Andrés Habegger y un viaje poético a través de su propia existencia

La película más personal del documentalista, hijo de un detenido-desaparecido, es una reflexión sobre el tiempo y la fugacidad de la vida. “Me acerqué a mi herida de infancia y a mi padre”, confiesa

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Trailer de "Casi todo sucede en los sueños", de Andrés Habegger

En la penumbra de una habitación, dos gatas yacen plácidamente, sus contornos danzando en las paredes como sombras de un sueño. Mientras tanto, allá abajo, en el mundo de lo tangible, personas transitan ajenos a este íntimo espectáculo. Es en este instante donde la mirada se vuelve hacia adentro, hacia lo más profundo de la psique, y surge la pregunta: ¿qué es lo que verdaderamente buscamos al filmar? El director Andrés Habegger estrena Casi todo sucede en los sueños, una obra que no solo entrelaza la memoria, la infancia y el porvenir, sino que también reflexiona sobre la esencia misma de la cinematografía.

El documental no es simplemente una narrativa visual. Es un viaje introspectivo a través de su propia existencia, una introspección que se transforma en una meditación colectiva sobre el paso del tiempo y la fugacidad de la vida. En este sentido, la obra se erige como un diario interno, un registro de momentos que trascienden la cotidianidad para convertirse en destellos de eternidad. A través de un montaje minucioso y una fotografía que capta la esencia de lo efímero, Habegger invita a contemplar la belleza que yace en lo simple, en lo aparentemente insignificante.

La concepción de Casi todo sucede en los sueños surgió en un momento crucial de la historia reciente: la cuarentena más estricta. Habegger, como muchos, se vio enfrentado a la dualidad de la necesidad y la futilidad de la creación artística en tiempos de incertidumbre. En sus propias palabras, se debatía entre la imperante necesidad de capturar el estado de suspensión que envolvía a la sociedad y la percepción de que en un mundo saturado de imágenes, la mayoría de estas se perderían en el abismo del olvido.

El cine y los sueños: territorios oníricos que se entrelazan en este documental (Foto: gentileza prensa Pulpo Films)
El cine y los sueños: territorios oníricos que se entrelazan en este documental (Foto: gentileza prensa Pulpo Films)

En su proceso creativo, Habegger se sumergió en libretas llenas de apuntes, esbozos de un guión de vida diaria. Estos apuntes, lejos de ser simples directrices, eran una brújula que guiaba su mirada, una herramienta para discernir entre lo esencial y lo superfluo en el vasto océano de la realidad. Así, nació la idea de crear un diario visual, donde la cronología de la filmación fuera el hilo conductor de la narrativa, y cada toma fija fuera una ventana a un mundo interior y exterior a la vez.

A medida que las imágenes cobraban vida en la pantalla, Habegger se encontró con una danza temporal, donde el pasado se entrelazaba con el presente y el futuro se insinuaba tímidamente en el horizonte. Fragmentos de filmaciones caseras de sus hijos se fundían con material super 8 de proyectos previos, dando lugar a una narrativa que trasciende la linealidad del tiempo. Casi todo sucede en los sueños se convierte así en un ensayo fílmico sobre la ambigüedad del tiempo, un testimonio tangible de un momento que, aunque efímero, persiste en la eternidad del celuloide.

Infobae Cultura conversó con el director sobre su documental más ensayístico y personal que se estrenará el próximo jueves en la Sala Lugones.

—¿Por qué decidiste filmar durante la pandemia?

—Es una película que empieza por una compulsión a filmar algunas cosas. Me preguntaba qué pasaba con todo lo que se estaba filmando, con la imagen que se produce y luego se desecha. Entré en una tensión donde pensaba, ¿tiene sentido seguir produciendo imágenes que duran 24 horas y después no existen más? Los que hacemos cine estamos en un periodo muy complejo donde se está produciendo mucho descarte, más que sentido. Lo que hice fue empezar a filmar muy poquito y a escribir muchos textos. Me guioné durante un mes, sobre textos de temáticas que a mí me convocaban y conmueven, como la memoria, la infancia y el cine. Ahí asocié cine y sueños, porque creo que los dos entran dentro del territorio de lo onírico.

Andrés Habegger presenta su documental más personal y poético (Foto: gentileza prensa Pulpo Films)
Andrés Habegger presenta su documental más personal y poético (Foto: gentileza prensa Pulpo Films)

—¿Cuándo realizabas el guión tenías en claro el documental que querías hacer?

