“El Grito”: el desafío de dirigir teatro en pandemia, en Madrid

La directora argentina, radicada en España, reflexiona sobre la obra que lleva adelante en el Teatro Fernán Gómez, en la que una serie de acontecimientos cambian el rumbo de la vida de una mujer que aguanta uno tras otro los embates de su nuevo destino

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"El grito" se presenta en el Teatro Fernán Gómez, de Madrid
"El grito" se presenta en el Teatro Fernán Gómez, de Madrid

Viví más de 15 años acá en España, todo comenzó entre un ida y vuelta donde me enamore, esa punción me llevo a decidir, con el amor de ese momento residir aquí todo ese periodo.

Mi formación argentina teatral se mixturó con todos esos años en esta tierra ibérica. Evolucionar en este territorio me consolida en la directora que soy hoy, generando un constante enlace entre estos dos puntos cardinales. Volví a Buenos Aires después de ese recorrido entrelazando unión de un lado a otro del océano.

En estos tiempos de pandemia, donde la vulnerabilidad es un eterno presente, soy consciente de mi fortuna al poder aterrizar nuevamente en Madrid para dirigir en la Sala Principal del Teatro Fernán Gómez, El grito.

Las construcciones humanas conjuntas me conmueven, esta es una de las motivaciones por las que me involucro una y otra vez en la acción teatral.

El 8 de marzo del 2020, estrené 100Mujeres reuniendo a un centenar de mujeres en escena desde 3 a 83 años en la Sala Caras y Caretas de la ciudad porteña, en una propuesta Bio-documental de mi autoría.

A los pocos días se expande la noticia de una enfermedad de origen chino, donde se extiende rápidamente por Asía, Europa y por todo el planeta. A partir de esto, el confinamiento ante la pandemia.

En lo personal, creo y siento que atravesar dificultades fortalece. Ojalá, como sociedad, aprendamos que las construcciones conjuntas humanas, son siempre enriquecedoras y mucho más fáciles. Desde la individualidad, no hay camino humano ni humanitario, esta es otra razón para seguir en este recorrido teatral.

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Y en este contexto, sorpresivamente sacudida por el Covid, en la incertidumbre del futuro, y lo concreto del presente, tengo previsto estrenar El grito en Madrid; de la mano de Pilar de Itzaguirre (creadora del Festival de otoño, uno de los eventos teatrales más importantes mundialmente). Ella me contacto gracias a la prestigiosa Carlota Ferrer, quien le sugiere mi nombre para este montaje con la convicción que soy la persona idónea para este cometido.

Acá estoy, en Madrid, en pandemia, tras la nevada del siglo y el diluvio que se aproxima en estos días. Preparada para contar una historia de ficción basada en hechos reales.

Es así que intento dar forma a esta estructura teatral junto a este prestigioso elenco de artistas españoles: Nuria García, Ana Fernández, Lucía Barrado, Carlota Ferrer, Elsa Chávez, José Luis Alcobendas, Alberto Iglesias, Oscar Codesido y Pablo Turegano. Dramaturgia de Itziar Pascual y Amaranta Osorio.

Hasta iniciados los ensayos yo no conocía a la mayoría de ellos. Solo a Alberto Iglesias, hace años coincidimos en un montaje y tuve la fortuna de haber dirigido anteriormente a Ferrer; pero las demás actrices y actores eran desconocidos para mi hasta ese momento.

Encontrándome en esa primera lectura con un grupo humano arrasador, entregados a esta búsqueda del territorio desde la interpretación, estimulados en cada ensayo.

Mujeres y hombres, artistas dispuestos a recrear esta vivencia; real, en ficción, desde la acción. Una y otra vez en cada escena, en cada ensayo. En la encarnación de esta historia tangible, pudiendo percibir de manera clara y precisa las vivencias de estas personas de carne y hueso a quien ellos dan vida desde la interpretación. Sosteniendo cada uno su sitio y espacio vital. Lo esencial que descubro con ellos en cada cuadro escénico son territorios vivos, que laten una y otra vez en estos espacios teatrales. Ellos me abren un mundo para seguir avanzando en la puesta de esta pieza en la que están involucrados.

Adriana Roffi
Adriana Roffi

Como un cuadro expresionista, mi montaje esta lleno de pinceladas, en esta hora y media que durará la función, intento que no haya cortes, generando una acción constante sin huecos para ser envuelto cada espectador en esta trama civil.

