Paradójico: Hitler idolatraba los autos pero no podía manejar

El Führer no tenía licencia para conducir. La personalidad más terrorífica del siglo XX debía recurrir a sus choferes para el más mínimo desplazamiento. Historia de una obsesión

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Adolf Hitler era un apasionado de la industria automotriz: amaba los deportivos italianos y los muscle cars estadounidenses, pero prefería los modelos de Mercedes-Benz
Adolf Hitler era un apasionado de la industria automotriz: amaba los deportivos italianos y los muscle cars estadounidenses, pero prefería los modelos de Mercedes-Benz

Erich Kempka murió en 1975. Catorce años antes, en 1951, publicó sus memorias con un título sugerente: Ich habe Adolf Hitler verbrannt ("Yo quemé a Hitler"). "No he omitido nada ni nada he añadido, sino que he relatado los hechos históricos tal y como yo mismo los he vivido", pronunció en su declaración jurada. Había incinerado los restos del más temido dictador, luego de que éste se suicidara la tarde del 30 de abril de 1945. Kempka colaboró: transportó los barriles de gasolina hasta la salida de emergencia del Führerbunker, el búnker de Berlín donde Hitler prefirió morir, y ejecutó la cremación.

Adolf Hitler se suicidó el 30 de abril de 1945, hace exactamente 72 años

Erich Kempka había sido su chofer. Desde 1932 hasta el día de su deceso lo acompañó por más de 120 mil kilómetros de viaje. El Führer, uno de los más grandes genocidas de la historia de la humanidad, seleccionaba metódicamente a su personal. "Muchas veces le oí decir que sus conductores y sus aviadores éramos sus mejores amigos y que en nuestras manos confiaba su vida", publicó. Integró su séquito más íntimo. Con Hitler al poder, fue designado jefe del parque automotor del Führer y ascendido a Sturmbannführer. Supervisaba una flota de cuarenta vehículos y un cuerpo de sesenta operarios, entre conductores y mecánicos. Bajo su dirección se fabricaron decenas de automóviles, en colaboración con la casa Daimler Benz. Pero nunca dejó de ser su chofer personal. Es la historia del hombre que personifica la admiración y pasión de Adolf Hitler por la industria automotriz.

Erich Kempka, a la izquierda del Führer, fue su chofer personal durante trece años y el encargado de incinerar su cadáver
Erich Kempka, a la izquierda del Führer, fue su chofer personal durante trece años y el encargado de incinerar su cadáver

La leyenda reza que contrató a Kempka porque respondió con sabiduría su rigurosa encuesta: "¿Qué marcas de coches ha conducido hasta ahora? ¿Conoce el Mercedes-Benz con motor de compresor de ocho litros? ¿Sabe cuántos caballos tiene? ¿Cómo procedería en una curva en 'ese', sin visibilidad, cuando el cuentakilómetros marca ochenta y aparece otro vehículo en dirección contraria?". Luego supervisó cada elección que agrandara su parque móvil. Amaba los deportivos italianos y los musculosos americanos. Sentía idolatría por Mercedes-Benz. Era un "buen" compañero de viaje y planificaba los traslados con precisión militar. Pero nunca manejó: no tenía licencia de conducir -¿la necesitaba?- y toda su vida se valió de sus conductores para cualquier tipo de desplazamiento. La paradoja del poder. El hombre que decidía por la muerte o la vida de miles de personas, mentor del genocidio más brutal de la historia, no sabía manejar.

El primero

Una fotografía de un joven Adolf Hitler junto a su primer automóvil, un Benz 11/40 de 1923
Una fotografía de un joven Adolf Hitler junto a su primer automóvil, un Benz 11/40 de 1923

Tipo familiar de 4,6 metros de largo, motor V6 de 2860 cc y 40 CV de potencia, el Benz 11/40 de 1923 fue su primer automóvil. Era un modelo elegante, distinguido, pero lejos de los lujos automovilísticos de la era. No podía superar los 80 kilómetros por hora por una razón sorprendente. En una carta que le escribió a Jakob Ferlin -judío y dueño del concesionario- Hitler evidenció su predilección por el gris y que dudaba de la fiabilidad del motor por las altas revoluciones que alcanza. Explicó en el manifiesto que se conserva hasta la actualidad por qué necesitaba un propulsor modelos: "No podría pagar ninguna reparación grave en dos o tres años".

