El secreto artístico (ya no tan guardado) de Pacho O’Donnell

Hasta el 23 de septiembre, en el Centro Cultural Borges, se puede visitar la muestra del historiador titulada “Un placer secreto”. “No sé qué valor artístico tienen estas obras, pero sí creo que tiene el valor de saber que uno puede empezar a hacer cosas a los 77 años. Y que el sentido de la vida muchas veces tiene que ver con reconvertirse, encontrar nuevos deseos”, le dijo a Infobae Cultura

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(Foto: Nicolás Aboaf)
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Llega un momento de la vida en que una pregunta revolotea: ¿y ahora qué? En la cabeza de Pacho O'Donnell parece haber estado siempre. Se graduó en el 65 de médico en la UBA y luego, en Roma, se especializó en psiquiatría y psicoanálisis, pero eso no le bastó: entonces escribió mucho, muchísimo —desde artículos académicos y ensayos hasta novelas y obras de teatro—, se volvió un historiador respetado, incursionó en la política, fue senador, embajador, secretario de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, también de la Nación. ¿Y ahora qué?

En estos momentos, el Centro Cultural Borges expone una exposición de arte de su autoría. Son platos de cerámica intervenidos con distintos elementos. Desde acrílico hasta tornillos. Hay algo conceptual que resalta. Ahora, en la inauguración de la muestra, con sus anteojos redondos y un saco estilo Príncipe de Gales, Pacho O'Donnell recorre la sala apoyado en su bastón. Se llama Un placer secreto y ese nombre ya dice mucho.

"Sí, es un secreto —le dice a Infobae Cultura— que a instancias de amigos y de gente que me quiere me ha impulsado a hacerlo público. Es algo así como un hobbie que tengo conmigo mismo. Algunos decían que era mi forma de meditar. Después me fue resultando como un canal de mayor importancia expresiva, hasta que empezó a ocupar una parte más significativa de mi vida". Durante esta conversación, cada tanto, alguien aparece de la nada para saludarlo con mucho respeto. "Maestro", le dicen. "Muchas gracias", responde siempre, afectuosamente, con una sonrisa.

(Foto: Nicolás Aboaf)
(Foto: Nicolás Aboaf)
(Foto: Nicolás Aboaf)
(Foto: Nicolás Aboaf)

"Y vos te preguntarás por qué platos, ¿no?" Entonces Pacho hace una pausa y su cabeza viaja a tres momentos de su vida. Aparecen así, entonces, como escenas perdidas de una película larga e intensa. El primero es éste: "Recuerdo mi época de hippie en Europa, cuando era adolescente. Una vez me gustó mucho un plato barato de loza, esos turísticos, que tenía el dibujo del Quijote de Picasso. Y lo compré, a pesar de que no tenía un mango, y lo llevé en viajes largos y farragosos. Por supuesto se me rompió en Buenos Aires. Fue una marca eso".

El segundo, cuando visitó Vallauris, un pueblo ceramista de Francia a orillas del Mar Mediterráneo. "Ahí se instaló Picasso después de la Segunda Guerra Mundial, en 1946. Ahí desarrolló toda esa producción maravillosa de las cerámicas. Inclusive llegaron a ser más de cuatro mil, cosa que a mí siempre me gustó mucho el trabajo en cerámica", cuenta. Y el tercero tiene que ver con Carlos Páez Vilaró, el multiartista uruguayo fallecido en 2014. "Fue un gran amigo que vi trabajar con platos. Además, él trabajó con Picasso. En el museo que hay en Casapueblo, Punta Ballena, hay una muestra suya realmente maravillosa".

Todo esto, dice, "sumado a que el plato también lo trabajó Marta Minujin, funcionó como si me hubieran legitimado el plato como un soporte artístico válido".

