“¿Sabías que al alumno que este año aprueba el segundo semestre de las materias 2021 se le da por aprobado todo el programa y las materias del 2020? Es decir, si vos no hiciste nada el año pasado y en éste te fue mejor aprobás los dos años? Es un dos por uno”. El comentario pertenece a un preceptor de dos colegios técnicos de Avellaneda. Y eso no es todo...
Es sabido que, tras el cierre de las escuelas durante el 2020, todos los alumnos pasaron de año de modo automático. El Consejo Federal de Educación decidió entonces que 2020 y 2021 conformarían un bienio y serían evaluados de forma conjunta.
En un documento de la Dirección General de Cultura y Educación (DGCyE), o sea, la cartera provincial del área, se explicó que, entre las decisiones adoptadas en materia de “evaluación, acreditación de los aprendizajes y promoción escolar”, estaba la de dictar clases a contraturno y los sábados, de asistencia obligatoria para los alumnos con aprendizajes pendientes. Difícil estar en desacuerdo con este refuerzo pedagógico. El tema es cómo se confirma luego la incorporación de esos conocimientos.
Previamente, en 2020, el documento “Evaluar en Pandemia” comunicaba que las calificaciones no serían numéricas sino cualitativas. A saber: TEA, TEP Y TED. La sigla TEA significa Trayectoria Educativa Avanzada: se aplica a los estudiantes que alcanzaron los “aprendizajes prioritarios”. La sigla TEP, Trayectoria Educativa en Proceso, a los “alumnos que no afianzaron esos aprendizajes pero tuvieron un buen nivel de vinculación pedagógica”. Y TED, Trayectoria Educativa Discontinua, para aquellos que “no aprendieron los saberes mínimos y tuvieron una escasa o nula vinculación pedagógica”.
Adentrarse en la lectura de las circulares de la DGCyE implica el aprendizaje de un léxico nuevo, signado por el eufemismo y una afición burocrática por las siglas. Veamos cómo traducen los profesores esta nueva nomenclatura: TEA, es aprobado, equivale a tener 7, 8, 9 ó 10; TEP es 4, 5 ó 6; y TED es un aplazo, con perdón de la palabra (hoy prohibida), o sea de 0 a 3. Otra traducción docente es: el que tiene TEP es “porque algún trabajito entregó”, y TED, el que “nunca hizo nada”.
La expresión “aprendizajes prioritarios” disimula apenas el recorte -uno más- de los programas. Oficialmente se dijo que en el transcurso de este año se darían tanto los contenidos de 2021 como los pendientes de 2020. Algo imposible aun en tiempos normales. Por lo tanto, la consigna para los profesores fue reducir al extremo los contenidos a dictar.
Además de eso, la DGCyE decidió agrupar las materias por áreas, como muestra el cuadro a continuación. La finalidad es que las evaluaciones se hagan de forma conjunta.
La verdadera intención de este reagrupamiento es que los estudiantes secundarios puedan promocionar el año llevándose, no ya dos previas, como es tradicional, sino 2 áreas, lo que en la práctica significa que podrán pasar de año adeudando hasta 5 ó 6 materias.
La otra disposición de este “crédito de facilidades extendidas” es que, de los dos informes de “valoración pedagógica”, uno por semestre, bastará con aprobar el 2° para pasar de año. En el alambicado lenguaje oficial, el documento “Sobre la promoción y acreditación del bienio 2020-2021 en la provincia de Bs As” (remitido por la DGCyE a Infobae) se lee: “...serán promovidos las y los (sic) estudiantes con trayectoria educativa discontinua [N.de la R: TED, desaprobados] en la valoración pedagógica correspondiente al 1er informe que se hayan revinculado con la asistencia diaria a la escuela y hayan participado regularmente de los encuentros de intensificación [N.de la R: clases recuperatorias] y de ese modo hayan logrado una valoración pedagógica TEA [aprobado] en el 2° informe”.
Un ejemplo aclara este párrafo rebuscado: con un aplazo en la primera parte del año escolar y un aprobado en la segunda, el bienio está ganado. Dos años en un semestre. El bienio 2020-2021 se extiende hasta fines de febrero, ya que seguirán los “encuentros de intensificación” para quienes no hayan promocionado todas las áreas.
Pero volvamos al tema “áreas”. Varios profesores comentaron que las autoridades instan a los docentes de materias de una misma área a realizar las valoraciones pedagógicas en común. ¿Qué significa exactamente?
