
La preocupación de muchos padres por el tiempo que sus hijos dedican a las pantallas ha sido cuestionada por un estudio reciente, que indica que el verdadero riesgo para la salud mental infantil no está en la cantidad de horas frente a dispositivos, sino en el uso adictivo de redes sociales, videojuegos y celulares.
Esta investigación, que siguió a más de 4.000 niños estadounidenses de entre nueve y diez años durante cuatro años, revela que la adicción a estas plataformas se asocia con un aumento de síntomas de ansiedad, depresión y conductas suicidas, mientras que el simple tiempo de uso no muestra la misma relación.
La diferencia fundamental entre el uso frecuente y la adicción a las pantallas radica en la incapacidad de controlar el impulso de utilizar estos dispositivos, lo que afecta las responsabilidades escolares, familiares y sociales.
Según los autores del estudio, casi la mitad de los participantes presentaron una alta tendencia a la adicción al teléfono móvil, y más del 40% a los videojuegos. El uso adictivo se define como aquel en el que los niños sienten una necesidad y no pueden dejar de usarlo, lo que puede tener consecuencias negativas para su bienestar emocional y social.

Los datos muestran que los niños con un uso elevado o creciente de redes sociales y teléfonos móviles tienen entre dos y tres veces más riesgo de desarrollar conductas o ideas suicidas en comparación con quienes presentan un uso menor.
Además, el uso intensivo de videojuegos se vincula con un mayor riesgo de síntomas de salud mental y problemas de conducta. El análisis también destaca diferencias de género: las niñas tienden a desarrollar más adicción a las redes sociales, mientras que los niños son más propensos a la adicción a los videojuegos.
Señales de adicción y consecuencias en la salud mental
Especialistas en salud mental infantil advierten que la adicción a las pantallas puede manifestarse a través de señales específicas. Entre ellas se encuentran el uso compulsivo o el impulso incontrolable de revisar el teléfono o jugar videojuegos, incluso en momentos inapropiados como durante la escuela, por la noche o al realizar tareas.
Otros indicios incluyen intentos fallidos de reducir el uso, conflictos escolares o sociales derivados del uso excesivo, mentiras o actitudes defensivas ante preguntas de los padres, y síntomas de abstinencia como ansiedad, irritabilidad, tristeza o enojo cuando no se tiene acceso a los dispositivos. Además, la falta de cumplimiento de responsabilidades y la dificultad para interactuar en persona pueden ser señales de alerta.

Las consecuencias de la adicción a las pantallas no se limitan a la salud mental. La privación de sueño es una de las principales repercusiones, ya que el uso excesivo de teléfonos o videojuegos puede llevar a fatiga, irritabilidad y un aumento de los síntomas de ansiedad y depresión. También se observan dificultades escolares, problemas en las relaciones familiares y sociales, y una tendencia al aislamiento, lo que agrava el impacto negativo en el desarrollo de los niños y adolescentes.
Recomendaciones para padres y prevención
Frente a este panorama, los especialistas recomiendan a los padres establecer límites claros desde una edad temprana sobre el uso de celulares, videojuegos y otras tecnologías. Es fundamental definir momentos del día libres de pantallas, como durante las comidas o antes de dormir, y evitar que los adolescentes tengan acceso a los teléfonos en sus dormitorios por la noche.
Fomentar actividades alternativas que no involucren dispositivos, como encuentros presenciales con amigos o actividades al aire libre, contribuye a reducir el riesgo de adicción.
El ejemplo parental resulta clave: los adultos deben ser conscientes de su propio uso de dispositivos y mostrar a sus hijos cómo equilibrar el tiempo frente a la pantalla con otras actividades. Además, se aconseja mantener una comunicación abierta y no crítica sobre el potencial adictivo de las pantallas, explicando que estas tecnologías están diseñadas para captar la atención y fomentar el uso repetido.

Crear acuerdos familiares sobre el uso de dispositivos, en los que los hijos participen activamente en la definición de límites y consecuencias, facilita la comprensión y el cumplimiento de las normas.
La conversación constante y la revisión periódica de los acuerdos permiten ajustar las estrategias según la evolución de las necesidades y los desafíos que surgen. Si, a pesar de estas medidas, los niños muestran señales de adicción que afectan su funcionamiento diario, los especialistas recomiendan buscar ayuda profesional para evitar consecuencias más graves.
La evidencia sugiere que la clave no está en contar las horas frente a la pantalla, sino en identificar y abordar los signos de adicción, para proteger la salud mental y el desarrollo integral de niños y adolescentes.
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