La hinchada la viste en apoyo al equipo y este domingo en el Maracaná no será la excepción. Pero la camiseta de Brasil también es el traje de los conservadores que apoyan al presidente Jair Bolsonaro, piden la liberación del uso de armas y la cárcel para Lula. Un símbolo que ya no une más.
El equipo de Tite debutó en la Copa América con un uniforme blanco, algo que llamó a la suspicacia, pero la Confederación Brasileña de fútbol (CBF) aclaró que fue por un homenaje a la Seleçao que ganó el primer título continental en 1919.
La Verdeamarela aparece en 1954, después del Maracanazo, cuando Brasil jugaba de blanco y cayó en Río de Janeiro en la final del Mundial contra Uruguay.
Color emblemático de la Seleção, en mediados de 2013 empezó a ser usado por personas que planteaban sus demandas por mejoras en salud y transporte al gobierno de la entonces presidenta Dilma Rousseff.
Luego, la llevaron quienes pedían el impeachment de la ex Jefa de Estado, además de cárcel para el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, durante el estallido del escándalo de corrupción Lava Jato.
Y sería luego el uniforme de los simpatizantes del candidato ultraderechista Jair Bolsonaro, hoy presidente de la nación. Cuando su gobierno tiene problemas, sus simpatizantes se la colocan y salen a la calle a respaldarlo.
"Se convirtió en un elemento político y fue capturada por sectores de derecha, para vestirla en manifestaciones a favor del gobierno con sus reformas. La oposición no acepta más esa camisa", explicó el analista político de Hold Agenda Legislativa, André César.
Hace unos días, los simpatizantes de Bolsonaro la vistieron para apoyar al ministro de Justicia Sergio Moro, a quien se le cuestiona su imparcialidad en sentencias del caso Lava Jato que derivaron en prisión de políticos, entre ellos el expresidente Lula.
"Tengo amigos de izquierda que ven los juegos vistiendo la camisa azul (alternativa) de Brasil, eso es muy simbólico. La amarilla ya no une más al país y suele mostrar quién es quién en el país", agregó César.
El antecedente de las semifinales
Estadio Mineirao de Belo Horizonte. Duelo Brasil-Argentina por semifinales. Llega la hinchada brasileña, mayoría con la camiseta amarilla.
Escalones más abajo aparece el presidente Bolsonaro. La gente se enciende. Gritos a favor y en contra, pero más a favor. "¡Mito, mito!", empiezan a llamarlo sus simpatizantes.
Los seguidores de Bolsonaro ven en él a una persona incorruptible, que ensalza los valores familiares, la eliminación de las ideologías en las aulas de clase y el combate a la delincuencia armando a las personas "de bien". "Las armas en las manos correctas salvan vidas", ha dicho Flavio Bolsonaro, senador e hijo del gobernante.
La mayoría de los asistentes en el estadio ha pagado 450 reales (120 dólares) por entrada, en un país con un sueldo mínimo de 998 reales (270 dólares), lo que da una idea del tipo de público presente.
Un hombre que no lleva camisa de Brasil sino la del Flamengo, grita: "Lula libre". Una mujer entra en rabia y lo encara y empieza una discusión que se calma cuando aparece la policía.
En el entretiempo, Bolsonaro descendió al gramado y empezó a saludar a la gente desde abajo: "Mito, mito", grita la gente, que avala su lema "Brasil encima de todo, Dios encima de todos". Hoy en el mítico Maracaná, es muy probable que la escena se repita.
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