Infobae trasladó estas dudas a la DGCyE. Fueron respondidas por escrito: “¿La promoción por áreas significa que un alumno puede tener un TED (reprobado) en una materia pero si tiene TEA (aprobado) en una o dos materias de la misma área puede aprobarla?” Respuesta: “Las y los estudiantes deben tener TEA en todas las materias. Si en alguna tienen TEP o TED deberán intensificar los aprendizajes de esa materia y acreditarla”.
Repregunta, desde la lógica: “¿Cómo se promociona un área? Porque si es con TEA en todas las materias, ¿para qué agruparlas por áreas?”
Respuesta: “La organización en áreas es una reorganización curricular, pero cada una de las materias debe ser aprobada. Lo que implica la organización en áreas curriculares es que las y los docentes aúnan criterios para la evaluación, pero la aprobación es por materias”.
Sigue sin quedar claro. Nueva repregunta que no fue respondida: “Entendido, pero ¿cómo se promociona un área? ¿Con todas sus materias aprobadas? ¿O basta con una?”
Si se puede pasar de año con 2 áreas previas -y en el caso de las escuelas técnicas, con 2 áreas y un taller-, y a la vez dicen que hay que aprobar por materia, deberían aclarar cómo se promociona un área. La respuesta la dan los inspectores o los directivos de los establecimientos, obligados a traducir estas circulares de lenguaje tan ambiguo que ni los mismos docentes entienden pero que a la vez deja margen de maniobra.
Acá está la interpretación o pasada en limpio del director de un colegio: “Las materias se agruparán por áreas según lo indicado en el comunicado (n°1/21). Si aprueba una materia del área, aprueba toda el ÁREA”. El directivo dice alto y claro lo que la Dirección no desea explicitar.
“Buenos días profesores. Hay materias que deben cerrar la nota en conjunto. Hoy el equipo directivo estará enviando un comunicado al respecto”, decía otra comunicación interna de un secundario boanerense. “Yo doy historia en 4° año. Tengo que juntarme con el profe de geografía y la de SADO, y ponernos de acuerdo para aprobar o no a cada alumno”, explicó a Infobae, Eduardo, docente en varios colegios bonaerenses.
SADO es Salud y Adolescencia (otra sigla...), la antigua Higiene. Cuesta ver la afinidad entre esa materia y la Geografía o la Historia, como para justificar este reagrupamiento pedagógico. El inglés y el castellano son idiomas, pero saber uno no implica saber el otro.
La comunicación del director citada más arriba agrega algo interesante: “Las materias pendientes de acreditación anteriores al 2019 (previas) siguen vigentes hasta el 2 de marzo de 2022 [N. de la R: fin del bienio]; luego, si pertenecen a un área y la misma está aprobada, se dará por aprobada también la previa”. Una moratoria. Por ejemplo, historia de 2° (2019), de 3° (2020) y de 4° (2021), todo por el mismo precio, con sólo aprobar el 2° semestre de 2021. Es decir, tres años por el contenido curricular de medio año: menos del 20 por ciento del programa.
Por si quedaran dudas, una aclaración más del director citado, que confirma el 2 x 1: “De 1° a 6° año (secundario), el segundo cuatrimestre define la calificación anual”. Como se dijo, basta con aprobar el 2° “informe” -examen, prueba, todo eso está desterrado-, para aprobar el bienio completo. Y alguna previa prepandemia que haya quedado por ahí.
“Si está contemplado que el alumno que no hizo nada en todo el año pueda entregar trabajos atrasados todos juntos, se está avalando que no aprenda nada -dice Eduardo-. Solo los entregan para cumplir. Tendrían que llevarse la materia y rendir en mesa como se hizo siempre”.
Finalmente, sobre la promoción, el resumen del director confirma: “Con hasta 2 áreas desaprobadas, el alumno promueve al siguiente año”. Es decir puede pasar de año con hasta 5 y 6 previas.
En síntesis, el combo incluye: “currículum prioritario” -menos, muchos menos contenidos-; aprobación de materias con un solo semestre TEA (el 2°) y pase de año con hasta dos áreas sin aprobar…. La mejor forma de disimular un año sin enseñanza es diluirlo en el siguiente.
En este contexto de vaciamiento, la ESI (Educación Sexual Integral) fue contenido prioritario. Lo que no debería insumir más que 2 ó 3 horas de charla en el año, es lo más importante a enseñar.
La “Comunicación Conjunta n°1/21″ de la Subsecretaría de Educación y las Direcciones provinciales sostiene que “la evaluación siempre es un ejercicio ético y político, ya que constituye un juicio de valor que impacta directamente sobre la continuidad de las trayectorias escolares y los aprendizajes de las y los estudiantes”; una declaración extraña, que anticipa consideraciones externas a lo pedagógico.
