Ariana Harwicz contra el boicot a editores y escritores israelíes: “Es antisemitismo y ahora en nombre del bien”

Un grupo de intelectuales propuso no cooperar con “cómplices de la violación de los derechos de los palestinos”. Otro grupo le respondió aludiendo que eso era censura. La escritora argentina, que firmó la segunda, habló con Infobae Cultura

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Ariana Harwicz, contra el boicot a Israel. (Luis Miguel Añón)
Ariana Harwicz, contra el boicot a Israel. (Luis Miguel Añón)

“Me recuerda a lo que decían los escritores sobrevivientes de Auschwitz: el odio perverso y la hostilidad absoluta de los nazis respecto de la cultura”, dice Ariana Harwicz del otro lado del teléfono. Ahora, en este momento, mientras conversa con Infobae Cultura, la escritora argentina está en Bélgica, participando de un festival de literatura. Su analogía refiere a un fuego cruzado en el terreno del debate público e intelectual: un relámpago que parece haber fragmentado el universo cultural. El 28 de octubre, un grupo de escritores llamó a “boicotear” instituciones israelíes. El objetivo, aseguran, es visibilizar “la abrumadora injusticia a la que se enfrentan los palestinos”.

Al día siguiente, otra carta, la respuesta: una fuerte oposición al boicot. “Los escritores, autores y libros, junto con los festivales que los exhiben, unen a las personas, trascienden las fronteras, amplían la conciencia, abren el diálogo y pueden lograr un cambio positivo. Creemos que cualquiera que trabaje para subvertir este espíritu simplemente agrega otro obstáculo a la libertad, la justicia, la igualdad y la paz que todos deseamos desesperadamente”, se lee. La escritora argentina residente en Francia, autora de libros como Matate, amor, Precoz, Degenerado y, recientemente, Perder el juicio, firmó la segunda y explica su posición en este debate complejo y sensible.

Las dos cartas

Lo primero es el contexto, lo que está ocurriendo, lo que está a la vista, lo que sucede desde hace tiempo, lo que está en las noticias y lo que no. Palestina, Israel, el atroz atentado del 7 de octubre, la matanza de civiles palestinos en la Franja Gaza, la guerra eterna. Ante la pregunta legítima de qué puede hacer la cultura frente a un conflicto bélico, apareció una carta. El 28 de octubre en la web de Palestine Festival of Literature, y replicada por el diario inglés The Guardian, más de mil autores “se niegan a colaborar con editores israelíes cómplices”. ¿Qué significa, qué acción directa pretende este boicot cultural?

“No cooperaremos con instituciones israelíes, incluidas editoriales, festivales, agencias literarias y publicaciones que sean cómplices de la violación de los derechos de los palestinos, incluso mediante políticas y prácticas discriminatorias o encubriendo y justificando la ocupación, el apartheid o el genocidio de Israel, o nunca han reconocido públicamente los derechos inalienables del pueblo palestino consagrados en el derecho internacional”, se lee en el documento firmado por autores como Annie Ernaux, Abdulrazak Gurnah, Ha Jin, Owen Jones, Naomi Klein, Valeria Luiselli, Carmen Maria Machado, China Miéville y Sally Rooney.

La escritora Sally Rooney, una de las impulsoras del boicot a instituciones culturales israelíes
La escritora Sally Rooney, una de las impulsoras del boicot a instituciones culturales israelíes

La respuesta fue inmediata: al día siguiente, en Creative Community for Peace, se publicó una carta “contra los boicots culturales”. Lee Child, Bernard Henri-Lévy, Herta Müller, Howard Jacobson, David Mamet, Elfriede Jelinek, son algunos de los tantos escritores que firmaron el texto, así como también referentes de otras áreas de la cultura, como los músicos Ozzy Osbourne y Gene Simmons. “Independientemente de las opiniones de cada uno sobre el conflicto actual, los boicots a los creativos y a las instituciones creativas simplemente crean más división y fomentan más odio”, sostienen.

