, la de Charly García cuando confiesa su día más feliz: el día que se tiró del balcón. Mientras todos esperaban un final irreversible, él se rio. ¿El humor nos provee de algún tipo de alivio?

—Absolutamente. El humor es una especie de aliado. Yo creo que los humoristas, en general, son gente muy atormentada. Gente que en realidad ve lo peor en todos lados, y con eso pueden hacer esa especie de pase de magia, de truco genial. Y la cita de Charly García para mí resume muchísimo lo que es el libro, tal vez incluso más que el título mismo del libro. Esa sensación de reírse mientras se está cayendo.

El proyecto audiovisual de Fabbri sobre Cromañón

Narradora, dramaturga, actriz, Camila Fabbri tiene entre sus proyectos el trabajo de dirección y guion de una película que surge a partir de su novela de no ficción El día que apagaron la luz, donde aborda la tragedia de Cromañón con un relato estremecedor de ese 30 de diciembre de 2004 que marcó la vida de una generación; sin embargo, tras la renuncia de Luis Puenzo al Incaa, el film está en “pausa”, cuenta.

“Debido a los problemas que hubo en el Incaa últimamente, la producción de ese proyecto entró en una especie de pausa. Con la renuncia de Puenzo, creo que somos muchos los que estamos atentos a ver qué deparará lo que venga y cómo serán las nuevas partidas presupuestarias”, dice la escritora, que con este proyecto asumirá el rol de directora y guionista, mientras la producción estará a cargo de Varsovia.

¿Cómo es el proyecto del film? “La película es una especie de documental ficción que parte del libro, pero que no lo contiene. Es un perfil, si se quiere, de la juventud de los 2000 en Buenos Aires. La película no habla sobre Cromañón estrictamente, eso es algo que aparece por defecto o como proyección”.

Lo novedoso, para ella, dice: “[Es] que me encontré escribiendo un guion documental para cine, algo que hasta ahora había hecho muy poco. Trabajé también con Martín Kraut en la confección de la primera versión del guion. Las particularidades son todas nuevas para mí. Siempre estuve cerca del cine, tanto como espectadora o en mi rol como actriz, cuando trabajaba mas asiduamente, hacia mis veintes años. Ahora será otro cantar. Me entusiasma bastante”, confía.

Fuente: Télam S. E.

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