Sostiene además que es importante que los “procesos evaluativos reconozcan las cronologías de aprendizajes de las trayectorias educativas reales, pudiendo considerar la diversidad de saberes, lenguajes, sujetos, tiempos y contextos”. Otra puerta abierta a todas las contemplaciones.
Infobae preguntó a la DGCyE en qué porcentaje calculan que se redujeron los programas. Respuesta: “Se le llama currículo prioritario a la reorganización de contenidos, procedimientos, habilidades y metas de aprendizaje correspondientes a cada unidad pedagógica (conformada por los dos años, correspondientes a 2020-2021). Dentro del currículo prioritario se encuentran los contenidos imprescindibles...”
No queda claro. Veamos qué pasó en la práctica. “Este año hubo que elegir 4 contenidos prioritarios. En 1er año doy Ciencias Sociales: va desde los orígenes del hombre hasta el Imperio Romano, pasando por el comienzo de las civilizaciones, la Mesopotamia, Egipto, Grecia… Si selecciono 4 temas forzosamente dejo afuera muchos conocimientos importantes. Estamos recortando contenidos todo el tiempo. De 10 a 12 trabajos prácticos que se hacían en el año pasamos a 4″, dice Eduardo.
Todo esto se hace en nombre de la igualdad y la inclusión. Una coartada, porque lo último que necesita un chico que arranca en condiciones desfavorecidas es demagogia educativa.
El pase automático entre 2020 y 2021 implicó que muchos alumnos sin aprobar 2° cursaron 3°, o sin aprobar 3° cursaron 4°, y así en todos los niveles. Cualquier docente sabe que, si tiene en clase un grupo de alumnos que no incorporaron los conocimientos de un nivel, se dificulta el dictado del siguiente; al profesor no le queda otra que nivelar para abajo.
“Vergüenza me da ver los resultados de la Educación que nos dejaron en el 2019″, dijo el presidente Alberto Fernández en su último discurso, confirmando que en ésta, como en otras materias, los políticos sólo buscan desligarse de su responsabilidad culpando a terceros. En la ideología imperante hoy en materia educativa no hay grieta. A juzgar por el debate durante la cuarentena, tanto para el macrismo como para el cristinismo, la educación pasa por el reparto de laptops. Así de fácil.
Pero, como testimonian algunos profesores, no bastó con eso durante la cuarentena. Muchos alumnos tuvieron problemas de conectividad; otros, sin tenerlos, apelaron a esa excusa, porque lo que falla es la disciplina, escolar y familiar. “Al comienzo de las clases, les pregunto a los alumnos por sus hobbies -dice Eduardo-. Juego en red, hago tal cosa en tik tok o en youtube, etc. Pero durante la pandemia esos mismos me decían que no presentaban los trabajos porque tenían problemas de conexión”.
Otro diálogo, ahora ya en semi-presencialidad: “¿Por qué no hiciste el trabajo?” “No tenía conectividad” “Pero estás acá con el celular y el whatsapp…”
Bernardo Gorosito fue profesor en secundarios del Plan Fines. Ahora es preceptor en dos colegios técnicos de la provincia. Dejó la docencia cansado de la presión que recae sobre los profesores para que no reprueben a nadie.
La última vez que dio clase, la directora entró al aula y le reprochó: “Estos alumnos dicen que no los aprobaste”. “Y sí, ¿no ve que están en clase con el celular, con instagram?” “Bueno, habría que hacerles un trabajo práctico…” “No, yo no hago ningún trabajo práctico más. Están en mi clase sin hacer nada…”
Gorosito es el que califica al sistema de “dos por uno”. “En algunas escuelas técnicas, los alumnos pasan sin saber ni siquiera lo que es una tenaza. Muchos de los que en séptimo año deben hacer ‘prácticas pre-profesionalizantes’ son rechazados por las empresas por falta de conocimientos básicos”. Hoy escasea la mano de obra calificada en el país, pero las escuelas técnicas están en situación deplorable, dice.
“Pese al contexto de poco aprendizaje, está la presión sobre el docente que tiene que aprobar contenidos mínimos de los mínimos, en trabajos integradores que no logran integrar nada. Esta semana una profesora de inglés tuvo que rehacer un integrador más mínimo que el original para que lo pudieran aprobar”.
La “bajada de línea” a los profesores es que traten de tomar “lo prioritario de lo prioritario de lo prioritario”. Un docente ironiza: “Si sabe poner su nombre y apellido en una hoja y cómo se llama la materia, aprobalo”. La presión a los profesores es porque “están buscando empezar de cero el año que viene”, deduce.