Ariana Harwicz firmó está segunda carta. Lo hizo luego de leer la primera, la del boicot. “No me asombró la posición de Sally Rooney. En mi libro El ruido de una época, que es previo al 7 de octubre, digo que ella encarna perfectamente esta época: no publica con editoriales israelíes y las boicotea, pero publica, por supuesto, en países como Irán y China sin problema: países totalitarios, dictatoriales, invasores”. “Me puse en contacto con Zeruya Shalev, y ella me dijo: ‘sí, estamos movilizados’. Inmediatamente firmé”, cuenta.

Antisemitismo exponencial

Ariana Harwicz sostiene que lo que hay de fondo es antisemitismo. “Antes se les acusaba a los judíos de quemar niños, después de querer dominar el mundo, la lógica del siglo XIX, los pogromos, la Shoá. Ahora estamos en una nueva capitulación del antisemitismo y en primera línea está Europa: obviamente Francia, por muchas razones políticas, históricas, junto con Inglaterra, Bélgica y Alemania. El crecimiento del antisemitismo es furibundo, es exponencial. Es una cosa escandalosa. Y en Argentina, que estuve ahora hace tres meses, sentí un antisemitismo más residual, más anacrónico, más estándar”, explica.

“Pienso en los artistas del ‘arte degenerado’, la quema de 25.000 libros en 1933. Siempre ha habido una hostilidad con esa frase del jerarca nazi: ‘cuando escucho la palabra cultura saco el revólver’. A esta carta publicada en The Guardian no le veo nada de honestidad respecto de qué podemos hacer los artistas, editores, críticos, escritores frente a la violencia, frente al sufrimiento humano. Veo solo hostilidad frente a los judíos y una forma totalitaria de querer censurar el arte. ¿Qué tiene que ver un editor o un escritor de filiación israelí o judía con la violencia?”, pregunta.

“Lo más preocupante, creo, es la articulación de un nuevo “Humanismo” que pide el boicot de instituciones culturales israelíes y judías. Que pide listas negras, que pide censura , que pide anulación de contratos, que pide que no publiquen a ciertos autores, pero atención, en nombre del Bien. Disfrazado de humanismo. Ese chantaje avanza en conciertos de música, museos, festivales, librerías, pero en nombre del Bien. Antes era la raza aria, la raza pura, y exterminar a los judíos que encarnan el mal del mundo y lo quieren dominar. Ahora es más difícil: ‘Vos querés que mueran palestinos’. Es en nombre del bien. Pero evidentemente es una actitud cínica, ¿por qué no lo extienden a las mujeres iraníes torturadas, sin un ojo, en los calabozos, a los homosexuales colgados de las grúas?”, dice.

El escritor Bernard Henri-Lévy firmó contra el boicot (Foto: Vittorio Zunino Celotto/Getty Images for RFF)
El escritor Bernard Henri-Lévy firmó contra el boicot (Foto: Vittorio Zunino Celotto/Getty Images for RFF)

Y continúa: “¿Por qué no lo extienden a los condenados a muerte en Irán, al apartheid de género de los talibanes en Afganistán, a los kurdos, a las yazidíes, a las chicas violadas israelíes el 7 de octubre, a los secuestrados? Si fuese más de carácter universal e incluyeran a los palestinos lo entendería, pero no veo ningún gesto. Me esmero, pero no veo que se estén preguntando legítimamente qué puede hacer un escritor frente al sufrimiento humano, frente a los campos de exterminio, frente a los campos de concentración de los musulmanes en China. En cambio, cuando es exclusivo con Israel, lo mínimo que uno puede hacer es ser crítico y sospechar”.

“En Francia hay un clima de intimidación real en librerías”, dice Harwicz. “Se juega en el campo de batalla del arte. Escritores israelíes o judíos censurados, editoriales que no quieren publicar los libros que se iban a publicar, de gente muy famosa, como Bernard-henri Lévy, que tenía la palabra ‘Israel¿ en el título. Algunas no quieren publicarlo porque dice ‘Israel’, por miedo a represalias. Libros que se esconden, no solo relacionados a los judíos, también al profesor decapitado. Muchas librerías de izquierda no querían poner ese libro porque suponen que si ponen el libro de un profesor decapitado no son de izquierda, están con Israel”.