Nuria Garcia, ( quien ha trabajo de la mano de Robert Lepage), Ana Fernandez (ganadora de un Goya) son actrices de una sensibilidad soñada para una directora como yo. Esto que intento buscar en la creación se potencia con ellas. Se suma Lucía Barrado a esta vibración; Daniel Veronese me advirtió de esta maravillosa artista que hoy tengo la suerte de tener cerca y dirigirla.

El plantel masculino que me acompaña son animales escénicos magistrales, José Luis Alcovendas, Alberto Iglesias, soberbio y la delicada sensibilidad de Oscar Codesino.

El Grito es una manifestación de justicia, ante el falogocentrismo patriarcal, intenta vulnerabilizar, destruir, manipular, los derechos de una mujer.

Vemos como esta heroína, confronta con un sistema perverso del cual es víctima. Desde el inicio del montaje es una edificación en construcción. La acción dramática se solidifica sobre una lucha por el lugar que ocupa esta mujer, desde lo real a lo escénico. Lucha explícita e implícitamente en este recorrido de años. La confrontación es constante en el movimiento externo en busca de justicia y verdad. Es muy interesante ver como cada uno de los actores de este equipo son afectados por la sensibilidad de esta historia real. Por momentos situaciones esperpénticamente atravesadas con una variedad de colores, matices que conmueven.

Aina se pregunta una y otra vez, ¿Porque nadie me cree?,¿ Por ser mujer? ¿Por ser madre soltera de mellizos?.

Padeciendo angustia y sufrimiento al no conocer al padre de sus hijos por la mala praxis de la clínica en la que fue fecundada con esperma de otro hombre, y no el de su pareja.

Es calumniada de adultera por la sociedad que la rodea. Siendo obligada a afrontar en solitario la crianza de sus hijos, dañada moralmente. Asumiendo en soledad, sin aportaciones de ningún tipo, tampoco económicas. Abordando un cambio absoluto en su vida, en términos de tiempo, cuidado y crecimiento profesional. Intentando buscar salidas en esa su realidad.

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Su lucha a sido por encima de todo, la búsqueda de la verdad. Una verdad objetiva y concreta. Patricia (Lucia Barrado) una abogada de oficio es quién cree en ella más allá de su madre Empar (Ana Fernandez), quién acompaña a la protagonista atravesando los obstáculos de la “Justicia”, sin ningún interés personal fuera de la legalidad de esta mujer.

Después de años y años en un recurrir constante y agotador, una magistrada (Carlota Ferrer) entiende y legitima esta verdad que es este El Grito de justicia para esta mujer.

Nosotras mujeres en los ámbitos laborales empoderadas, aspirando a construir igualdad. Las mujeres empezamos a habitar un mayor protagonismo, para sostener el modelo de diversidad, generando recursos para consolidarnos.

Con un grupo creativo íntegramente femenino, Anna Tussell en la escenografía, brinda un espacio minimalista fragmentado en tres espacios iniciales, que van experimentando mutaciones, aportando al relato, junto con la creación lumínica de Paloma Parra; proviniendo con ingenio, exprimiendo la posibilidades en estas variedades de espacios que propone la dirección. Guadalupe Valero, vestuarista, siempre su exquisito aporte contribuye al transitar de la pieza. Elvira Ruiz Zurita desde lo Audiovisual, en conjunción con todo el equipo creativo. Elsa Chavez que es mi ayudante de dirección, ensambla esta edificación.

Con este numeroso grupo de personas, a pesar de este contexto, que abruma, modifica, angustia, en esta realidad vulnerable que atravesamos; esta el refugio, el estimulo del acto colectivo diario, confiando en el teatro como eje de mi acción; esto genera transformación y unión en gratitud; pudiendo expandir mi arte junto a ellos.

Me interpela contar esta historia. No creo en las casualidades, si en las causas que nos llevan a realidades. Aina, la protagonista, representa a muchas de nosotras, generando voz; un grito, para no permitir, soportar, esconder, o ser calladas y humilladas.

Las acciones ejecutadas colectivamente dependen de nosotros. Somos responsables como sociedad, como seres humanos, como artistas, habitando este espacio vital que es la tierra. El deseo ya no es pasivo ni paciente, es activo en libertad verdad, justicia e igualdad.

Volviendo al inicio, sobre este presente mío, hoy acá en España, solidifica mi camino en la mujer y directora que quiero ser.

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