No hay mucha esperanza de que el enfoque cambie a partir del desembarco de Alberto Sileoni en la Dirección de Educación de la provincia, en reemplazo de Agustina Vila. Su gestión como ministro de Educación nacional tuvo la impronta del populismo educativo.
El ministro de Educación Nacional, Jaime Perczyk, es de la misma tendencia y así lo sintetizó: “Nuestro sistema educativo se basa en responder preguntas que las alumnas y los alumnos no se hacen”, dijo recientemente. Es la demagógica idea de que “el niño construye su propio saber” y el maestro “sólo es un guía”. El chico es un genio, una lamparita que hay que frotar y listo. Hay que enseñar a partir de problemas que interpelen a “las chicas y los chicos”, dice. ¿Qué cree que van a pedir hacer esos chicos si se les pregunta? ¿Que les enseñen las reglas gramaticales o la de tres simple? ¿Algoritmos, teoremas? ¿Isobaras, isotermas…?
Perczyk propuso “un modelo de ‘coeducación’ en el que el aprendizaje no es unidireccional, sino que se retroalimenta entre docentes y estudiantes”. Que un ministro de Educación rebaje de ese modo la condición docente es gravísimo. “Existe una idea educativa predominante y es que las y los estudiantes no saben, y uno tiene que transmitirles un conocimiento de origen cultural”, insistió Perczyk. Es la negación de la razón de ser de la docencia.
Educar es enseñar cosas a quien no las sabe. Tan simple como eso. Ningún niño está en condiciones de diseñar su propio aprendizaje.
“Tenemos que escuchar a las y los estudiantes para poder tener una escuela mejor, porque ellas y ellos tienen una mirada sobre las cosas, y nosotros podemos tener otra, pero eso no quiere decir que alguno no tenga razón (sic), sino que son miradas distintas. Entonces, entre todas y todos podemos encontrar un punto medio”.
¡Un punto medio! La enseñanza como una negociación entre docentes y estudiantes para ver quién tiene la posta. ¿El conocimiento? Bien, gracias, perdido entre las incertezas, el relativismo y el mal uso del idioma del Ministro de Educación. La propuesta de Perczyk es la defección educativa: que adultos, padres, docentes y directivos abandonen el barco. En buena medida, ya lo han hecho.
“El Gobierno pidió que en todas las escuelas se reactiven los Centros de Estudiantes”, dice Gorosito. “Se pone a todo el sistema bajo la lupa del alumno. Toman el poder dentro de la Escuela”. Es la licuación de la autoridad en el interior de una institución que, por naturaleza, no es democrática ni horizontal.
Esta decadencia no la empezó la gestión K. Hay varias capas de contribuciones. El alfonsinismo inició la devaluación de la autoridad asimilada al autoritarismo. Con el menemismo vino la Ley Federal. Curiosamente, sus más feroces críticos ya pasaron por la administración pública sin revocarla, ni plantear la necesidad de hacerlo. El único que lo dijo alto y claro fue Roberto Lavagna. Para los demás, “educación” es un título que queda bien y que, para el mejor intencionado, se limita a un tema presupuestario. El facilismo educativo ha sido el común denominador.
Llegan tarde a clase sin inmutarse, cuenta Gorosito. “El pibe viene a las 1:15, 1:30. Le decís: El horario de entrada es a la una. ¿Y por qué?, te contesta. Hasta eso cuestionan. Todo es pasible de ser repensado, reconfigurado. Un pibe que vino un solo día a clase está ‘en proceso’. Si te entregó un trabajo, así haya estado un solo día, no lo podés considerar discontinuo… Si lo hacés, te replican: ¿Y qué hizo la escuela? ¿Qué hizo el equipo?
Desde el punto de vista de la contención social, la escuela les da todo. Comida y útiles. “No pagan boleto. Aun así, hay que ir a buscarlos a sus casas. Y tienen una familia. En parte, los colegios flexibilizan porque de lo contrario no pueden sostener la matrícula. Tienen que cerrar cursos y eso implica una decena de profes sin laburo. Entonces la escuela los trata de retener”, dice, comprensivo. “En este contexto, para que un profesor no te apruebe es porque no sabés nada de nada o no te vio nunca”.
¿Eso es inclusión? ¿Es honesto hacerles creer a los jóvenes más desfavorecidos que se los está educando cuando no se los prepara para la autonomía, para desempeñarse en un futuro en un estudio superior o en un trabajo?
Las gestiones educativas de los últimos años no han sido capaces de concebir una inclusión que no sea en detrimento de la calidad. No hay aprendizaje sin esfuerzo ni disciplina. Dejar a los niños y jóvenes pasar de grado o de año sin haber aprendido no es inclusión. Es una estafa moral que ahonda la brecha social.
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