
Maxim Kilderov trabaja entre recordatorios de la muerte: metal quemado, telas rasgadas y los restos personales de vidas truncadas por la guerra.
En un sótano cerca de la plaza Maidan de Kiev, el artista callejero ucraniano ha reunido una siniestra colección de reliquias del campo de batalla que juntas forman un registro no oficial de la invasión rusa.
Los tubos de lanzamiento de cohetes yacen junto al diario de un oficial de inteligencia ruso; uniformes rusos capturados cuelgan de paredes oscuras; miles de parches militares (símbolos de orgullo de unidad, desafío y humor negro) cubren paneles de exhibición en un derroche de color.
Para Kilderov, que soportó 55 días bajo la ocupación rusa en Nova Kakhovka, en el sur de Ucrania, los objetos son evidencia de una guerra que, según él, no debe definirse únicamente por las narrativas oficiales.

Actualmente, es una exposición a la que solo se puede acceder con invitación, pero planea convertir el sitio en un museo que transmita la gravedad de la guerra.
“No quiero que esto se sienta como un museo típico donde se recorren cinco salas con colecciones similares”, dijo. “Quiero una sala que lo concentre todo, para que la gente se emocione al encontrarse de repente rodeada de estas piezas”.
Desde que Rusia lanzó su invasión a gran escala en febrero de 2022, Kilderov ha reunido artefactos a través de contactos militares, intercambios y recuperaciones personales luego de los ataques aéreos nocturnos en ciudades ucranianas.
Lo que empezó en su casa se convirtió en una densa colección de documentos y pasaportes rusos capturados, cascos, fragmentos de armas, cuchillos, granadas y equipos de visión nocturna. En lo alto cuelga un dron señuelo Shahed hecho de poliestireno.

Entre los objetos más personales se encuentran un teléfono inteligente perforado por metralla que salvó la vida de un soldado, banderas de unidades militares que conmemoran las operaciones en el Mar Negro, dibujos de soldados y paquetes de cigarrillos medio llenos.
El estilo visual de Kilderov (una caligrafía similar a un garabato que oculta símbolos y mensajes de resistencia) se extiende por todo el espacio.
Una pintura de 5 metros, titulada 55, es un laberinto de líneas de colores y símbolos que representan los días que pasó bajo la ocupación. Durante ese tiempo, ayudó a organizar redes clandestinas de ayuda, transmitió en directo la vida bajo el control ruso y pintó con aerosol vehículos rusos abandonados con sus símbolos en un acto de desafío.
“Desde el primer día, empezamos a compartir información con la gente de la ciudad y del exterior”, recordó. “Para el día 55, logré escapar”.

Tras huir al oeste, Kilderov organizó exposiciones de su obra, a menudo utilizando códigos QR ampliados que enlazaban a videos que grabó en 2022. Diseña parches militares, crea arte con restos del campo de batalla y vende tubos de cohetes convertidos en altavoces Bluetooth, donando la mayor parte de las ganancias a unidades militares.
Mientras Ucrania soporta su cuarto invierno de guerra, dice que le preocupa el regreso de la desigualdad y la división en una sociedad que alguna vez estuvo unida por la urgencia y un propósito compartido.
Mientras hablaba con esta agencia, llevaba una gorra roja MAGA, un gesto que describió como una ironía deliberada, que refleja la vulnerabilidad de un país que depende de la ayuda extranjera que puede pausarse o retirarse sin previo aviso.
En Kiev, su sótano alquilado se ha convertido en un punto de encuentro para soldados que traen nuevos objetos e historias, ampliando una colección que él ve como un registro crudo de la realidad vivida en Ucrania y de una solidaridad que teme que pueda desvanecerse.

“Cuando Rusia atacó Kiev, la gente tomó sus fusiles y salió a luchar”, dijo. “Espero que volvamos a esa unidad”.
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Volodymyr Yurchuk y Dan Bashakov en Kyiv contribuyeron a este informe.
Fuente: Associated Press.
Fotos: AP Photo/ Efrem Lukatsky.
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