“Eso es lo peligroso hoy en día, que está todo como enviciado. Hay un clima de intimidación terrible, muy fuerte. Escritores que tienen miedo a que los llamen sionistas, que se empiezan a cambiar el apellido. ¿No te recuerda algo lo de cambiar el apellido?”, y agrega: “Nadie está hablando de que no se pueda criticar a Putin, a Erdogan, a Kamala Harris. No se trata de eso. En general, lo que está pasando con Israel es que está puesta en duda, no su política de Estado, si nos gusta la izquierda o la derecha, sino su legitimidad de existir. El que no lo dice es cínico. Ya no estamos en el terreno de la crítica inocente a cualquier país”.

El problema del boicot

El boicot no es nuevo. Sucedió hace dos años con Rusia, tras la invasión a Ucrania. Disney, Netflix, Warner Bros, Apple, Snapchat, Facebook, Instagram, Twitter, Toyota, Nike, Shell, Mc Donald’s, la UEFA y la FIFA son algunas de las marcas y organizaciones que formaron parte. También se cancelaron infinidad de presentaciones de artistas rusos en el mundo. En aquel momento Harwicz marcó esa contradicción: “Yo siempre dije: ‘¿qué tiene que ver una cantante lírica, un pintor o un escritor, qué es eso de hacer extensivo al arte en un mecanismo de hostilidad perversa, un arte totalizador propio de las dictaduras totalitarias?’”

“Por supuesto, hay que leer a Freud y hay que ver un cuadro de Kandinsky, que es ruso y judío. Y hay que leer a Hemingway, que era absolutamente antisemita y panfletario. Es válido para Rusia, pero fijate que no lo hacen extensivo a los iraníes. Porque cuelgan de las grúas y asesinan a todo tipo de opositor. No hay posibilidad de ser opositor a ellos. Pero no, no se llama a censurar a todo el arte iraní, ¿viste? La carta que firmé encarna el absoluto contrario de la carta anterior, porque es en contra de cualquier tipo de totalitarismo: una defensa realmente radical del arte cuando se empieza a poner en duda”, agrega.

La escritora Ariana Harwicz.
La escritora Ariana Harwicz.

La creencia impenetrable

La masacre perpetrada por Hamas el 7 de octubre, que no sólo torturó y asesinó, también secuestró —muchos de ellos todavía están secuestrados—, hizo que, dice Harwicz, “se cayeran todas las caretas”. “En Francia es muy fuerte el ‘no amalgamar’. Cuando fue los atentados de Charlie Hebdo, el Bataclan, cuando los islámicos asesinaron y decapitaron a tanta gente, salió una marcha inmensa de la izquierda con el eslogan ‘no amalgamar’. Que un islámico corte la cabeza no significa que todos los islámicos sean asesinos, porque eso sería racista. Respecto a los judíos, no está el mismo eslogan”.

“Supongamos que no te gusta Netanyahu, ¿eso qué tiene que ver con un editor israelí o con una autora judía que vive en Ámsterdam o en Argentina? En el caso de los judíos, si se esencializa, es una forma de racismo porque se discrimina. Además, los judíos son una minoría. En esta época se supone que el emblema son las minorías. Tampoco importa que sean minorías. Para mí van cayendo las caretas. Y ni hablar con el feminismo: Judith Butler dudando de si las mujeres fueron violadas o no y riéndose. Lo que se desenmascara, esta es mi conclusión, es que toda esta época es una farsa, una estafa”.

“Esto no tiene que ver con los hechos, sino con una creencia. Yo he visto mucha gente tratando de argumentar y de explicar que los judíos están ahí por sus ancestros, que ellos son indígenas, que están ahí milenariamente. No estamos en una dimensión racional, sino de creencia. Y la creencia, como dice Proust, no se deja penetrar por lo factual. Yo creo que son guerrillas de intimidación. Y lo peligroso de esto es que están llegando a la cultura. Ahora están intentando anular contratos, intimidar a los autores, hacerlos pensar tres veces cuando van a escribir algo. Eso es gravísimo. Eso es una empresa totalitaria. Eso se llama totalitarismo”, concluye.

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