
En el comienzo de la emergencia que trajo la pandemia, el propio presidente Alberto Fernández lo avisó: la prudencia fiscal no está entre las prioridades del Gobierno ante el escenario de demandas sociales. Así, llegaron distintas medidas de auxilio, como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), los créditos subsidiados y el Programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP), entre otras. Para llevarlas adelante, hubo una única usina de recursos: la emisión monetaria.
Desde el comienzo del año, el Banco Central ya emitió un billón de pesos. Solamente en mayo, las transferencias al Tesoro alcanzaron los $430.000 millones. Y si bien durante el mes se aceleraron los procedimientos de esterilización, parte de esos pesos deben quedar depositados para evitar desbalances en el plano monetario. Por eso se busca evitar su dolarización. Un aluvión tan fuerte como el de los pesos emitidos, fue el de las regulaciones cambiarias.
Los plazos fijos del sector privado crecieron durante mayo un 8,1% en valores nominales, lo que implica una suba del 5,4 en términos reales (descontada la inflación), según datos del Informe Monetario Mensual del BCRA. Al término de mayo, apuntó el informe, el saldo de las colocaciones a plazo se ubicó 7,1% por encima de los niveles observados antes del “Aislamiento social, preventivo y obligatorio”.

Para conseguir que los ahorristas y los inversores no escaparan al dólar, además del enorme engranaje de controles cambiarios, el 18 de mayo la entidad que preside Miguel Pesce dispuso que todos los plazos fijos del sector privado tuvieran un rendimiento mínimo del 26,6% (que a partir de junio, se incrementaría al 30%). Hasta ese momento, esa tasa mínima era aplicada a los depósitos de personas físicas menores a $4 millones. También decidió subir la tasa de pases pasivos a 1 día al 19%, para retener mayor liquidez de los bancos.
El impacto del IFE generó que los depósitos a la vista, aquellos que están en las cajas de ahorro y las cuentas corrientes, se mantuvieran un nivel elevado. “Incluso, en la tercera semana del mes se verificó un aumento, cuando habitualmente las colocaciones a la vista disminuyen, para luego retomar la tendencia a la baja esperable de acuerdo a su estacionalidad”, explicó el Informe monetario.
Atado al IFE y a las medidas de auxilio por la pandemia, el dinero circulante en poder del público creció de manera sostenida y en el mes llegó a un alza del 7,5% en términos reales. “Varios factores contribuyeron a su crecimiento: por un lado, los beneficiarios de los recursos antes mencionados suelen hacer un uso más intensivo del efectivo, por otra parte, la demanda de dinero precautorio continuaría siendo alta mientras dure la pandemia”, señaló el BCRA.

Al mismo tiempo, otro dato relevante fue la paulatina salida de depósitos en dólares del sector privado, que finalizaron mayo en un stock de USD 16.850, lo que indica una caída del 5,1% en relación al mes anterior. “No obstante, todavía se encuentran muy por encima de los mínimos observados a inicios de 2014”, destaca el BCRA. En la versión anterior del cepo, sobre el final del gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner, los depósitos en dólares del sector privado rondaban los USD 9.000.
Lejos de considerar que esa salida de depósitos se basa en razones de desconfianza en el sistema, en muchos bancos apuntan que el retiro de dólares se intensificó durante el parate económico de la cuarentena por razones previsibles. Muchos particulares y empresas debieron venderlos para afrontar los gastos que habitualmente cubren con su facturación o sus ingresos corrientes. Y éstos, literalmente, en muchos casos no existieron.
Las distintas brechas cambiarias, por supuesto, invitan a vender los dólares de cualquier manera posible (contado con liqui, dólar MEP o dólar blue) menos en el mercado oficial, su cotización más baja. Mientras se acentúen las restricciones cambiarias, esos dólares que salen de los depósitos no formarán parte de la oferta del mercado oficial.
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