(Foto: Nicolás Aboaf)
(Foto: Nicolás Aboaf)
(Foto: Nicolás Aboaf)
(Foto: Nicolás Aboaf)

Pintar platos, intervenirlos, pegarle elementos, transformarlos en objetos conceptuales. Un secreto, "un hobbie pudoroso", dirá también. No era más que eso hasta que algunos amigos que vieron las piezas empezaron a insistirle. Entonces, un día, le escribió a Teresa Anchorena, una conocedora de arte como pocos. "Fue un WhatsApp tímido —confiesa ahora con una sonrisa—, y me contestó que le parecían interesantes, que era un arte conceptual muy atractivo. Y le parecía que tenía que exponer, que ella me iba a ayudar a encontrar dónde. Fue como un empujón fuerte".

Y agrega: "No sé qué valor artístico tienen estas obras. Soy más prudente en eso. Pero sí creo que tiene el valor de saber que uno puede empezar a hacer cosas a los 77 años. Y que el sentido de la vida muchas veces tiene que ver con reconvertirse, encontrar nuevos deseos, nuevos erotismos, nuevas pasiones".

(Foto: Nicolás Aboaf)
(Foto: Nicolás Aboaf)
(Foto: Nicolás Aboaf)
(Foto: Nicolás Aboaf)

En el texto curatorial, Rodrigo Alonso, el curador de la muestra, habla de campos de batalla. Ese es el concepto —uno de los tantos— que usa para referirse a lo que sucede en cada pieza. Y es cierto. Hay expresividad, porque hay color, pero también hay elementos que se filtran en esa expresividad. Elementos que tienen que ver con su vida como historiador y como político. "Es inevitable —sostiene Pacho—, porque cuando hacés algo aparecen tus ideas y tus ideologías. Aparecen naturalmente. Yo no creo en ese arte que baja línea, que de alguna manera el pintor, el dramaturgo, el escritor te están diciendo cómo son las cosas y cómo tenés que pensar. Eso generalmente es un arte defectuoso".

¿Y cuál es el método? No la fórmula, sino el disparador regular de la creatividad, el motor del entusiasmo. Éste: "Yo tengo un mecanismo de creatividad que creo que no es normal. Debe tener que ver con algo psicótico. Para mí, la creatividad es como un fluido que siento que está y que va y que anda y que generalmente es espasmódico. Esto que ves acá —dice y señala sus obras—, al igual que en mis libros o en mis obras de teatro, no es producto de una sistematicidad. No soy un tipo metódico".

"Un escritor que yo respeto mucho —continúa— es Juan Carlos Onetti, el uruguayo. Una vez le preguntaron cómo escribía y él dijo: 'Mire, a diferencia de Vargas Llosa que dice que la literatura es como si fuera su esposa, que se levanta, escribe, duerme la siesta, vuelve a escribir… en cambio para mí la literatura es como una amante con la cual me veo pasionalmente con ciertos tiempos y después puedo pasar largo tiempo sin verla'. A mí me pasa eso. Hablando de platos, puedo hacer cuatro en una mañana y después me puedo estar treinta días sin hacer nada. Es casi como un impulso. Y en esos momentos maravillosos son casi como una situación de trance. Me pasa también cuando escribo: no puedo parar. Puedo estar hasta las seis de la mañana a veces. Sería mejor ser metódico, pero no lo soy".

(Foto: Nicolás Aboaf)
(Foto: Nicolás Aboaf)

"Si le preguntamos a los que están acá cuáles son los que más le gustan, seguramente no coinciden, porque cada uno hace una relación con la obra y de ahí se produce la comunión, la conjunción, y de ahí aparece un significado", concluye Pacho O'Donnell esta conversación con Infobae Cultura. Luego se levanta, saluda con un fuerte apretón de mano amistoso y vuelve a caminar entre sus platos. La gente que aún está en la sala se acerca a saludarlo, como fue durante toda la tarde. "Gracias", responde ante cada comentario. "Muchas gracias".

 

* Un placer secreto
Hasta el 23 de septiembre
Centro Cultural Borges
Viamonte 525 – CABA
Entrada libre y gratuita

 

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