La historia es conocida. Empezás una dieta, bajás de peso y al tiempo lo volvés a subir. Te frustrás, pero lo volvés a intentar y te vuelve a pasar. Y así, una y otra vez.
¿Te pusiste a pensar en que quizás no seas vos y que la culpa sea de las dietas que no funcionan? Confirmado: las dietas no funcionan.
¿A qué hago referencia cuando digo que no funcionan? A que no favorecen el descenso de peso gradual, saludable y sostenible a largo plazo. A que no nos brindan educación alimentaria para que tengamos herramientas para adaptarlos a nuestra vida.
Estas dietas tampoco nos enseñan a no prohibir alimentos ni a manejar las porciones. Ni hacen foco en un patrón alimentario equilibrado y sostenible en el tiempo. Entendiendo la alimentación como un acto que reúne además de nutrientes, cuestiones sociales. Tampoco legalizan el placer de disfrutar sin culpa de los alimentos que más nos gustan en porciones moderadas.

Es verdad que las soluciones mágicas son tentadoras. Pero cuando se trata de la salud, no solo física sino también psíquica, debemos abrir los ojos y activar al pensamiento crítico más que nunca.
Cuando empezás una dieta muy restrictiva, el metabolismo reacciona y empieza a resistirse a bajar de peso provocando una reganancia acompañada de sentimientos de frustración, angustia y baja autoestima y dificulta la posibilidad de alcanzar un peso saludable.
En el estómago, se libera una hormona llamada ghrelina, que es la responsable de aumentar la señal de hambre y que nos dan más ganas de comer, justamente para reponer esa energía que no estamos recibiendo.

Todo esto, suele provocar el famoso “efecto rebote” en donde la persona aumenta todo el peso perdido porque la respuesta a tanta restricción es el descontrol alimentario, un mayor deseo de comer y atracones.
Entonces, ¿qué podés hacer para bajar de peso y sostenerlo?
Mi sugerencia en base a evidencia científica y la experiencia clínica es que empieces un proceso de cambios alimentarios adaptados a tu salud, preferencias, gustos, horarios, situación económica con el propósito de que de a poquito y casi sin darte cuenta empiecen a formar parte de tu patrón alimentario, y te permita disfrutar el proceso de aprendizaje.
Te dejo algunos consejos, que no es necesario empezarlos todos juntos, pero podés hacerlo de a poco e ir avanzando.
- Empezá a reducir porciones de los alimentos pocos convenientes
- Incluí mayor cantidad de frutas, verduras y legumbres.
- Reducí el consumo de sal, azúcar agregada y grasas saturadas
- Armá un registro fotográfico de comidas para así poder evaluar cuánto y cómo estás comiendo. Así también se puede ir haciendo las modificaciones que uno considere.
- Comé más lento con bocados más chicos.
Edición de video: Rocio Klipphan
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