El modelo costó 18.000 marcos de la época, con el descuento que aprovechó a solicitar en la carta. En aquellos años, Hitler estaba penando una condena por encabezar un frustrado golpe de Estado en la prisión de Landsberg. Allí pasó 264 días, en condiciones ciertamente confortables. Aprovechó para escribir Mein Kampf ("Mi lucha"). "Siempre fue razonable, frugal, modesto y amable con todos, especialmente con los funcionarios. El prisionero no fuma ni bebe, respeta voluntariamente todas las restricciones", escribió el 18 de septiembre de 1924 Otto Leybold, director de la prisión: hablaba de un incipiente político en versión agitador. Hitler posó orgulloso con el modelo a la salida del establecimiento penitenciario. En los años previos a la época del terror.

El preferido

El Mercedes-Benz Grosser 770K model 150 Offener Tourenwagen fue conocido como el “gran Mercedes”
El Mercedes-Benz Grosser 770K model 150 Offener Tourenwagen fue conocido como el “gran Mercedes”

Su máquina favorita. Un Mercedes-Benz Grosser 770K model 150 Offener Tourenwagen, el automóvil alemán más caro de la época, que sólo se fabricaba por encargo. Era una máquina de miedo y poder. Dueña de una belleza siniestra y una figura majestuosa. Fue caratulada como Die Grosser Mercedes ("El Gran Mercedes") por su imponencia y su trascendencia: en él viajaba la personalidad política más transversal y terrorífica del siglo. El modelo escondía compartimentos en los que guardaba decenas de armas y municiones. Era una fabricación artesanal de la compañía Mercedes Benz en Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial, y en sus principios había sido destinada como elemento propagandístico.

Su motorización estaba comprometida a su peso. Su carrocería, blindada, incrementó el peso total del vehículo. Su motor de ocho cilindros en línea de 7.700 cc con pistones de aluminio y doble compresor volumétrico, era capaz de erogar una potencia total de 400 CV y viajar a una velocidad máxima de 160 kilómetros por hora. Debieron montar un depósito de gasolina de 300 litros porque su consumo era extremo: demandaba 60 litros a los 100 kilómetros por hora. Por eso sus ingenieros debieron limitar la velocidad a 80 kilómetros por hora, la misma competencia y margen de capacidad de su primer Benz 11/40, aunque con razones de tope sensiblemente diferentes.

El vehículo oficial de Adolf Hitler, testigo mudo de la historia más macabra de la modernidad, se convirtió en una ambigua reliquia del nazismo. El auto fue confiscado, intervino en una subasta, lució como pieza de museo e inspiró The Devil's Mercedes: The Bizarre and Disturbing Adventures of Hitler's Limousine in America, un libro escrito por Robert Klara que narra lo que reza su título: las bizarras y morbosas aventuras de la limusina del Führer.

El elegido

Herman Goering a bordo de un Mercedes 540K Roadster, uno de los modelos más bellos de la firma germana
Herman Goering a bordo de un Mercedes 540K Roadster, uno de los modelos más bellos de la firma germana

Según los anales de la historia automotriz, el Mercedes 540K Roadster es uno de los modelos más distinguidos y bellos fabricados jamás por la firma de la estrella. Adolf Hitler, admirador del espíritu de la marca, coincidía: regalaba uno cuando quería galardonar al destinatario. Herman Goering, destacado político y militar alemán y próximo al Fürher, y Eva Braun, amante, novia y esposa de Hitler, recibieron unidades del exclusivo modelo.

Sólo se fabricaron 350 Mercedes 540K Roadster. Pocos pudieron sobrevivir a los saqueos posguerra. Presumía de un capó que cuidaba de un motor de 5.4 litros y ocho cilindros en línea que desarrollaba 180 CV de potencia y propulsaba el vehículo a circular a 180 kilómetros por hora de velocidad punta.

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