—Tenía textos de tres o cuatro párrafos propios, asociados a cosas que había leído y sobre ellos empezaba a filmar lo que sucedía, algo que lo asociaba al texto. Si hablaba de algo vinculado a la observación, me ponía a observar. Las frases vinculadas a la memoria me llevaban a material de archivo. Todo lo que aparece filmado en Súper 8 es material de otras películas mías que no usé. Lo único que filmé de nuevo con personas fue con mis hijos, porque me gustaba la idea de lo temporal, tenía grabaciones con ellos cuando eran niños, imágenes de cinco o seis años después en una entrevista que les hice y en la actualidad.

—¿Cómo fue la experiencia de ese rodaje tan distinto a lo que venías haciendo?

—Fue un rodaje totalmente distinto, en el sentido de que trabajé solo básicamente, con un equipo de sonido que me prestó un amigo. En ese sentido me sentí muy cómodo porque es una película desobediente. Creo que la pandemia puso en discusión un montón de cosas, entre ellas qué hacemos con el cine. La idea del cine como el gran artefacto que necesitamos para hacer una película. De alguna manera, para mí fue un desafío ser desobediente con la “industria”, con la idea de producir algo que salga más de mi entraña que de la máquina industrial o del artefacto. Me sentí con mucha libertad y con mucha limitación a su vez, porque en algunos momentos quería hacer cosas y no se podía porque estábamos encerrados. Experimenté lo que siento que a muchos de los cineastas nos falta un poco, qué es libertad. A veces la industria estimula y a veces la industria limita. Igual pude hacer esta película también porque hice muchas anteriores.

—¿Por qué tuviste la elección de la estética de que el pasado sea en color y el presente en blanco y negro?

—El documental lo empecé a montar solo. Fue mi primera experiencia manipulando mi material, en general trabajo con editores. Cuando terminé se la mostré a Ana Fraile y Lucas Scavino de Pulpo Films. Allí Ana me propone ayudar a que ese proyecto que tenía fuera una película. Nos asociamos con ella en la producción y Lucas como editor. Él logró reconfigurar lo que hice. En la primera versión, era todo en color, pero había algo que no me terminaba de gustar, porque el Súper 8 es más bello en color que lo digital. Como la película jugaba tanto con lo temporal, en un momento dije vamos a probar de dejar el blanco y negro lo contemporáneo y que el pasado sea color y estalle con esa textura hermosa que tiene el Súper 8. Cuando hicimos ese juego, la película cobró más dimensión.

El pasado cobra vida en colores, mientras el presente se desgrana en tonos de blanco y negro (Foto: gentileza prensa Pulpo Films)
El pasado cobra vida en colores, mientras el presente se desgrana en tonos de blanco y negro (Foto: gentileza prensa Pulpo Films)

—Siguiendo con la estética, ¿cómo fue la decisión de poner los textos escritos en lugar de una voz en off?

—Me gustaban los textos en pantalla. Quería que la imagen hablara de manera literal y además, el texto nos obliga a que tengamos la actitud de lectura, que es muy distinta a una voz en off que te habla. Me gustaba que hubiera una intervención de quien está del otro lado. Para mí fue un gran desafío, pero me gustó mucho cómo terminó.

—¿Tenías una tesis o una búsqueda específica cuando comenzaste a filmar?

—Siento que toda película empieza con algo que se perdió o con algo que finalmente se devela. Con esta película lo que se devela es que el cine tiene algo de cercanía con los sueños, en el sentido de que es algo que podemos atrapar. Siento, por ejemplo, que me acerqué mucho más a lo que fue mi herida de infancia y mi padre. Él fue periodista y activista político y lo secuestraron en Brasil en 1978. Puede sonar muy raro, pero siento que lo aprendí más, lo tengo más cercano. No pensé en una tesis. Al comienzo, fue un juego. Lo que vengo a comprobar es que el cine puede ser resultado de un juego. Uno juega y el juego termina siendo una película.

* Casi todo sucede en los sueños, de Andrés Habegger se proyecta en la Sala Lugones (Avenida Corrientes 1530, CABA) el viernes 22 a las 21 hs., sábado 23 y domingo 24 a las 18 hs. Las entradas se pueden comprar en la sala o a través de la web del Complejo Teatral de Buenos Aires.